Sin misericordia, con buena conciencia

Sin misericordia, con buena conciencia

  Castillo      Es un hecho que ahora mismo hay en el mundo miles y millones de cristianos, que no tenemos la misericordia que nos pide el Evangelio y nos demanda el papa Francisco, como es igualmente un hecho que quienes vivimos sin la debida misericordia –ante tanta violencia y tanto sufrimiento (baste pensar en el angustioso problema de los refugiados)– dormimos cada noche tan tranquilos y con buena conciencia.

        ¿Cómo y por qué tranquilizamos (tanto y tan fácilmente) nuestra conciencia? Por supuesto, tenemos que recordar lo que comporta la fragilidad y la incoherencia que, de una manera o de otra, todos arrastramos. Pero a mí me parece que, en este asunto concreto, no queda todo explicado echando mano de nuestra incoherencia moral. No tenemos más misericordia porque no tenemos más generosidad. Esto es evidente.

        Pero ocurre que, además de nuestra debilidad humana, tenemos una debilidad teológica que (a mi manera de ver) resulta decisiva en este asunto. ¿En qué consiste esta “debilidad teológica”? Lo digo en pocas palabras: el Dios de los evangelios no coincide con el Dios del apóstol Pablo. Se trata, en efecto, de dos “representaciones” de Dios, que son diferentes precisamente en este punto concreto de la misericordia.

        En efecto, el Dios de los evangelios es el Dios que “quiere misericordia y no sacrificio” (Mt 9, 13; 12, 7; cf. Os 6, 6). Sin embargo, el Dios del que habla Pablo es el Dios de Abrahán (Gal 3, 16-21; Rom 4, 2-20). Ahora bien, esto significa que el Dios, que nos presenta Jesús, quiere sobre todo misericordia, no quiere sacrificio y muerte (en eso consisten los “sacrificios” rituales). Por el contrario, el Dios de Abrahán es el Dios que lo primero que impuso al patriarca bíblico fue sacrificar a su hijo Isaac en un altar (Gen 22, 1-2). Esto supuesto, el drama contradictorio, que vive y enseña la teología cristiana, consiste en que teneos que creer en el Dios de Jesús y en el Dios de Pablo (que es el Dios de Abrahán). ¿Y qué consecuencia se sigue de todo esto? Sin más remedio, se sigue la ambigüedad en que vivimos la teología y la espiritualidad que se nos enseña. Me refiero a la ambigüedad que consiste en que, para algunos, lo que importa es practicar sumisamente los sacrificios y los rituales que impone la religión. Mientras que, para otros, lo primero es tener misericordia, buenas entrañas y solidaridad con los que sufren.

        Sencillamente, el cristianismo de Pablo nos tranquiliza la conciencia, si cumplimos con la religión. Mientras que el cristianismo de Jesús solamente nos tranquiliza la conciencia, si damos la cara por los refugiados, los que pasan hambre, los enfermos, los que sufren. ¿Queda claro por qué somos tantos los cristianos que “sin misericordia vivimos con buena conciencia?

Los móviles y los rezos

Los móviles y los rezos

Castillo

El Nobel de Química, Harold Kroto, ha dicho a los periodistas, hace sólo unos días (El País, 29.XII.2015), que “si tu móvil fuese tan efectivo como rezar no lo comprarías”. Por supuesto. Y la gente lo sabe. Yo veo por todas partes a muchas personas enganchadas al móvil. Gente rezando, cada día se ve menos. ¿Quiere decir esto que el profesor Kroto ha dado en el clavo? Hay una cosa evidente que Kroto no ha tenido en cuenta.  Los móviles se utilizan para relacionarse con los humanos. Los rezos se utilizan para relacionarse con Dios. Equiparar los móviles con los rezos es una cosa que se me antoja tan absurda como utilizar los móviles para hablar con los mosquitos.

 

Cuando los científicos se meten a hacer de teólogos, cometen el mismo despropósito que cuando los teólogos se meten a hacer de científicos. El día que los hombres de la religión condenaron a Galileo, ocurrió algo parecido a lo que pasa ahora cuando Stephen Hawking se pone a decir con todo aplomo que Dios no existe. Respetemos las competencias que son propias de cada ámbito. Una cosa es el “saber”, que brota de la demostración científica. Y otra cosa es el “creer”, que brota de la convicción libre. Los humanos necesitamos de los saberes que nos proporciona la demostración científica. Pero necesitamos también de las convicciones que movilizan nuestras conductas. Si no tuviéramos los conocimientos científicos que nos proporciona la física, la química, la biología…, viviríamos todavía en las cavernas. Pero tan cierto como eso es que, si a estas alturas no tuviéramos las convicciones y las creencias que  generan nuestros comportamientos, no existirían los derechos, la ética, la psicología, ni se habrían desarrollado los sentimientos humanos que motivan nuestra esperanza, hacen  más soportable la convivencia y nos dan alguna forma de respuesta a preguntas que todo el mundo se hace, por ejemplo sobre el sentido de la vida, el porqué de la generosidad y la solidaridad y si nos queda todavía alguna confianza en ese misterioso futuro que anhelamos aunque sean pocos los que lo dicen.

 

Que necesitamos la ciencia y la tecnología, ¿quién va a discutir eso? Pero tan cierto como eso es que necesitamos controlar nuestros deseos, orientar nuestras convicciones, educar los sentimientos de cariño y odio. No es lo mismo “el ser humano” que “ser humano”. La ciencia y la tecnología sustentan y potencian a “el ser humano”. La fe, la bondad, el cariño, la honradez, nos hacen más “humanos”. La vida necesita estos dos pies para avanzar. Por favor, que nadie – por más sabio que sea -, intente dejarnos cojos.

