El Sínodo de los obispos sobre la familia, al que Iglesia Viva está prestando mucha atención, está en marcha. Y, como se temía, le están poniendo muchos palos en las ruedas los defensores de que nada cambie en la Iglesia. Cardenales insignes siguen insistiendo en oponer a las medidas pastorales que quiere Francisco la rigidez de la doctrina establecida. ¡Ojalá llegase a los padres conciliares esta profunda reflexión de Joaquín Perea, director de de Iglesia Viva, que aparecerá en el inminente número 263 de la revista!
¿Se trata solo de cuestiones morales?
En los últimos decenios no se había dado una situación comparable a la presente en la cual ambos extremos del espectro de la política eclesiástica tuvieran la impresión de que algo decisivo puede cambiar. Es verdad que casi nadie se cree capaz de dar un juicio concluyente acerca de qué reformas concretas quiere personalmente el papa Francisco y hasta donde llega su voluntad de cambio. Pero que la cosa ha de ponerse en movimiento, eso es seguro en razón de las declaraciones que hasta ahora ha hecho el Papa. Ciertamente la orientación teológica de este “papa pastor” en cuestiones determinadas no es tan conocida como lo era la de Benedicto XVI cuando fue elegido. Lo que sí parece claro es que el papa Francisco concede gran importancia metodológica como locus theologicus a la piedad popular. Pues bien, por coherencia con su llamada “a salir” al pueblo, a las calles, se deduce que ha de buscar también que se abran todas las puertas que estaban cerradas y que el lugar de la reflexión teológica sean las fronteras. Este criterio tiene una importancia grande en relación con la temática a tratar en el próximo Sínodo.
En los meses transcurridos entre el Sínodo extraordinario del año pasado y la Asamblea General Ordinaria de este otoño se ha dado muchas vueltas en torno a la cuestión acerca del permiso oficial para la recepción a la comunión de los divorciados vueltos a casar en determinados casos y con determinadas condiciones. Desde luego este punto de controversia se ha convertido durante el entretiempo que ha discurrido entre ambas sesiones en símbolo del éxito o del fracaso de los esfuerzos eclesiales de reforma.
Pero junto a dicha cuestión hay una lista de otros temas en el campo de la moral sexual y de la pastoral familiar. Y además, a partir del desarrollo y del resultado del Sínodo, pueden producirse novedades sobre el asunto que alcanzarán mayor profundidad, como son las del sentido de la fe del pueblo de Dios, las relaciones entre las Iglesias locales y la Iglesia universal, la valoración de las estructuras participativas en la Iglesia católica, el funcionamiento conjunto de papa, curia y obispos diocesanos. Por no hablar de otros temas teológico-pastorales que se plantearon en los dos pontificados anteriores y fueron sofocados por vía autoritativa y que ahora, al rebufo de la apertura del actual papado, vuelven a aparecer en la agenda de los debates teológicos.
Aquí nos encontramos ante una cuestión clave. La teología no puede ser solamente la explicación de verdades permanentemente firmes, mero “desarrollo” de la doctrina. Frente a la posición del cardenal prefecto de la Congregación de la Fe, Gerhard Ludwig Müller, que el pasado abril ponía sobre aviso contra cambios en la doctrina sobre el matrimonio con el argumento de que las realidades de la vida no son fuente de revelación, no pocos teólogos y también obispos han manifestado su convicción de que una reflexión teológica sobre la realidad pastoral debería llevar a recapacitar sobre las posiciones doctrinales, en todos los ámbitos y, por tanto, también en el del matrimonio y la familia.
Si la reflexión pastoral está bien llevada y se hace en profundidad, detecta en el presente muchos puntos calientes en los que se manifiesta una crisis de confianza en la Iglesia y que demuestran lo amplia que es la tarea a la que nos referimos. En concreto, las cuestiones del Sínodo sobre la Familia no solo afectan a la teología moral, sino que desencadenan discusiones que van mucho más allá, acerca de temas como la corporalidad, el ser sujeto, la libertad, etcétera. Las cuales, a su vez, apremian a la Iglesia a definir de nuevo su relación con la modernidad. Y no olvidemos que todos ellos son temas que hoy en día no se mantiene independientemente de la cuestión de Dios.
