La Teología Universitaria

CostaodatJorge Costadoat es el jesuita chileno que fue expulsado recientemente de su cátedra de Teología en la Universidad Católica de Chile, por orden del Cardenal Ezzati y a causa de sus tendencias progresistas. Hoy escribe en la revista Reflexión y Liberación este interesante artículo que a todos nos interroga.
La cuestión de fondo que enfrenta la teología hoy, y que repercute en las universidades católicas, es un cambio de paradigma de enormes proporciones. La teología, para seguir siendo católica, ha debido transformarse en una reflexión sobre un cristianismo que no cesa de desarrollarse.  Pero, se dirá, ¿no ha debido ser siempre así? Sí, pero este es un descubrimiento teórico del siglo XX.
Hasta el siglo XX la teología procuró ser reflexión de la revelación de Dios ocurrida en Cristo, en Palestina y en el judaísmo que precedió a Jesús, reflexión que prosperó en un mundo cultural más o menos homogéneo, la cuenca del Mediterráneo y los países europeos. Esta teología, que quiso responder a este contexto histórico y cultural, no tuvo cómo ser consciente de sus límites. No era posible concebir una teología verdaderamente distinta de la que en ese entonces se hacía, aun cuando en la tradición eclesial sí tubo lucidez para no confundir la teología con Dios mismo. El concilio IV de Letrán, por ejemplo, sostiene que “no puede afirmarse tanta semejanza entre el Creador y la criatura, sin que haya que afirmarse mayor desemejanza”. La teología siempre ha tenido conciencia que sus afirmaciones sobre Dios son precarias.
En el siglo XX la teología, a diferencia de épocas anteriores, fue reconociendo la historicidad del ser humano y la necesidad de responder a los desafíos pastorales de contextos culturales plurales. Hoy, cuando la Iglesia prospera con nuevas fuerzas en Asia, África y otros lugares no tradicionales, y decae en Europa y el Primer mundo, ella se ha visto forzada a integrar nuevos temas y a innovar en sus formas de razonar.
La teología ha debido realizar un cambio inmenso porque, además, su reflexión no ha podido centrarse solo en lo revelado en el pasado ni tampoco en contenidos meramente teóricos. Lo decisivo hoy es comprender, a la luz de una tradición milenaria, la vida misma de los contemporáneos. Desde el punto de vista de la vida de las personas, más importante es entender lo que Dios les dice en el presente, en la actualidad, que lo que ha podido decir a otros en el pasado. Esto ha llegado a ser decisivo para la Iglesia. Así lo entienden las teologías más consistentes tanto católicas como protestantes.  Por de pronto, si los agentes pastorales (de obispos a catequistas, pasando por los sacerdotes) no tienen en cuenta los esfuerzos de la teología por llegar con el Evangelio a los contemporáneos, seguirán tratando inútilmente de enseñar lo que nadie quiere aprender: formulaciones doctrinales que pudieron servir en otras épocas, pero que en la actualidad, en los nuevos contextos, se han vuelto incomprensibles. Porque una cosa es el contenido de la fe (que no puede cambiar) y otra la forma de comunicarlo (que debe cambiar).
La teología actual ha descubierto que si no considera que Dios actúa y habla en el presente, está condenada al enclaustramiento académico. Al enciclopedismo. A la erudición intrascendente. Esta situación le impedirá el diálogo con las disciplinas científicas sin la cual la teología no puede cumplir su obligación de mediar fe y razón, fe y cultura, fe y justicia.
Este es el desafío y el drama de la teología universitaria. Si ella no se ejerce en un registro radicalmente histórico, si no reconoce que la verdad eterna solo se la alcanza cuando se la busca en la temporalidad y en un diálogo humano que no puede excluir a nadie, no habrá interdisciplinariedad alguna en las universidades católicas. La religiosidad de las personas en estas universidades complementa y puede animar el trabajo científico, pero jamás suplirlo. Cuando la religiosidad de los universitarios constituye el factor determinante de la catolicidad de la universidad, se generan patologías de varios tipos, comenzando por la vigilancia de los académicos.
Es más, la teología del siglo XX, porque tuvo que asumir a fondo la historicidad del ser humano, debió mirarse ella misma desde el futuro y confesar, en consecuencia, su índole provisional. Aquello que ella debe pensar tiene un pasado, un presente y un futuro. Es decir, que la verdad a la que aspira también está aún por realizarse. En consecuencia, la formulación de todas las conclusiones tradicionales han de ser siempre reconsideradas, enriquecidas y renovadas para transmitir el Evangelio del amor -que nunca cambiará- a las futuras generaciones.
La Iglesia necesita una teología universitaria. Pero no cualquiera. Es teología universitaria una que reconoce ante las otras disciplinas la historicidad de la ciencia y la suya propia. Es universitaria, bajo otro respecto, una teología que asume una orientación pastoral: una que tiene en cuenta los esfuerzos, fracasos y perplejidades de personas concretas que crecen y disminuyen, que se recuperan y avanzan hacia el Dios que las atrae por caminos que nadie puede saber por anticipado.
Jorge Costadoat, SJ

One comment on “La Teología Universitaria

  1. Portag 2:24 pm 1 May,2015

    Leo lo siguiente en el artículo del Dr. Costadoat: “Porque una cosa es el contenido de la fe (que no puede cambiar) y otra la forma de comunicarlo (que debe cambiar).”

    Y me pregunto: ¿Si cambia el modo cómo los creyentes piensan y sienten su fe, cómo se puede afirmar que el contenido de la fe no cambie simultáneamente?

    Quizás no pueda cambiar la esperanza porque siendo algo esperado, futuro, solamente puede cambiar el modo cómo se espera lo que sea que esperemos, pero aquello que se cree acerca de lo esperado, ¿no ha de cambiar según que el/la creyente aprenda más de sí y del Cosmos? ¿No es el contenido de la fe una expresión humana del sentimiento que alberga la criatura por la divinidad?

    Una de las creencias del pasado era la constancia y permanencia de las afirmaciones de lo “revelado”. Pero una tal afirmación sobre lo revelado era una creencia del momento cuando se creía sinceramente (o no) que, en efecto, la criatura pudiera comprender el lenguaje de la revelación y que no se equivocara al atribuir “infaliblemente” a aquello que pensaba o sabía el carácter de revelación divina.

    Los maestros de la tradición hebrea fueron más sabios. No afirman que el conocimiento humano de Dios sea precario, simplemente no cesan de preguntárselo a fin de aclararlo. Y una vez que afirman algo vuelven a preguntarse qué puede significar aquello que afirmaron. En la Tradición Magisterial Católica una vez que se afirma algo ya no puede ser cuestionado sino que tiene que ser reafirmado. Si alguien lo cuestiona es perseguido por hacerlo.

    ¿Por qué la tradición cristiana pasó de un modo de proceder teológico a otro?

    Una respuesta entre las muchas pudiera ser a mi modo de ver si simple, no menos interesante. La libertad de enseñar queda comprometida cuando hay necesidad de “imponer” el derecho exclusivo o autoritario a enseñar. Esa circunstancia obliga a defender la exclusividad porque se vive de ella. Comparativamente hablando ese es el dilema del tirano y del dictador. Si pierde su poder supremo, exclusivo, pierde su medio de vida y hasta su vida, su razón de ser. Por eso persigue y elimina a quien se atreve a desafiar la ideología que sostiene su régimen.

     

    Contestar

Dejar un comentario