 Cuestión de sentimientos

 Cuestión de sentimientos

pedro_zabala Pedro Zabala es suscriptor y amigo de Iglesia Viva. Riojano, profesor jubilado de Filosofía del Derecho y miembro de comunidades cristianas. en Logroño. Espontáneamente nos ha enviado este artículo para el blog de iviva para relanzar el Debate que inició Jaume Botey

En el nº 263 de nuestra Revista Iglesia Viva hay un artículo de Jaume Botey  “El nacionalismo catalán y los sentimientos”, dentro de una sección A Debate. Con mucho respeto y atención he leído el artículo mencionado, en el que defiende que el nacionalismo debe ser lo suficientemente “abierto” para acoger a otros sin perder su identidad y suficientemente “cerrado” para mantenerla sin ser excluyente.

Como el meollo de la cuestión es qué sea eso de la IDENTIDAD, difícil de explicar si no se apela a sentimientos, empezaré a aclarar cuál es mi perspectiva: no soy nacionalista, ni del centrípeto, ni de los periféricos. Soy riojano, y como tal fronterizo, e ideológicamente defensor de un federalismo autogestionario. Para mí, está muy claro que una cosa son las naciones culturales y otra las políticas. Una nación cultural es siempre mestiza, heterogénea, sin límites claros, forja de una historia en continua evolución, con algunos signos distintivos. Ejemplo de nación cultural, para mí, es el Pueblo judío, lanzado al exilio tras la destrucción de Jerusalén por los romanos, que hizo de la Torá el eje de su identidad, a pesar de su dispersión por varios países. Otra cosa es el Estado de Israel, nación política, creada en el siglo XX por el sionismo y varias potencias europeas.

Una nación cultural es plural en sus hablas, en sus derechos, en sus instituciones. Las naciones culturales tienen en común ser comunidades abiertas hacia dentro y hacia fuera. No son uniformes, no necesitan una autoridad común, ni una identidad política. ¿Forman una nación cultural basada en el idioma, Alemania, Austria, los cantones germanófonos de Suiza, los Sudetes y la Prusia Oriental, hoy territorio polaco?. La nación política nace con la Revolución Francesa, se identifica con el Tercer Estado del Antiguo Régimen y parte del principio teórico de igualdad de todos ante la ley. Defiende una sola lengua -aplastando las demás dentro de su territorio e incluso las formas dialectales de la oficial- una sola ley y una única soberanía -la de nación, recogiendo la de los monarcas absolutos- y unas fronteras que separan rígidamente la nación propia de la ajena. La distinción entre nacionales y extranjeros es absoluta. Las naciones políticas son un constructo artificial, creado por su nacionalismo correspondiente. Y todos los nacionalismos que han existido han basado su propaganda en estigmatizar uno o varios nacionalismos rivales, considerándose víctimas de los mismos. El español del francés y del británico, el catalán, el vasco o el gallego del español. El nacionalismo se convierte así en una religión, con sus profetas, sus mitos y sus ritos. Celebrar derrotas parece ser uno de los preferidos. Por eso, intentar desmontar racionalmente los nacionalismos es tarea harto difícil. Se trata de sentimientos capaces de nublar las mentes.

Todos conocemos las aberraciones extremas a que han llevado a cabo, hasta nuestros días, los nacionalismos agresivos en territorios en conflicto. Desde las limpiezas étnicas, los genocidios, los traslados forzosos de poblaciones. Los ataques a los “traidores” que no comparten el nacionalismo oficial son constantes. Lo sucedido en las repúblicas balcánicas o lo acontecimientos recientes en Ucrania son buena prueba de ello. La actitud nacionalista también de las grandes potencias apoyando movimientos secesionistas u oponiéndose a ellos, si conviene a sus intereses, es buena prueba.

En la Hispania de nuestros pecados, hubo antes de la recepción nacionalista, un imperio aglutinado en torno a la religión católica, convertida en única tras expulsión de judíos y moriscos y la persecución de los herejes y en la lealtad al mismo rey. Imperio que se articulaba en torno a dos ejes: el reino de Castilla, donde la voluntad regia se imponía sin cortapisas y el Casal de Aragó, confederación catalanoaragonesa, cuyo sentido de libertades concretas se plasmaba en las palabras con que Alfonso II de Valencia respondió a las quejas de Leonor de Castilla: ”Reyna, el nostre poble es franch, e no es axí subyugat como es lo poble de Castella, car ellos tenen a Nos como a senyor, e Nos a ells como com a bons vasalls e compayons”. Sistema de libertades compartidas que acabó con la victoria de Felipe de Anjou en la guerra de Sucesión y el castigo de los partidarios del Archiduque Carlos, con los Decretos de Nueva Planta que implantaron un régimen absolutista, con la sóla excepción de Navarra y las Provincias Vascas que habían acatado el testamento de Carlos II.

