Tras las elecciones andaluzas, Bernardo Pérez Andreo, del Consejo de Dirección de Iglesia Viva, reflexiona en su blog de 21 sobre las posibilidades que tiene Podemos para dar el vuelco electoral que le lleve a final de año a La Moncloa.
No son pocos los que han puesto sus esperanzas en esta realidad que es la apuesta de Podemos por llegar al gobierno y transformar desde ahí la realidad de este país. Por eso mismo, los resultados de las elecciones de Andalucía han sido como una especie de jarro de agua fría, como un bajar a la tierra repentino, una sobredosis de realismo político. Los resultados, ya en la misma noche electoral, se reflejaban en la tristeza de los que se habían embarcado en el proyecto, una tristeza nada disimulada. Sin embargo, el análisis frío dejaba como resultado que el PP, la fuerza política responsable de la situación de sufrimiento de millones de familias, perdía un tercio de su electorado y el PSOE no podría gobernar sin algún tipo de acuerdo de investidura, lo que deja al nuevo gobierno en situación de precariedad. Pero, si comparamos los resultados con las expectativas que la misma formación había levantado, son un rotundo fracaso.
Los resultados han sido un rotundo fracaso, no por los votos obtenidos, sino por los que no se han movilizado entre aquellos que objetivamente sufren más las medidas políticas y económicas de los últimos cinco años: me refiero a los abstencionistas.Paradójicamente, quienes han dado la victoria al PSOE y han disimulado la hecatombe del PP, han sido los abstencionistas. Todos sabemos que hay una abstención técnica que ronda el 15%. Se trata de grupos que no votan nunca, bien por impedimento de cualquier tipo o por situaciones especiales. Si la abstención fue del 37%, hay 22 puntos de abstención voluntaria, de personas que no van a votar porque creen que no sirve de nada. Estos son los verdaderos motores del cambio que propone Podemos y los que le han dado la espalda. Es decir, no han entendido que la propuesta de Podemos suponga ningún cambio respecto a las otras opciones.
Sabemos, por los estudios sociológicos, que el electorado que se dice de derechas vota sistemáticamente, no se queda en casa. En Andalucía se ha comprobado. Si sumamos los votos del PP y Ciudadanos, tenemos el número de votos de ese espectro ideológico. Faltarían 120 mil votos que está por ver si son abstención o han ido a Podemos. Lo que está claro es que Podemos ha sumado votos de IU y PSOE, 350 mil de los 585 mil obtenidos. Sólo ha movilizado un máximo de 250 mil votos abstencionistas, de un total de 2 millones de votos de abstención voluntaria. Con un millón más de esos votos, Podemos habría ganado las elecciones y pondría al PSOE en la situación de mostrar su cercanía con el PP o apoyar a Podemos. Ahora sucede justo lo contrario y es un escenario muy complicado para la formación en Andalucía. Si permite que gobierne el PSOE rondará el fantasma de IU; si no lo permite, el PSOE se mostrará como la víctima ante sus votantes, legitimando así un acercamiento al PP y a Ciudadanos,con lo que la situación real de Andalucía sería peor que antes de las elecciones.
Se puede colegir que Podemos no ha podido movilizar la fuerza transformadora de la sociedad, sino que ha peleado por el electorado tradicional, creciendo a costa de la izquierda electoral y sin llegar a la verdadera transformación que está en la transversalidad. Las campañas ideológicas de los medios de comunicación han funcionado y han introducido la idea en el electorado de que Podemos es la izquierda.Este ha sido su verdadero fracaso, un fracaso cantado teniendo en cuenta la centralización de los medios de comunicación y el poder de control de las élites sobre ellos. Sin embargo, esto no puede ser ningún alivio para Podemos. Su estrategia debe ser la de profundizar en la apuesta transversal como una fuerza política de frente amplio donde quepan todos aquellos que quieran transformar la realidad española.
Podemos ha fracasado esta vez, pero este fracaso puede ser un aprendizaje para las siguientes elecciones, donde se verá si es capaz de movilizar esa abstención que le daría la victoria electoral. Se podría aplicar aquella máxima de Samuel Beckett, ‘fracasa otra vez, fracasa mejor’. Cada fracaso es un jalón más hacia la victoria en las generales, pero hay que aprender de cada fracaso. De este hay que aprender a instalar el discurso político sobre la realidad y no ser ni utopistas ni posibilistas. Sólo lo imposible nos permitirá evitar la tenaza del realismo político y el utopismo estéril. El voto de Podemos no está en el PSOE, está en la abstención. Por error han dirigido sus ataques al PSOE y ese error les ha costado la derrota. Ahora hay que atinar hacia el verdadero centro de toda la transformación: la abstención. Sólo así podrá Podemos.