- ¿Un ”Sínodo en la sombra”?
Las anteriores reflexiones han despertado la sensibilidad de bastantes obispos en la Iglesia universal. Queremos señalar al respecto un evento que quizá ha pasado desapercibido a causa de la excesiva polarización de los medios de comunicación en el problema que hemos señalado antes, el de la admisión a la comunión de los divorciados vueltos a casar.
Nos referimos a la llamada “Jornada común de estudios” convocada por los presidentes de las conferencias episcopales de Alemania, Francia y Suiza, celebrada el 25 de mayo en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma para reflexionar sobre los temas vinculados al debate sinodal. La iniciativa nació del encuentro de los tres presidentes de dichas conferencias, que había tenido lugar a puerta cerrada en enero de este mismo año en Marsella. Los organizadores escogieron a 50 expertos, obispos –algunos futuros participantes en los debates sinodales–, teólogos, determinados miembros de la curia romana y líderes de asociaciones y movimientos laicales. Fueron invitados algunos periodistas “vaticanólogos”, pero parece que solo un periodista italiano se hizo presente en el encuentro, al que calificó de “sínodo en la sombra”.
El objetivo de la jornada, expresamente manifestado por los tres presidentes, era “enriquecer la reflexión sobre los fundamentos bíblicos y teo-lógicos de los temas del Sínodo y precisar las problemáticas planteadas en los debates actuales sobre el matrimonio y la familia”.
Cuando parecía que los trabajos de la jornada quedarían en el baúl de los recuerdos, casi dos meses después del acontecimiento, a mediados de julio, los textos de las intervenciones (salvo la relación final, tenida por el cardenal Reinhard Marx) han sido publicados en la página web de la Conferencia Episcopal Alemana.
El día completo se estructuró a partir de seis exposiciones de expertos (teólogos y canonistas, cuatro hombres y dos mujeres) de veinte minutos cada una, seguidas de media hora de discusión entre los participantes y un debate final de una hora[1].
La primera parte de la jornada, bajo los títulos “Las palabras de Jesús sobre el matrimonio y el divorcio” y “Reflexiones a propósito de una herme-néutica católica de la Biblia”, estuvo consagrada a la interpretación de las palabras de Jesús sobre el divorcio: cómo entenderlas en sí mismas y en el contexto global del anuncio del reino de Dios y de la tradición de la Iglesia. La cuestión es clave, porque, según la constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano II, nº 8, la comprensión cristiana de la tradición se desarrolla en la historia, sobre la base del discernimiento de las realidades espirituales por parte de los fieles y a través de la enseñanza del magisterio.
En la segunda parte de la jornada, con los enunciados “La sexualidad como expresión del amor” y “Reflexiones sobre una teología del amor”, se reflexionó sobre los datos de una teología del amor, que ve la sexualidad como lenguaje del amor y don precioso de Dios. Esta teología se encuentra a la espera de proposiciones nuevas que propicien un diálogo intenso entre la teología moral tradicional y las mejores aportaciones de la antropología contemporánea y las ciencias humanas.
Por fin, la tercera secuencia del día, también titulada doblemente “El don de la vida que se nos ha dado” y “Reflexiones sobre una teología narrativa”, se centró en la necesidad de elaborar una teología que se ponga en relación con la experiencia personal y la conciencia del creyente. Ahí se habló de la dificultad de aceptar el don de la propia vida e interpretar cada biografía, incluso desde el aspecto teológico. Se trataba de iluminar las condiciones de vida de los individuos como historia de gracia. En el contexto de una sociedad pluralista y altamente compleja el individuo se ve confrontado con dificultades sin cesar crecientes en la construcción responsable de su propia vida. La distancia de las herencias tradicionales o los modelos transmitidos hace esta construcción todavía más delicada. Los proyectos personales de vida y los juicios de conciencia juegan un papel mucho más importante que en otra época. Todo esto impacta fuertemente la comprensión moral de la vida y constituye otros tantos desafíos para la pastoral conyugal y familiar.