La nación política española nació en Cádiz con la Constitución de 1812. Inspirada en el jacobinismo francés, pretendió seguir los pasos de los revolucionarios franceses. Pero, a mi juicio, está muy lejos de haberse consolidado. Varias causas han contribuído: La pervivencia del poder fáctico de la Iglesia católica (las leyes desamortizadoras le privaron de muchos de sus bienes territoriales, pero fue compensada con partidas del presupuesto estatal); la emancipación de las antiguas colonias por obra de los nacionalismos criollos emergentes; la falta de una reforma agraria que permitió a la gran nobleza la conservación de sus latifundios; la debilidad de la fiscalidad estatal que impidió durante mucho tiempo la implantación de una escuela nacional adoctrinadora; las exenciones al servicio militar obligatorio a cambio del pago de una cuota que permitió a las familias adineradas librar a sus hijos, incluso con ocasión de las guerras de Cuba y Marruecos; el surgimiento por reacción de nacionalismos periféricos, que amparándose en el aplastamiento de las naciones culturales en que se asientan, repiten las estrategias del central. Nuestra última guerra civil con el triunfo de una dictadura que hipertrofió el nacionalismo españolista y se legitimó con el nacionalcatolicismo. La transición política se tradujo en una Constitución y unas Autonomías que intentaron ser una transacción entre el nacionalismo central y los periféricos. Los grandes medios de comunicación -escritos y audiovisuales- pretenden vergonzosamente defender el españolismo y la homogeneización cultural. Al habernos incorporado a la Unión Europea y cedido parcelas de la soberanía estatal, estamos a merced del neoliberalismo que la inspira y dicta la política que sufrimos. ¿Qué queda del nacionalismo español?. Salvo para ciertos nostálgicos, ¿no se ha reducido a lo que hoy se llama la Marca España, cuyos aportes sentimentales más profundos son la selección nacional de fútbol -mientras siga acumulando triunfos-y los éxitos de las grandes empresas -originariamente españolas- en el exterior?. Claro que el desafío catalanista ha hecho reverdecer el españolismo antes reducido a un nacionalismo banal, impregnador de mentes inconscientes del mismo.

La cuestión esperpéntica planteada hoy dramáticamente es de todos conocida. ¿Cómo hemos podido llegar a esto?. Hay que denunciar la manipulación de la historia que cometen todos los nacionalismos -estatales o no- para adoctrinar a sus seguidores. En el pasado tenemos hechos para todos los gustos, sobre todo si los interpretamos con las anteojeras de las pasiones actuales. Ningún pueblo tiene un pasado idílico, sus luchas internas han sido constantes y las alianzas de sus capas dirigentes con las de otros Pueblos a los que hoy se quiere presentar como enemigos también han sido harto frecuentes.

 Cataluña, esa antigua nación cultural, como todos los Pueblos del mundo es, desde sus orígenes, una tierra mestiza. Uno de sus valles pirenaicos, el de Arán, lleva un nombre que es una redundancia: Arán en euskara, significa valle, y su habla propia no es el catalán, sino el aranés, variante del idioma gascón o wascón. Peculiaridad lingüística reconocida en el Estatut. Es curioso el modo cómo se incorporó al Condado de Barcelona: a través de un contrato de concubinato, refrendado por todos los obispos y nobles del Principado, entre Jaume I, ya casado, y la señora del Valle: si tenían descendencia, el hijo lo heredaba, pero enfeudado al Condado de Barcelona. Como Andorra tenía tenía dos señores, el obispo de Seo de Urgell y el rey franco, es una excepción dentro de esa línea de incorporación. La política de Jaume I quiso crear un conjunto de comunidades políticas federadas por un sólo monarca, Aragón, Cataluña, Valencia, Mallorca, y otros territorios a caballo de los Pirineos, pero fracasó por la conjunción política del Papado y el reino de Francia. La puntilla sería posteriormente con la cruzada contra los cátaros.

Por eso, es un error de la mitología españolista defender que Cataluña perteneció al reino de Aragón. Una cosa era este reino y otra la Corona de Aragón, el Casal de Aragó, al que pertenecían tanto el reino de este nombre como el principado de Cataluña, los reinos de Valencia y Mallorca (Baleares) y en la época de su máxima expansión por el Mediterráneo, Cerdeña, Nápoles y Sicilia.

La historia de Cataluña no fue tan idílica como nos pinta su nacionalismo. La oposición entre Cataluña Vieja, territorio feudal, y los centros urbanos de Barcelona, Lleida, Tarragona Y Tortosa, con un derecho distinto, basado en el romano y favorable a libertades ciudadanas, fue constante. Los malos usos de los payeses, sometidos a atropellos constantes, fueron motivos de múltiples revueltas, amortiguadas después de la sentencia arbitral de Fernando el Católico. El problema de su bandolerismo endémico y los enfrentamientos, mal resueltos, entre la Busca y la Biga, son parte de esa historia. En la época moderna las luchas sindicalistas contra la burguesía dieron lugar a sangrientos sucesos y represiones.

Los puertos del Mediterráneo, se regían por un derecho no de origen político, sino consuetudinario común a todos ellos, recogido en el Libro del Consolat del Mar. Muestra de que no existían aún las naciones políticas.

Cataluña tiene sus símbolos, algunos de ellos tremendamente emocionales. Como la barretina, gorro anatolio y la sardana, esa danza civilizada, abierta a cuantos quieran participar en ella, signo de una fraternidad comunitaria, con claro origen helénico. Pero modernamente también, como expresión mestiza, las rumbas que popularizara Peret. Y el Barça mucho más que un club, fue fundado por un suizo y su máxima estrella actual es argentino.

El desarrollo económico catalán se debió a la iniciativa de una burguesía emprendedora y al trabajo de millares de emigrantes que venidos de todos los rincones de la Península, aportaron su esfuerzo. Algunos los calificaron despectivamente de charnegos. Pero allí se quedaron y contrajeron matrimonios, incrementando la tradición mestiza de Cataluña. Hablaban la mayoría esa lingua franca que es el castellano desde hace siglos. Pero enseguida, aunque no lo hablaran, comprendieron el catalán, en la fábricas, en los calles, en los comercios y hasta en sus casas, en un ejemplar ejercicio de convivencia sesquilingüísta.

Dos exabruptos de políticos catalanistas han levantado ampollas. El primero en forma de slogan: España nos roba es una mentira engendradora de odio. En España hay ladrones sí y de guante blanco. Roban mucho y a los que menos tienen, sean de Cataluña o de las Hurdes. Y esos ladrones egregios pueden ser catalanes o de cualquier rincón de las Españas. El segundo es la pretensión expansionista, basada en el idioma, de que se incorporen al proyectado Estado catalán, no sólo el Rosellón -la Cataluña norte-, sino también Valencia, Baleares y la Franja aragonesa contigua. ¿Por qué no Andorra?. ¿Por su tradición de paraíso fiscal?.

