Este es el primer número que Iglesia Viva dedica al significado de María en la vida del pueblo de Dios. Tal vez hasta ahora la difusa ideología patriarcal de género influía demasiado en la mariología. De Maria nunca satis era el lema de los mariólogos que proponían sin cesar nuevos títulos y dogmas para enaltecer a María.
Hoy el Consejo, donde desde hace unos años hay mujeres muy activas, se ha decidido a presentar este número, basado todo él en el principio mariano que debe presentarse siempre junto al principio crístico y que nuestra di-rectora, en su artículo, resume así: “Dios actúa continuamente en el mundo, mas nunca de forma invasiva, sino solamente pidiendo, como hizo con María, ser acogido”.
Por otra parte, María se muestra como figura central en la piedad popular –lugar teológico para el papa Francisco– cuando ésta es depurada de milagrerías y opciones ideológicas para expresar lo más auténtico de la fe sen-cilla del pueblo. Así se está haciendo en los movimientos emancipatorios, tanto de varones como de mujeres, alentados por la fuerza del Magnificat de María.
Si se tratase de respetar el deseo o la voluntad de cada uno, hubiera que preguntarse si María, siendo realmente la Madre de Jesús, hubiese deseado algún homenaje. Más aún si hubiese permitido que la utilizasen para arrancar concesiones a su Hijo, sobre todo después de haber comprobado tanta ingratitud y tanta vileza, cobardía, traición de parte de la mayoría de los que le siguieron hasta el Gólgota. Posiblemente, me parece, hubiese visto con mejores ojos la espontánea duda de Tomás «llamado Dídimo» o si se le hubiese acercado el cojo de las llagas y los perros, o la viuda que enterraba a su hijo. Aún así, me parece que hubiese deseado que la paz y la aceptación llegase pronto a ellos: Tomás, el cojo, la viuda. Después de todo, de lo que se trata es de alcanzar lo que haya del otro lado del último respiro. Ella misma, no teniendo más que hacer, quizás deseaba acabar de encontrar el destino final del cual atribuyena su hijo tantas promesas. Me pregunto si en las conversaciones privadas entrambos Jesús alguna vez se las reiteró a ella.Si realmente Jesús lo prometió no concibo que no lo haya concebido a su madre, sobre todo cuando ambos lloraban la muerte no del casto pero sí del buenazo (no lo conocí pero esa es la fama que le precede) de José.
Si la Providencia es algo real ¿por qué he de desear tener otra madre que la que me parió? No será mejor que trate de encontrar de ella lo que el espíritu Santo, si es verdad que conduce la realidad, quizo decirme en ella y en mi padre? pienso que sí.
¡Cuánto daño hizo la llamada Alta Mariología! No faltaba mucha razón a la Pardo Bazán cuando presentaba tan mariano al aprovechadísimo cura, que además le representa tan mano. O ese otro cura de Eça de Queirós (El Crimen del Padre Amaro) tan humano y tan herido por el ideal mariano de la virginidad física.
No, prefiero a la Dolorosa y sus puñales tal y como me la represente cuando pienso en ella con el modelo de mi madre y mi padre cada vez que la policía secreta cubana, allá en los sesenta y setenta, se presentaba en casa a llevarme.
La infalibilidad del sensus fidei es deseable, posible, pero no sé si es probable. También quienes ocultaban los abusos de menores en la Iglesia no solo creían sino que predicaban la creencia tras de la cual se escondían y no se sabe como el sensus fidei lidia al interior de nadie con la autenticidad de una fe que se atreve a predicar pero en la sus praxis denuncia la hipocresía y la no creencia. El clamor por la justicia es un modo del sensus fidei mucho más legítimo, mucho más jesuánico y no veo como se puede creer sin clamar por la justicia y sin proclamar la verdad. Esa es una tradición mucho más verídica, real, más elocuente que cualquier otra tradición veteada por el mal del que demasiado a menudo los custodios del llamado «tesoro de la fe» y los fieles que ciegamente les hemos seguido hemos tergiversado y traicionado. Jesús y María son dos figuras quizás históricas, quizás míticas, pero de cualquier modo reales y el único modo confiable de acercarse a los mitos es la realidad misma, histórica que los muestra y los comunica. Si María fue la madre de Jesús solo puede ser comprendida desde su silencio y su dolor. No por gusto los predicadores callan en Sábado Santo y hacen bien. Nunca antes ha sido celebrada la Semana Santa como este año en la soledad de Francisco. ¿Por qué? Porque la soledad de Jesús en el Gólgota es infinitamente más gráfica y representativa de su pasión que las procesiones de Sevilla, sin pretender ofender a los sevillanos. Los pobres evangelizaron a Jesús que era de clase media y tuvo que descubrir la miseria porque posiblemnte los artesanos fueran pobres pero no los más pobres. Del mismo modo, María aprendió a ser madre mirando a las madres que la rodeaban y completó su formación cuando compartió con las demás madres sufrientes la pérdida de su hijo. Es desde la historia, desde la realidad que Romero descubrió ls injusticia aunque Rutilio Grande se la haya predicado. Es la experiencia del dolor la que ilumina mejor la magnitud y el significado de la «Mater Dolorosa et lacrimossa.» Si otros la encuentran por otros caminos, pues eso, que la encuentren a su modo. Yo testifico por mí.
Quizás el primer paso es mirar a las madres de la Plaza de Mayo en Buenos Aires, o a las que les fueron secuestrados sus hijos en la Guerra Civil de España y más recientemente todas aquellas madres cuyos hijos perecieron en la escapada hacia Europa, en las barcazas del mediterráneo o las que perdieron sus hijos en el estrecho de la Florida huyendo de Cuba o aquellos que perecieron en las barcas que escapaban de Haití en los ochenta. Leer a María históricamente es posible, como aproximación, leyendo a las madres cuyos hijos son víctimas de cualquier cosa sin que importe la cosa de la que fueron víctimas: La droga, la violencia machista, la violencia. No es la víctima la que hace a la madre semejante a María es la madre adolorida y destrozada las que nos puede acercar a ella.
Querido JordiRicard:
Totalmente de acuerdo con lo que dices. Pero ¿acaso no es ese el sentido de este número, en sus estudios y en casi todos los artículos que siguen? Claro que esa nueva percepción de María y de su hijo el Galileo no puede ser adamista, como si fuésemos las primeras personas en descubrir a estos grandes referentes que han sido objeto de fe de una milenaria comunidad de creyentes. El sensus fidei, más que el magisterio dogmático, debe ser tenido en cuenta al plantear un número como este, rompedor pero no sin raíces profundas.
Como todos los expertos en nada pero atrevidos opinantes, solo expreso mi preocupación de que María debería ser leída desde la situación de la mujer y no la situación de ésta desde una María más bien imaginaria. El «mujerismo» (Isasi Díaz et al.) hizo eso, hace eso y me parece que sea el paradigma mejor. Leer al Galileo desde el presente con sus luces y sombras. Ha de poder encontrársele bañado en la luz que brota de los pobres de hoy día. María otro tanto. Lo opuesto, decir a los pobres que sufran como Jesús es no solo distorsión sino perversidad. Jesús no buscó ni deseo sufrir y no veo por qué los pobres querrían hacerlo. Con María ocurre otro tanto. Probablemente si ella viviera hoy se sumaría a la lucha «mujerista» para hacer emerger una percepción del Galileo y de la madre diferente de aquella que victimizó al uno y a la otra y que no hay evidencia que indique que desearon abrazar.
Pienso que es difícil valorar históricamente su figura, ya que no se dispone de datos suficienes. Se puede realizar una exégesis teológica pero no antropológica