Puede decirse que tanto las exposiciones como las discusiones de la jornada mostraron la diversidad de los acercamientos actuales a la teología del matrimonio y de la familia, importantes para su localización en la Iglesia y en el mundo. El tema más importante de las intervenciones parece que fue la exigencia de reemprender el estudio de los problemas desde la experiencia de los individuos, de forma que se supere la rigidez de “la ley”, mitigándola con la misericordia, tantas veces invocada por el actual Papa. En realidad se trata de un modo de no tocar la enseñanza del magisterio, pero aplicar las normas con mayor equidad, para que la firmeza en los principios no haga olvidar la atención para con las personas, sus diversidades, sus diferentes caminos individuales. La jornada dio a entender muy claramente que el debate teológico sobre el futuro del matrimonio y de la familia es necesario y posible y que una reflexión intensa lo enriquecerá.
- Temas centrales de la jornada
Proponemos a continuación una recapitulación de las cuestiones que más se abordaron en las exposiciones, los debates y la discusión final.
La cuestión clave de la interpretación de la Escritura y del magisterio
En primer lugar la importancia de la hermenéutica fue subrayada de forma insistente durante toda la jornada. Los textos bíblicos requieren su interpretación en el marco histórico en el que una palabra humana nos transmitió en aquel entonces la palabra divina. La riqueza y la apertura de dichos textos plantean un desafío a la reflexión sobre su contenido y su transposición a la vida.
Lo importante no es considerar los asertos bíblicos aisladamente, sino en su época, en el respectivo contexto textual y en el contexto del conjunto del mensaje bíblico con objeto de poder extraer aquellos aspectos teológicos que afectan al presente. La mayor complejidad que resulta de ahí constituye evidentemente un desafío, pero no solo es un desafío inevitable, sino útil para los esfuerzos que buscan mantenerse fieles a la intención de las afirmaciones de Jesús. Es preciso integrar todo los datos en un proceso hermenéutico que estudie de nuevo para hoy el testimonio de la Escritura a la luz de la tradición.
En los debates se puntualizó que no solo las fuentes bíblicas, sino también las afirmaciones y los dogmas enseñados por el magisterio requieren una hermenéutica para ser interpretados de acuerdo con los parámetros de la vida moderna. Es obvio que, aunque la jerarquía no tiene competencia específica en cuestiones de exégesis, sí que tiene la misión de inculcar el sentido de la Escritura insertándolo en la tradición de la Iglesia. Pero para ello necesita un diálogo constante con la ciencia. Y también con gran número de personas y de parejas que buscan orientación.
Punto de referencia esencial: el anuncio del Reino
El cuadro interpretativo de conjunto en el cual se han de enunciar las respectivas interpretaciones concretas bajo forma siempre nueva, ha de ser la proclamación del reino de Dios por parte de Jesús. Ese mensaje constituye el punto de referencia para la proclamación eclesial en su conjunto respecto a la relación de pareja, el matrimonio y la familia. Es preciso que la doctrina sobre el matrimonio y la familia como auténtica sucesión de Cristo sea colocada constantemente en el cuadro de esperanza del Reino, haciendo comprender que esta buena nueva es un mensaje de liberación para la humanidad. Así quedará respetada la libertad del individuo, incentivada su sociabilidad y tenido en gran consideración el amor conyugal. Desde esta perspectiva es como hay que mostrar de nuevo la enseñanza de la Iglesia diciendo claramente a los hombres y mujeres que es un bien para ellos.
Importancia de las biografías individuales
En los diálogos se subrayó de forma particular la importancia que tienen las biografías individuales, las experiencias hechas en la vida y las actitudes frente a ella, para realizar una correcta reflexión teológica sobre el nexo entre la doctrina sobre el matrimonio y la vida conyugal. Si se quiere hacer una evaluación acertada de las actitudes y de las conductas individuales es absolutamente indispensable la integración del contexto biográfico. Una teología abstracta que no tiene en cuenta estos contextos pierde su pertinencia.
