Venezuela: Una guerra de nueva generación y antigua hipocresía

Aldo Antonelli es un sacerdote periodista ‘freelance’ de Avenzano (Italia). En un reciente número la agencia ADISTA publica este análisis de cómo son analizados los recientes hechos de Venezuela por algunos medios serios como el New York Times. Es necesario tener bien abiertos los ojos antes de hacer un juicio ético-político. Sobre todo si se dice hacerlo “en nombre de Dios”, como recientemente declaró la CEV.  IV.

Las guerras de nueva generación matan a tanta gente y más que las que se hacían con las lanzas, la ballesta o el rifle Chassepot. En cuanto a la gravedad del apagón en Venezuela, a los medios italianos han preferido quedarse con la tesis de la ineptitud chavista. Los chavistas son, por definición, todos incapaces, sanguinarios y corruptos. Se está convirtiendo en un rasgo típico de la cultura política italiana el no respetar al adversario, considerando que burlarse y deslegitimarlo equivale a quitarlo de enmedio. Esta actitud nos impide conocer y comprender, y traiciona la razón misma de ser de los medios de comunicación. Por el contrario, varios medios de comunicación estadounidenses lo han tomado muy en serio y consideran creíble que el apagón en Venezuela haya sido causado por un ataque cibernético desde Estados Unidos. Si ese fuera el caso, sería un asunto grave, porque claramente nos enfrentaríamos a un acto de la llamada guerra de cuarta generación. Si el hacker fuera ruso, estaríamos hablando de terrorismo. Puesto que los presuntos autores del sabotaje son los estadounidenses, es mejor hablar de acciones bélicas en las que la fuerza militar tradicional se ve apartada, para utilizar acciones de carácter económico, cultural, psicológico, utilizando en este caso la tecnología de la información.

Un ataque informático tan bien llevado y exitoso sería la alternativa de hecho al veto brasileño a una guerra tradicional, que hizo que el ayudante de Trump, Mike Pence tuviese que prescindir de sus planes militares. Un ataque como este mostraría que Maduro no tendría ya el control total de una infraestructura tan clave como la eléctrica. Ya no es necesario volar varias torres de líneas eléctricas o envenenar los acueductos para inducir a la población a la desesperación y a la rebelión contra el “régimen”.

En general, en estas situaciones la población quedaría totalmente desesperada, pero aún habría que aumentar un poco más el grado desesperación para aparcar definitivamente la teoría militar según la cual los bombardeos (o equivalentes) sobre la población civil estarían justificados para inducir la propia población a sublevarse. De hecho, esta sublevación popular provocada por bombardeos nunca ha ocurrido, ni en la Barcelona republicana, martirizada por los italianos o en la Roma fascista golpeada por los aliados, ni en el Vietnam comunista o la Serbia de Milosevic, pero en todos los conflictos hay quienes siguen afirmando que un poco más de desesperación de los civiles que declaran querer salvar sería necesario para conseguir el triunfo del bien. Según esta teoría, a pesar de la llamada crisis humanitaria, parece que algunas personas están convencidas de que los venezolanos aún no están lo suficientemente desesperados. Hoy en día, de hecho, sólo serían necesarias unas pocas líneas de software para apagar un país entero y obtener más y mejores resultados, de una manera limpia. Los que se proponen el cambio de régimen estarán contentos, ¿no? Sin bombardeos, sin ensuciarse las botas en el terreno, se obtiene el mismo resultado.

La historia se repite. En Chile, en 1973, los sindicatos estatales financiaron la huelga de los camioneros (que cuanto más huelga hacían, más ganaban), lo que impidió el suministro durante semanas, alimentando la idea de que el caos contra el gobierno de Allende facilitaría el golpe del 11 de septiembre.

Cada uno tiene su propia manera de pensar hasta ahora. Pero hay detalles que a quien escribe escritor le parecen absolutamente repugnantes. El todopoderoso senador republicano Marcos Rubio “se jacta” de que el apagón, que él anunció –prácticamente como una reivindicación– en la cosmovisión mundial apenas tres minutos después de su inicio, habría causado la muerte de 80 niños prematuros en una sala de neonatología en Maracaibo. Los medios de comunicación italianos repitieron lo de Rubio sin ningún tipo de verificación y no tuvieron la capacidad ni el deseo de recoger el activismo del senador con la semirrevindicación del propio apagón, como si se tratara de un observador neutral. Pero si la presunta muerte de los recién nacidos se debiera realmente al ataque informático estadounidense y no a la legendaria inoperancia chavista, esto cambiaría radicalmente la naturaleza de las cosas. ¿Sería un precio justo a pagar por la liberación de Venezuela?

Los 80 recién nacidos en ese hospital de Zulia serían responsables de los daños colaterales de una guerra que se libró, ante todo, con hipocresía. De hecho, Rubio utiliza las noticias de los recién nacidos muertos para relanzar la necesidad de llevar inmediatamente a Venezuela la ayuda humanitaria. Rubio sigue impertérrito: Venezuela es un país en crisis humanitaria y debemos llevarles ayuda humanitaria. Esta es una guerra humanitaria del bien contra el mal, no lo olvides. Si el hombre negro está matando a los recién nacidos, entonces el hombre blanco vendrá a salvarlos.

Para el senador Rubio es una pena que los EE.UU. no sean exactamente un régimen totalitario (no lo es tampoco Venezuela) y todavía hay una prensa libre. De hecho, el New York Times ha demostrado inequívocamente lo claro que fue desde el principio para toda persona intelectualmente honesta: las ayudas de USAID del 23 de febrero fueron quemadas en territorio colombiano por los hombres de Guaidó para que el circo de los medios de comunicación internacionales pudiera culpar a Maduro. Esto es exactamente lo que ocurrió. En el artículo y el video de NYT, está la prueba indiscutible de que hace dos sábados en la frontera de Cúcuta se organizó una puesta en escena de la cual Guaidó, Rubio y el presidente colombiano Duque son los principales responsables.

Y aquí convergen la ayuda humanitaria y el apagón. ¿Son los 80 recién nacidos muertos (presuntos, ojalá) son víctimas de la ineptitud criminal o de la guerra asimétrica denunciada por Maduro? Las ayuda quemadas por Guaidó en Colombia para fortalecer una transición virtual de Maduro, ¿a quién hay que achacarlas? El hecho de que los mismos benefactores las destruyeran ¿no apoya la tesis de Maduro de que eran un caballo de Troya? La retórica de la ayuda humanitaria (sólo para Venezuela, nunca para Haití, Honduras u otras partes del continente al menos tan sufrientes) ¿cómo se compagina con el apagón humanitario y con esos 80 niños que nos dicen que murieron como daños colaterales?

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