Son significativas las alianzas durante los siglos XIX y XX de las burguesías catalana y vasca, en defensa de sus industrias textiles y siderúrgicas, con los terratenientes latifundistas del centro y del sur, para implantar un proteccionismo aduanero que les protegiera de la competencia exterior.

Lo que no alcanzo a comprender es la alianza que parece haberse dado en Cataluña, que Jaume describe muy bien, entre clases trabajadoras y la corrupta oligarquía autóctona capitalista, en contra del Estado español. Esa alianza contra natura habrá hecho estremecer en sus tumbas a Durruti y a Alfonso Carlos Comín, si herederos suyos están en esa mezcolanza. ¿No sería igual de escandaloso si los trabajadores del resto de las Esapañas se aliasen con el gobierno títere del neocapitalismo, para oponerse al desafío secesionista catalán?.

A mi entender, esos enfrentamientos entre Gobierno central y Generalitat son meras cortinas de humo para taparse mutuamente sus corrupciones endémicas y, sobre todo, hacernos olvidar el secesionismo de los ricos que han roto con el pueblo y la Casa común, tras el triunfo sin rivales del neoliberalismo.

No soy teólogo, ni apelaré a documentos pontificios, sólo quiero recordar la Carta a Diogneto que refleja la vida de los primeros seguidores de Jesús: vivían como extranjeros en su propia patria y como nacionales en la ajena. Eso es cuestión de sentimientos sí, pero más profundos. En esa línea sueño y lucho por una serie de patrias escalonadas, donde los poderes vayan de abajo arriba, desde lo más local a la gran MATRIA, la familia humana en nuestro único planeta. Sin ninguna identidad excluyente ni absorbente, cada persona con las suyas, múltiples y mestizas.

Teresa de Jesús y los dineros

Teresa de Jesús y los dineros

Teresa de JesúsJosé Centeno García es un veterano suscriptor de Iglesia Viva y Frontera. Ha respondido a nuestra invitación de participar en este blog, que hacíamos en nuestro último número, y nos ha enviado este artículo, que sigue siendo muy actual, aunque se haya clausurado el centenario. Destaca en él el realismo y buen juicio de la gran mujer que fue Teresa.

 

“Siempre he miedo a estos muchos dineros”

Santa, pero mujer 

El aspecto más humano de Teresa, la mujer del día a día no se ha dado a conocer a pesar de la abundante información. Es conocida como La Santa, que dicen en Ávila. Sus arrobamientos místicos han obscurecido su gran personalidad humana. Cualquier santo es tanto más admirado y sugerente cuanto más se le conoce como ser humano. Historiadores, artistas, escritores, pensadores, filósofos, antropólogos, etc. Muchas personalidades, no solo creyentes, también ateos o agnósticos o indiferentes se ha interesado por esta mujer.

Casi siempre se nos ha trasmitido la espiritualidad de los santos desencarnada de su vida diaria y del contexto histórico imprescindible para comprenderles. Cómo son las relaciones de Teresa con su familia, su descendencia judeoconversa, pertenencia a una clase social media acomodada de hijosdalgo, sus relaciones con la aristocracia y altas jerarquías de la Iglesia y del Reino, los libros que leía, su vida juvenil de chica presumida, habladora, que la gustaba ser agradable y relacionarse. Aunque a algunos no les agrada la palabra, era feminista; protesta en sus escritos contra la baja estima o desprecio que eclesiásticos y civiles tenían de las mujeres, que las sometían a criar hijos, y a la monjas a hilar y a recitar de memoria las oraciones y no a pensar. Abundaron sus quejas contra los inquisidores que prohibieron la lectura no solo de la Biblia, sino también de muchos libros espirituales. Son numerosas sus críticas sociales a la “honra” y a la “casta de los cristianos viejos” y a las apariencias sociales. Para ella no hay ninguna otra honra que las virtudes y ser hija de Dios. Rompe con la costumbre de no admitir monjas que no sean de sangre limpia; de hecho gran parte de las que entraron en sus monasterios eran de familias judeoconversas.

 

Los dineros están presentes en todos sus escritos                                             

¿Qué lugar ocupa en la vida de Teresa de Jesús? El dinero, los bienes, las riquezas, las necesidades materiales, la comida, los quehaceres de cada día, están a la orden del día en sus escritos.

Teresa de Jesús al ser descendiente de judeoconversos, aunque nunca lo dice abiertamente, está habituada a la mentalidad mercantil propios de los judíos. Pertenece la clase media acomodada.

El primer escrito que se conserva de Teresa, cuando tiene 31 años, es una carta al rentero que se hizo cargo del palomar de los Ahumada para decirle hágame merced de pagar el trigo, porque yo no lo tengo, porque el señor Martín de Guzmán (cuñado de Teresa) holgará de ello y lo pagará que ansí se suele hacer. En la última carta escribe también entre otras cosas sobre los dineros.

En sus escritos de todo tipo, no solo en las cartas, también en los más místicos, alude con frecuencia al dinero, a las riquezas, al oro, los diamantes, los bienes, etc. Por ejemplo, dice que el alma es todo un diamante realizado por el Vidriero Divino y con oro de lo más subido. Afirma que las obras divinas son oro, joyas, piedras preciosas. Las obras humanas son “el carnado de cobre”, moneda de ínfimo valor que estaba fuera de curso legal. En las Moradas del Castillo Interior hay una transposición descriptiva de la grandezas y riquezas de los castillos al Castillo o Morada donde habita el Señor Dios Nuestro.