Desde tal perspectiva se hizo notar en los diálogos que personas que han vivido el fracaso de su primer matrimonio y contraído luego matrimonio civil, han tenido conciencia de culpa individual en relación con el fracaso y la separación, pero no respecto al nuevo vínculo sentimental y al nuevo matrimonio. Este último se ha experimentado como un nuevo punto de partida, como un intento de superar sus propios errores y evitarlos en la nueva relación. En el citado contexto se considera necesario someter a una nueva evaluación la vida en el matrimonio civil. No es exacto definir tal situación biográfica como un “pecado permanente”. También se subrayó con insistencia el aspecto del entrelazamiento de las biografías. Pero en todas las discusiones se tuvo demasiado poco en cuenta el destino y el sufrimiento de los hijos concernidos por esta situación.
Atención a las ciencias humanas: psicología, sociología, medicina
Aunque la necesidad de una formación teológica se mantiene indiscutida, sin embargo en la jornada se pidió reiteradamente que la doctrina eclesiástica tenga más seriamente en cuenta esas disciplinas científicas. Una teología que olvida el nexo con las ciencias humanas o que incluso las considera irrelevantes, puede llevar a un fideísmo que disocia la fe de la razón y equivale a la radical pérdida de valor de esta última. Además ello está en contradicción fundamental con el magisterio de la Iglesia.
En lo que se refiere a la doctrina de la Iglesia sobre la sexualidad y el matrimonio, lo dicho significa que hay que estar muy al día sobre los nuevos datos de la ciencia y tener en cuenta que el estado actual de los conocimientos en este campo ha progresado enormemente. Esta apertura es tanto más exigida cuanto que las normas eclesiásticas concretas en tal dominio remontan a épocas que no disponían del moderno nivel de informaciones sobre el desarrollo y la importancia de la sexualidad humana. Guiados por ese espíritu, es necesario igualmente perfeccionar las normas. En particular no se debe restringir la sexualidad humana al coito, como continúan haciendo ciertos pasajes capitales de la doctrina eclesiástica sobre el matrimonio, sino tomar en serio la sexualidad en cuanto aspecto existencial global de la persona humana. Hay que desarrollar una “mayéutica del Eros” porque no podemos dejar a los jóvenes sin orientación en medio de las corrientes del espíritu de la época.
La reconciliación de los divorciados
Se insistió en la importancia del aspecto de la reconciliación, dimensión fundamental del mensaje cristiano. En este contexto se reiteró la indispensable necesidad de un recorrido de reconciliación para todos los humanos y para todas las situaciones de la vida. Se subrayó que la reconciliación debe tener prioridad sobre el juicio y la sanción. El hecho de que para los divorciados vueltos a casar, que son activos sexualmente en su segunda unión, no pueda haber reconciliación, constituye un callejón sin salida; en la praxis eclesiástica no existe ningún paralelo de tal rechazo. Se debe superar esta situación para no seguir amenazando la credibilidad de la Iglesia cuando ella habla en general de la importancia de la reconciliación. El problema es urgente.
Para las formas de convivencia fuera del matrimonio, en cuanto se refiere al aspecto de la reconciliación, se plantea esta pregunta: ¿cómo podemos defender los propios valores sin desvalorizar otros? Se pidió particularmente tener mayor sensibilidad para encontrar un lenguaje que no se deslice hacia un estilo despreciativo, sino que use una “claridad humilde”. Aquí se vio la necesidad apremiante de seguir profundizando, para afrontar un proceso gradual. Será importante proseguir el desarrollo del “instrumentario eclesial”.
El matrimonio como sacramento
Reiteradamente se subrayó la importancia de la sacramentalidad del matrimonio: participa del sacramento radical que es la Iglesia. ¿Dónde encuentra expresión este aspecto en la praxis pastoral? Hay que tener presente que el fracaso de un matrimonio no es solo un fracaso para los cónyuges, sino también para toda la Iglesia y que, por consiguiente, la Iglesia debe también interrogarse sobre su propia responsabilidad en tal fracaso.
