Progreso católico ‘in extremis’

Mary E. Hunt, profesora de Teología y cofundadora de Women’s Alliance for Theology, Ethics and Ritual (WATER), ha escrito este incisivo artículo en  NCR 10 de abril 2020. Les va a interesar a las lectoras y lectores de Iglesia Viva, donde  ha escrito ya dos artículos. IV.

Se ha convertido en un tópico, a tan sólo tres meses de la pandemia del coronavirus, decir que el mundo no volverá a ser el mismo. Hemos necesitado una pandemia global para observar que la iglesia católica romana no tiene alternativa para efectuar muchas de sus prácticas anticuadas. La teología católica institucional establece que in extremis (Canon 850) cualquiera puede bautizar de forma válida y lícita. Dado que el mundo está in extremis, se deduce que pueden y, así está sucediendo, que estén dándose cambios similares en otros espacios de la vida eclesial.

La surrealista bendición Urbi et Orbi del papa Francisco fue un claro canto del cisne por una época pasada. Gentes inteligentes, incluidas católicas educadas, me preguntaron qué era una indulgencia plenaria y qué haría con una si la recibiera. Se trata de una buena pregunta en medio de una grave crisis sanitaria y económica. En estos momentos, la mayor parte de la gente no está preocupándose por cuánto tiempo van a permanecer en el purgatorio. ¡Cielo santo!

La imagen del pontífice llevando una custodia en medio de la plaza vacía de San Pedro fue un crudo recuerdo de que el último en salir que apague las luces. Aunque es probable que él y sus consejeros vaticanos tuvieran las mejores intenciones, la imagen fue más tremenda, morbosa o, como la describió un comentarista de televisión, “fantasmagórica”, que esperanzadora.

Los y las católicas que han estado pidiendo el cambio estructural de una iglesia jerárquica hacia comunidades de fe vibrantes han querido aplanar la curva sin conocer el significado epidemiológico del término. El modelo de arriba hacia abajo cayó esa noche en el Vaticano cuando la jerarquía resultó una vez más, y de manera profunda, inadecuado a las necesidades pastorales de la gente que necesitaba un consuelo que el ritual del siglo XIII simplemente no proporciona.

Afortunadamente, el buen sentido pastoral prevalece en muchos lugares. Algunas comunidades religiosas femeninas están llevando a cabo servicios funerarios sin el subsidio del clero. Una hermana muere en una casa madre, y un equipo se encarga del velatorio, del funeral y del entierro. Este equipo, y tal vez algunos amigos cercanos del difunto (sin exceder los límites de cuántos pueden reunirse legalmente en el lugar) llevan a cabo una celebración digna de la vida de la persona. Después del servicio, se dirigen al cementerio para las oraciones finales y el entierro. Se transmite en directo a las religiosas, a los amigos y familiares a distancia, proporcionando el mayor consuelo posible.

Por supuesto, esto no sustituye a aquellas situaciones en las que se está juntos, se cuentan historias de la persona o se expresa la simpatía con un abrazo. Las celebraciones más recias seguramente se darán cuando se levanten las restricciones a las reuniones, pero por ahora han de ser suficiente, y lo son.

Un cambio importante es que no hay ningún sacerdote varón a la vista, y parece que nadie los eche de menos. La pregunta es si alguna vez serán llamados de nuevo. Se trata de una pregunta abierta y creo que, en muchos casos, sé la respuesta. Esto es un cambio, un avance. Si se generaliza, toda la comunidad podrá pasar del género de los líderes sacramentales a un enfoque centrado en las necesidades pastorales.

Un replanteamiento total de la eucaristía impide a estos grupos, y a muchas comunidades de fe locales, participar en la celebración habitual de la comunión. El hecho de estar in extremis hace que repensar esto sea urgente, pues a nadie se le debe negar la Eucaristía, especialmente durante el Triduo Pascual y el tiempo de Pascua. Así como el profesorado ha aprendido a enseñar a través de Internet en muy poco tiempo, también los católicos pueden acelerar su curva de aprendizaje teológico. Como un profesor de teología, el jesuita Tad Guzie, enfatizaba ya hace 50 años, “Una eucaristía sin un sacerdote es una eucaristía sin un sacerdote”.