 Los dineros saltan en cada página aunque lo grandioso de ella es la profunda o alta espiritualidad de la unión con Dios tal y como escribe en sus libros sobre los distintos grados de la oración, de la unión mística con Dios bajo las palabra de Desposorios y del Matrimonio espiritual con Dios. Sin embargo los dineros o las riquezas son siempre un tema recurrente en su vida y escritos.

Pequeños monasterios de pobreza o de limosna

El destino de la mujer era ser esposa, servir al marido y a los hijos o soltera cuidando a los padres o al convento a sirviendo a Dios bajo la vigilancia de los clérigos. No se concebía una mujer sola en la vida. En 1536 con 21 años, Teresa, contra la voluntad de su padre que la buscaba un esposo de su rango, se escapó de casa para ingresar en el convento de la Encarnación. De acuerdo con un hermano “concertamos entrambos de irnos un día, muy de mañana, al monasterio a donde estaba aquella mi amiga que era al que yo tenía mucha afición.

El monasterio de la Encarnación había más de ciento cincuenta mujeres, no todas monjas, porque algunas de familias ricas entraban con sus criadas, recibían visitas de todo tipo en sus celdas que a veces tenían cocina. Otras dormían en pequeñas celdas o dormitorios corridos. La clausura se infringía por cualquier excusa. Había dentro las diferencia de clases de la sociedad. Las “freiras” eran en la práctica sirvientas. Unas vivían muy bien, otras pasando hambre y frío. Más que conventos, eran similares a beaterios donde ingresaban mujeres que se quedaban solteras, o que no querían casarse como le sucedió a Teresa. La vida era muy relajada como en la mayoría de los conventos. Teresa que es muy profunda y radical aspiraba con otras a otro tipo de vida más auténtico. Deciden salirse con algunas y fundar un monasterio que sea casa de oración, contemplación, pobreza y recogimiento. Una casa para una comunidad de doce o trece monjas, como Jesús y los discípulos.

La primera fundación es el monasterio de San José de Ávila en 1562. Quiso que fuera un monasterio en que viviesen de limosnas o de pobreza como le llamaba ella. Tuvo una muy fuerte oposición de la Encarnación y también de ciudad. Estamos en 1562, Teresa tenía 45 años y llevaba 27 años en la Encarnación. Debía obtener un permiso civil y otro del obispo. En aquella segunda mitad del siglo XVI había en el Reino una gran crisis económica por los muchos gastos que ocasionaban las guerras del rey Felipe II. Las autoridades y los demás conventos se resistían a permitir un convento más al que había que sufragar con más limosnas con los muchos que ya había. Las limosnas fueron disminuyendo como veremos más adelante.

Su intención es fundar conventos de pobreza, sin dote, y vivir de limosnas, para evitar la desigualdad que producen las dotes entre las hermanas, Para ello establece sus monasterios en las ciudades más importantes y, salvo alguna excepción, no se plantea fundar en los pueblos. Pero las dificultades económicas atemperó el principio de conventos de pobreza, sin dotes, tenía el peligro de convertirse en albergues de menesterosas. Sus conventos se nutrieron principalmente de mujeres de extracción burguesa. No admitía a analfabetas que no supiesen rezar el oficio divino. Vivir de rentas, no del trabajo, era el ideal y la honra del castellano pudiente. Ella, al contrario, desea vivir de limosna y sólo si es necesario del trabajo. Los conversos siempre fueron laboriosos por eso no descarta del todo el trabajo. Hase de vivir de limosna siempre, sin ninguna renta mientras se pudiere sufrir (Constit.9).

El realismo la obligó a adoptar decisiones flexibles y admitir algún trabajo en los lugares pequeños donde no hay limosnas porque en las partes que he fundado con renta es en lugares pequeños, que, o no se ha de hacer, o ha de ser así, porque no hay como se pueda sustentar.

En 1568 debido a las graves dificultades económicas de las dos fundaciones primeras de San José de Ávila y del de Medina del Campo, transigió en fundar también monasterios de renta, como el de Malagón. En adelante fue simultaneando unos y otros, según las posibilidades. En total fundó 17 conventos en veinte años, diez de pobreza y siete de renta. A partir de 1579 cinco “de pobreza” tuvieron que pasar a ser de renta. Teresa es mujer eminentemente práctica.

Las familias bienhechoras, como solía suceder, costeaban iglesias, capillas o protegían monasterios para que intercediesen por sus almas y asegurarse el cielo con misas a perpetuidad. Teresa no se conforma con que la prometan los ducados suficientes para sus nuevas fundaciones. Ella exige firmar un contrato para que luego no se vuelvan atrás. Las rentas en lo posible no sean de casas o tierras, sino donaciones en dinero, en “juros” (fondos) o “censos” (créditos hipotecarios, con obligación de pagar una cierta cantidad de dinero anual). Admitan donaciones de tierras, dice a sus monjas, solamente si están muy cerca del convento donde puedan fácilmente desplazarse a cobrar la renta anual a los renteros porque si no al final se pierden.

Las fundaciones debían de hacerse en pueblos con más de mil vecinos, importantes, con movimiento mercantil, en los que habitasen mercaderes y fluyese el dinero donde las familias de la alta sociedad facilitasen limosnas y donaciones. Deben estar bien comunicados no lejos del caserío para que puedan ser visitados y los donantes acedan sin dificultad. Sus fundaciones fueron en las ciudades más importantes de entonces: Medina del Campo, Valladolid, Toledo, Salamanca, Segovia, Sevilla, Burgos, etc. además de Ávila.