Por otra parte se consideró que la relativización de la sacramentalidad es un camino que lleva a un callejón sin salida. Pero lo que sí se vio como necesario es una nueva interpretación de la noción de sacramento, en la cual sea objeto de mayor reflexión la relación entre fe y salvación. Al hacerlo se ha evocado la noción de misterio, más fuertemente orientada hacia una nueva realidad de vida situada en el horizonte del reino de Dios. También se subrayó el doble carácter del sacramento de la eucaristía: este sacramento es, por una parte, signo de la unidad de la Iglesia y, por otra parte, un medio curativo y fortificante para el camino. El segundo aspecto no debe quedar en la sombra y ser obstaculizado por el primero.
“Consummatio matrimonii”
También la noción de consumación del matrimonio se discutió y profundizó, afirmando que su reducción al coito constituye un razonamiento problemático por su estrechez. Aquí subsiste, por así decir, un residuo del “ius in corpus” que el Concilio Vaticano II tuvo la intención de superar. Mientras que el Concilio colocó en el centro de la doctrina sobre el matrimonio eclesial la importancia del vínculo personal, este apego al “ius in corpus” engendra una manera inadecuada de observar el matrimonio y por ello, en último análisis, lleva a errores de juicio teológicos y morales. Frente a ello se trata de ver la sexualidad como un componente que engloba la totalidad de la persona humana integrando, con este modo de considerarla, sobre una base bíblica y en la corriente de la tradición los más recientes descubrimientos de las ciencias humanas.
Gradualidad en la actuación pastoral
En relación con el aspecto de la gradualidad se señaló que la Iglesia, por una parte, tiene que ocuparse de las personas en camino, pero que, por otra parte, también está en camino la misma Iglesia, pueblo peregrino en el camino de Dios. En cierto sentido ello causa imprecisiones, necesarias en cierta medida, en el ajuste entre la doctrina y la vida. Graduaciones, fracturas, defectos de sincronización forman parte del programa cotidiano de la praxis pastoral. Los modelos de matrimonio y de familia proponen una ambiciosa ética matrimonial y familiar que las personas consiguen realizar solo gradualmente, transformando las diferentes facetas en realidad. Por otra parte es cierto el principio de que quien ama, vive una experiencia de trascendencia.
Y así en las relaciones afectivas que no parecen corresponder a las normas de la Iglesia, se encuentran también aspectos que han de considerarse como auténticos testimonios del amor de Dios y de la acción del Espíritu. ¡Debemos buscar a Dios en todas partes! En este contexto se subrayó la importancia del concepto teológico de los “logoi spermatikoi”. Vistas las estructuras de la realidad, se le plantea a la Iglesia el desafío de superar cualquier forma de reflexión sin matices; las cosas no son sin más o blancas o negras. El tema de la homosexualidad es un problema particular que es preciso afrontar a través de reflexiones adecuadas.
Una visión y un lenguaje diferenciados
Un aspecto que surgió reiteradamente durante las discusiones fue la absoluta necesidad de utilizar un modo diferenciado de ver los problemas. Las diferenciaciones requieren un esfuerzo de reflexión, de argumentación y de acción, porque las situaciones que la vida nos plantea son complejas y exigen un modo adecuado de abordarlas. Un lenguaje que renuncia a las diferenciaciones se convierte rápidamente en despreciativo y ofensivo. Allí donde la Iglesia no se distancia de modo claro y comprensible de toda forma de discriminación, pone un obstáculo a su propio mensaje. Para profundizar en el debate y perfeccionar el lenguaje de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia será particularmente importante superar la tentación de contraposiciones simplificadoras, como por ejemplo, las de sujeto contra institución, eros contra ágape, verdad eterna contra espíritu de la época. En lo que se refiere al tema del matrimonio y la convivencia es importante subrayar de modo diferenciado tanto la tolerancia ante otras formas de convivencia, como su distinción respecto al matrimonio. Poner en evidencia el perfil particular del matrimonio no constituye ni una desvalorización ni una discriminación de otras formas de vida.