En esta Semana Santa se están ofreciendo todo tipo de opciones eucarísticas creativas. Aunque, la opción menos atrayente es ver a un sacerdote masculino confeccionar sagrados misterios en la privacidad de su propio estudio de vídeo. Muchas personas se quedan frías ante este enfoque mecánico de lo que, por naturaleza, es un acontecimiento comunitario. Pero las opciones son la tecla del juego cuando se trata de cambiar, así que si este modelo hace tañer las campanas de uno, que así sea.

Otros grupos sólo celebran la Liturgia de la Palabra, “ayunando” de eucaristía porque no tienen un celebrante ordenado en casa durante el confinamiento. Esto no tiene por qué ser así, pero llevará aún tiempo educar a la gente para que asuma el lugar que le corresponde como promotores de su propia espiritualidad. Otra posibilidad es la llamada a la eucaristía a través de Zoom con diferentes personas que participan haciendo las lecturas, la predicación y las bendiciones con o sin uno que presida la eucaristía.

El modelo del Vaticano está en punto intermedio. La retrasmisión del papa presidiendo el Domingo de Ramos junto a un pequeño grupo de hombres (vale, vi a dos monjas, pero no tenían un papel ceremonial) reunidos para cantar y responder, al menos, tenía la apariencia de una comunidad reunida.

Otra forma, y es la que prefiero, es la actitud del “hágalo usted misma”. Esta es la actitud que grupos de mujeres de iglesia y de otras comunidades eucarísticas han utilizado durante mucho tiempo con resultados satisfactorios. La comunidad participa en la eucaristía, a veces en el contexto o seguido de una comida, de forma muy similar a como se cree que funcionaban las primeras comunidades cristianas. Sin embargo, el requisito ahora de mantener las distancias y de llevar mascarillas añade desafíos a la coreografía y a los trajes, pero la eucaristía es siempre un acto de acción de gracias que se realiza “cuando dos o tres están reunidos en mi nombre” (Mateo 18, 20). Estos grupos tienen décadas de experiencia acumulada, mucho que enseñar y ganas de compartirla.

Así como decimos con creciente confianza que el mundo nunca será el mismo después del coronavirus, estoy segura de que la iglesia católica romana tampoco lo será. La estructura jerárquica y muchas de sus estrechas formas de exclusión de la gente, que le permiten conservar el poder, nunca serán ya aceptables de nuevo, ni tienen tampoco por qué serlo. Si estos primeros días de la pandemia nos enseñan algo, es a mirar cuidadosamente y hablar con audacia sobre lo que realmente cuenta. In extremis, como en Dios, todas las cosas son posibles ahora.

2 thoughts on “Progreso católico ‘in extremis’

  1. Juan Carlos Ribadeneira 11:56 pm 19 Abr,2020

    Misas transmitidas por TV… Como si lo que definiese a la Eucaristía fuera la clerecia oficiante, el rito que la despliega, el orden y el ornamento que la envuelve… Esta estrategia mediática subraya lastimeramente lo que queda de ese vínculo externo y formal entre ese modo de ser iglesia y las comunidades humanas necesitadas de Cristo vivo, presente y no meramente representado

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  2. Cristóbal Romero Bordón 5:20 pm 19 Abr,2020

    Una reflexión teológica muy interesante y de alto nivel intelectual y espiritual. Las crisis, como es el caso, pueden ayudar a la Iglesia y las comunidades cristianas a purificarse de lastres y esquemas formales, legales y tradicionales, sin despreciarlos, pero siempre con la conciencia de que ka fe cristiana no es mera religión, sino vocación y opción de vida. Bendiciones y felicitaciones.

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