Los bienes y las monjas

Desea que las monjas no tomen dote para evitar desigualdades dentro del convento, pero ante las muchas necesidades admite que aporten lo que puedan y si son ricas exige la dote, pero ninguna mujer se queda fuera por no tener dote. Si las monjas son muy para nosotras, que no hemos de mirar tanto el dote (Carta 176,5). Es un deleite para mí cada vez que tomo alguna que no trae nada, sino que se toma sólo por Dios (Carta 61,4). Teresa concibe el dote, así se decía entonces, como una donación y se utiliza para pagar deudas y comprar casas, muchas veces en mal estado, para las fundaciones o hacer obras y arreglos en los conventos. Acá en esta casa andan en habla (entran) dos monjas con mil y quinientos ducados, de Burgos, y son –dicen– muy buenas y harto menester para la obra y cercarla que con otra monja se acabará todo (Carta 223,7)

Las monjas no salen a pedir limosna, viven de las limosnas que reciban; no trabajan para subsistir. Tienen que estar dedicadas a la oración. No tienen, como otros monasterios, “casas de labor” (talleres) para vivir de su trabajo. No obstante pueden hacer la rueca solamente en los tiempos libres para no estar ociosas, y así, sí pueden sacarse algún dinero.

Como es muy realista admite en las Constituciones que en situaciones extremas ayúdense con la labor de sus manos como hacía San Pablo, que el Señor les proveerá de lo necesario, pero que no sean trabajos curiosos, sino hilar o coser y en cosas que no sean tan primorosas que ocupen el pensamiento para no le tener en Nuestro Señor; no en cosas de oro, ni plata, ni se porfíe en lo que han de dar por ello. Las hermanas no pueden poseer ninguna cosa en sus celdas ni para comer, ni para vestir, ni tengan arca, ni arquilla, ni cajón ni alacena… sino que todo sea en común (Constit, 2)

Teresa está pendiente de las necesidades económicas de los monasterios

Antes de emprender una viaje para una fundación, Teresa, por medio de sus confesores o relaciones que tiene con la alta sociedad (su familia, aunque venida a menos, estaba bien relacionada) busca casas que tengan huerta y agua donde instalar el nuevo monasterio. Ella se ocupa de las transacciones para adquirirlas. Muchas veces las casas no son adecuadas como sucedió en Valladolid, están en mal estado o el propietario, en Burgos, a última hora se vuelve atrás o especula exigiendo más dinero Siempre viaja con dos o tres hermanas fundadoras y un fraile a la ciudad donde van a fundar. Se ven obligadas a dormir al aire libre, en posadas o en la calle o cobertizos hasta que la ceden o les entreguen la casa.

La casa que recibió en Valladolid junto al río Pisuerga en la huerta de Río Olmos, no reunía buenas condiciones, era insalubre y alejada un cuarto de legua (poco más de un kilómetro) de la ciudad. Como de momento no había otra cosa, hubo que adecentar la casa para vivir las monjas. Escribe en la Fundaciones, hice muy secretamente venir oficiales y comencé a hacer tapias para lo que tocaba al recogimiento. Abandonó la casa unas semanas después por insalubre siendo acogidas en unas habitaciones del palacio de María de Mendoza, hermana del obispo de Ávila, donde hicieron vida monástica, hasta que varios meses más tarde compró otra casa en el actual emplazamiento.

Teresa no deja la nueva fundación hasta que haya dejado a sus hermanas establecidas. Que nunca hasta dejar casa propia y recogida y acomodada a mi querer, dejar ningún monasterio, ni he dejado. Que en esto me hacía Dios mucha merced, que en el trabajo gustaba ser la primera, y en todas las cosas para su descanso y acomodamiento procuraba hasta las muy menudas, como si toda mi vida hubiera de vivir en aquella casa; y así me daba gran alegría cuando quedaban muy bien (Fundaciones 19,6). En Burgos tuvo que permanecer cinco meses hasta dejar a sus hermanas en sitio definitivo.

Porque yo siempre he pretendido que los monasterios que fundaba con renta la tuviesen tan bastante que no hayan menester las monjas a sus deudos, ni a ninguno, sino que de comer y el vestir les den todo lo necesario en la casa, y a las enfermas muy bien curadas, porque de faltarles lo necesario vienen muchos inconvenientes. Y para hacer muchos monasterios de pobreza sin renta nunca me falta corazón y confianza, con certidumbre que no les ha Dios de faltar, y para hacerlos de renta y con poca, todo me falta; por mejor tengo que no se funden. A las enfermas hay que darlas su buena ración de carne aunque sea viernes

Introduce la contabilidad

Teresa manda que lleven una contabilidad diaria en cada convento con los ingresos y gastos. La limosna que diere el Señor en dinero se ponga siempre en el arca de las tres llaves luego; salvo si no fuere de nueve o diez ducados abajo, que se darán a la clavaria que a la priora le pareciere, y ella dé a la procuradora lo que dijere la priora que gaste. Y cada noche, antes que tañan a silencio, dé cuenta a la priora o a la dicha clavaria por menudo. Y hecha la cuenta, póngase por junto en el libro que haya en el convento, para dar cuenta al visitador cada año. Deo gracias. (Constit 2)

 En el monasterio de Medina del Campo se conservan aún los primeros documentos contables. Por ejemplo en los años 1569-1571 ingresaron en total 207,8 ducados. 202 fueron de limosnas y el resto 5,7 de sus trabajos. Quince años más tarde en 1584-1585, debido a la penuria económica había pasado a ser de renta ingresaron 1000,9 ducados (cinco veces más) de los cuales 116 de limosnas (la mitad que en el otro bienio), 358 de dotes y 397 de censos y juros. Hay que tener en cuenta una fuerte inflación. El coste total de alimentación y obras por monja en 1562 era de 47 ducados. En 1585 de 68 ducados. En su libro de Modo de visitar los conventos previene contra el error de que las prioras sean gastadoras.