Ofrecer una orientación
Para los participantes en la jornada constituyó una preocupación central el ofrecimiento de una orientación a las personas, sobre todo a los jóvenes. Es responsabilidad de la Iglesia formular esta orientación de modo que los destinatarios consigan comprenderla sin dificultad y sea plausible para aquellos a quienes está destinada. La Iglesia no estará a la altura de esta misión más que si las relaciones entre doctrina y vida son reexaminadas con mayor precisión: en efecto, la doctrina sobre el matrimonio y la realidad del mismo comparten muy pocos puntos comunes. Además es preciso tener presente que ofrecer orientación no quiere decir desacreditar y condenar. Al contrario, es necesario para el trabajo práctico de la Iglesia desarrollar y cuidar una especie de “arte del acompañamiento”.
- Consecuencias para el desarrollo del Sínodo
Como eje central de esta importantísima jornada de estudio quedaba la afirmación de que la Iglesia tiene el deber de dar a conocer a la humanidad el mensaje liberador de Jesús. Simultáneamente debe respetar la libertad de cada individuo. En el Sínodo tiene que preguntarse: ¿qué hemos de decir hoy acerca del matrimonio a estas personas de parte del reino de Dios? No será cosa fácil encontrar una respuesta común a esta pregunta. En ningún caso debe tratarse de componendas que simplifican.
Es particularmente importante que en la Asamblea se tenga presente la discreción de los espíritus; los espíritus son diversos. ¿De qué espíritu se habla aquí? La escisión no es obra del Espíritu. Igualmente el desprestigio, las ofensas e injurias recíprocas no son obra del Espíritu. Una tosca confrontación entre “aquí nos atenemos a la verdad” y “ahí se adaptan a la moda de la época” no hace justicia a la gravedad de la situación. No se trata de rebajar el nivel de la ética cristiana frente a las modas del tiempo haciendo las cosas más fáciles. Al contrario, se trata de descubrir el matrimonio y la familia en su forma actual como una forma de vida en la fe, sin discriminar por ello a las otras.
Pero es claro que el Sínodo no puede limitarse a confirmar lo que ya existe y lo que ya se ha dicho. Textos religiosos que no hablan al corazón de las personas y que, por tanto, no las incitan a pensar y a actuar, pasan de largo y no realizan su objetivo. El Sínodo tiene la gran oportunidad de descubrir y difundir nuevamente el mensaje de Jesús sobre el matrimonio y la familia como una teología del amor.
Sobre este telón de fondo quedaba resonando la hipótesis dibujada por el Instrumentum laboris, que probablemente será el punto de partida de los debates sinodales. A saber: que las parejas divorciadas y vueltas a casar puedan emprender un camino penitencial bajo la responsabilidad del obispo diocesano con la perspectiva de una posible readmisión a los sacramentos. En resumen, una acogida no generalizada a los sacramentos, sino vinculada a situaciones particulares y a condiciones bien precisas. La propuesta tendría la ventaja de aflojar el atornillamiento a la doctrina, hoy día abiertamente cuarteado por la realidad social. Pero no ofrecería una respuesta unívoca y definitiva a las demandas que vienen de tantas parejas católicas.
Además presentaría el indudable problema de cómo gestionar concretamente las decenas de miles de parejas que potencialmente podrían emprender ese recorrido en las diócesis de las grandes metrópolis. A estas parejas difícilmente el obispo les podría garantizar un acompañamiento espiritual real, haciendo que se desvanezca con los hechos lo que se afirma en teoría. Y convirtiendo en una especie de lotería arbitraria la eventual readmisión a los sacramentos.
Septiembre de 2015
[1] Los títulos de las exposiciones y los nombres de sus autores son los siguientes: “Las palabras de Jesús sobre el matrimonio y el divorcio”, Anne-Marie Pelletier. “Reflexiones a propósito de una hermenéutica católica de la Biblia”, Thomas Söding. “La sexualidad como expresión del amor”, Eberhard Schockenhoff. “Reflexiones acerca de una teología del amor”, François-Xavier Amherdt. “El don de la vida que se nos ha dado”, P. Alain Thomasset SJ. “Reflexiones sobre una teología narrativa”, Eva-Maria Faber.