 Involucrada en el testamento de su hermano Lorenzo

 Tuvo siempre una relación muy estrecha con su hermano Lorenzo cuatro años más joven. Fue a las Indias en 1540 como casi todos sus hermanos y regresó viudo con tres hijos en 1572. Teresa tenía 60 años y le ayudó a adaptarse en Ávila. Entre otras cosas le orientó dónde invertir los dineros traídos de ultramar. Como en los últimos trece años había fundado ya once monasterios tenía larga experiencia en obras de construcción, compra-venta de casas y fincas, negocios, alquileres, rentas, pleitos y préstamos. Ella le ayudó a comprar una finca en la Serna, cerca de Ávila fue donde iría a vivir. Lorenzo la correspondió con donaciones y préstamos en el resto de las fundaciones. Ya lo había hecho antes desde las Indias. Se llevaba tan bien con él que hasta tenían confidencias espirituales. Él la encomendó a su hija pequeña de 8 años, Teresita, que vivió en el convento y estuvo siempre al lado de su tía, fue monja y la asistió los últimos años de su vida.

Tuvo que intervenir en el testamento de su hermano Lorenzo muy favorable a su hija Teresita, la monja, y al convento de San José. Falleció Lorenzo en 1580 de repente dos años antes que Teresa. El otro hermano, Pedro de Ahumada que era muy irresponsable, fue nombrado administrador y testamentario y tutor de sus sobrinos huérfanos Francisco y Teresita. La suegra de Francisco impugna el testamento para evitar que vayan los dineros al convento de San José y Teresita; pero ésta que no tenía buenas con su tía Teresa de Jesús, renunció a su parte en favor de su hermano Francisco. Tuvieron que negociar las monjas de San José con la familia la parte correspondiente al convento.

Se gana dejándolo todo

A pesar de estar tan involucrada en intervenir en tantos negocios ella también escribe sobre lo que piensa del dinero y las riquezas:

Si con ellos (dineros) se pudiese comprar el bien que ahora veo en mí, tuviéralos en mucho, más ve que este bien se gana dejándolo todo. ¿Qué es esto que se compra con estos dineros que deseamos? ¿es cosa de precio?, ¿es cosa durable y para qué los queremos?… Muchas veces se procura con ellos el infierno y se compra el fuego perdurable y pena sin fin… ¡Con qué amistad se tratarían todos si faltase interés de honra y de dineros! Tengo para mí que se remediaría todo (Vida 20,27)

Que yo me río y me congojo de las cosas que nos vienen a encargar, que supliquemos a Su Majestad rentas y dineros, y algunas personas que querría yo que suplicasen a Dios los repisasen (pateasen) todos. Ellos buena intención tienen, y allá lo encomiendo a Dios, por decir verdad, aunque tengo para mí que en estas cosas nunca me oye (Cam Perfec 1,5)

Nunca dejéis de recibir las que vienen a ser monjas… porque no tengan bienes de fortuna, si tienen virtudes (Fundac 27,13)

José Centeno

Dic 2014

Diferencias y desigualdad

Diferencias y desigualdad

Castillo        Dicen los entendidos en filosofía del derecho que la “igualdad” es un término normativo. Y eso quiere decir que los “diferentes” deben ser respetados y tratados como iguales. Por otra parte, la “diferencia” es un término descriptivo. Y esto quiere decir simplemente que entre las personas hay diferencias (L. Ferrajoli).

        Pues bien, si todo esto es así, la primera tarea del derecho tendría que ser constituirse en “la ley del más débil”, como bien ha repetido el mismo Ferrajoli. Es decir, el derecho tendría que estar pensado y gestionado de forma que, en la realidad de la vida, las leyes tuvieran la fuerza y la eficacia de ir igualando normativamente a quienes las diferencias se han encargado de ponerlos en los niveles más bajos de la sociedad. Lo que exigiría revisar muy a fondo tantas y tantas cosas que ponen a unos por encima de otros. Con lo que el derecho se convierte, muchas veces, en una serie de leyes que sirven para poco en la vida real. O sea, en el mundo de la diferencias.

        Me explico. La igualdad entre las personas depende, por supuesto, del derecho. Pero no sólo del derecho. Depende también –y en gran medida– de la economía, de la cultura, de la religión y de tantas otras cosas. Por ejemplo, todos tenemos el mismo derecho a una vivienda digna. Pero si no tienes dinero para pagarla, con el solo derecho puede ocurrir que tengas que vivir debajo de un puente. Como también es cierto que todos tenemos el mismo derecho a un trabajo, a una educación, a una sanidad, etc, etc. Pero si la economía está organizada de forma que unos trabajos se pagan de forma que ya no queda dinero para pagar a los demás, pues con sus derechos y todo, habrá cantidad de gente que no encuentre trabajo, al tiempo que otros cobrarán dos o tres sueldos.

        Y es que, si yo me estoy explicando bien, para que eso de la igualdad sea cierto, habría que organizar de otra manera el derecho de propiedad. No me cabe en la cabeza que haya gente que anda voceando lo de la igualdad en dignidad y derechos, al tiempo que uno se entera de que esos dignísimos voceros de derechos e igualdades se compran pisos, pagan buenas carreras para sus hijos, se costean caprichos y otras vanidades, etc, etc.

        Lo mismo que, si pensamos en el asunto de la religión y sus creencias, no olvidemos que las religiones y los grupos religiosos, aseguran que Dios es quien ha establecido las desigualdades. Y es Dios también el que quiere que tales desigualdades se mantengan. Por ejemplo, las religiones dicen que los hombres y las mujeres, no sólo son diferentes, sino que son también desiguales. Los obispos no son iguales que los curas. Y los curas no son iguales que los laicos. Los creyentes no son iguales que los ateos.

        Y para terminar: si las desigualdades son causa de violencias –que lo son–, nos vendría bien a todos (a mí el primero) ser más cuidadosos cuando nos quejamos de los violentos. Porque bien puede suceder que, en esto de la violencia, abunden los lobos con piel de oveja. Y es que, últimamente, los lobos se han multiplicado más de lo que imaginamos. Lo que ocurre es que no los vemos.

Cómo llegó el Papa a ser infalible

Cómo llegó el Papa a ser infalible

ALCAINACelso Alcaina, Dr. Teología Bíblica y Filología, Lic.Derecho y Exoficial del Vaticano (Congregación para la Defensa de la Fe) ha escrito este artículo, el día 15.11.15 en su blog Enigma.

“Yo no soy ni seré infalible”. Los alumnos del Colegio Español de Roma no dábamos crédito a cuanto estábamos escuchando. Era un papa quien pronunciaba esa frase. Juan XXIII, hasta hacía pocos días Angelo Giuseppe Roncalli.  El sucesor de Pío XII, quien había reafirmado su infalibilidad con la proclamación de un dogma, el de la Asunción de María.

Meditación sobre el 13-N

Meditación sobre el 13-N

 

faus

Sobre el terror en París

Por José Ignacio González Faus

Escribo estas reflexiones sobre todo para mí mismo: por necesidad de serenarme ante la barbarie del atentado del viernes en París. Temo que muchos no las acepten. Pediría que intenten reflexionarlas antes de condenarlas.

La Iglesia italiana: de Camilo Ruini al Don Camilo de Francisco

La Iglesia italiana: de Camilo Ruini al Don Camilo de Francisco

Francisco sonríeEn 1984 Joaquín García Roca, en su famoso artículo El quehacer de la Iglesia española en la actual situación socio-política contraponía los planes pastorales de la Iglesia española, que intentaban acomodarse al modelo ya dominante de la iglesia polaca, con los de la Iglesia italiana que aún creían en que había de partir de una realidad en crisis. Pero un año después, en el Congreso eclesial de Loreto, de mano de Camilo Ruini, se impuso la línea de Wojtyla que partía de los principios inmutables.

A los 30 años, en el reciente Congreso decenal de Florencia, el papa Francisco le ha dado una buena sacudida a la iglesia italiana.

 

Si el Papa pide trabajar sobre un texto de hace dos años

 Francisco en Florencia invitó a la Iglesia italiana a reflexionar sinodalmente a todos los niveles sobre la exhortación apostólicaEvangelii gaudium”, publicada en noviembre de 2013. Evidentemente considera que no se ha hecho bastante

ANDREA TORNIELLI en Vatican Insider

 

Francisco no fue a dar recetas a los «estados generales» de la Iglesia italiana, ni tampoco a presentar un «proyecto bergogliano» con el cual sustituir otros proyectos o cerrar viejas estaciones eclesiales. Sin embargo, sus palabras representan un parteaguas. En su largo y articulado discurso [ver texto completo en español], pronunciado bajo la cúpula del “Duomo” de Florencia, con el fresco del Juicio Universal, el Papa propuso a la Iglesia italiana un minimalismo evangélico centrado en la mirada de la humanidad de Jesús, en la predilección por los pobres y en la apertura al diálogo y a la confrontación con todos. No hizo discursos abstractos sobre el «humanismo», sino que utilizó palabras  «simples y prácticas». Indicó tres sentimientos de Jesús (la humildad, el interés por la felicidad del otro, la beatitud evangélica) y puso en guardia sobre las tentaciones de confiar «en las estructuras, en las organizaciones, en las planificaciones perfectas porque son abstractas», y en una fe «encerrada en el subjetivismo».

Al trazar el camino, Francisco sugiere a todos dirigir la mirada al «cristianismo genérico» del pueblo de Dios, incluso en donde haya un pequeño rebaño un poco destartalado, en lugar de apostar por movimientos organizados, por las élites de asalto, por los proyectos que creen influir el pensamiento de masa mediante las «batallas culturales».

Pero esta vez, la verdadera noticia se encontraba en las últimas líneas del texto. Francisco, después de haber repetido que no será él quien trace el nuevo recorrido de la Iglesia italiana (sino de los mismos religiosos italianos), hizo una única petición: «En cada comunidad, en cada parroquia, en cada diócesis, traten de poner en marcha, sinodalmente, una profundización de la ‘Evangelii gaudium’, para obtener de ella los criterios prácticos y para realizar sus disposiciones». Esta exhortación, un verdadero documento programático del Pontificado, fue publicada hace dos años. Si el Pontífice invita a retomar ese texto, evidentemente considera que la Iglesia italiana no lo ha hecho o no lo suficiente.

No es una cuestión de consignas. No se trata de sustituir en los discursos de siempre los «valores no negociables» con los «pobres» o las «periferias», así como tampoco volver a escribir los currícula para candidatos a obispo poniendo en primer lugar las horas que pasan en los comedores de las Cáritas. La «conversión pastoral» que Francisco indica con su Pontificado es algo mucho más simple y, al mismo tiempo, más radical. Es una Iglesia «inquieta» que se sabe poner en discusión por el Evangelio, que abandona cualquier colateralismo, cualquier «sustituto de poder, de imagen, de dinero». Una Iglesia que no se duerme en los laureles de la propia hegemonía, de sus seguridades económicas y estructurales.

Después de los congresos de Loreto (1985), Palermo (1995) y Verona (2006), por primera vez en treinta años los «estados generales» de la Iglesia italiana se llevaron a cabo sin la guía del cardenal Camillo Ruini. Pero esta vez estaba presente un don Camilo. Pero era ese párroco que se volvió famoso gracias a los cuentos de Guareschi, el «pobre sacerdote de campo que conoce a sus parroquianos uno por uno, que los ama, sabe sus dolores y sus alegrías, que sufre y sabe reír con ellos» [de las palabras dedicadas por Francisco en su discurso a evocar la novela y película de Guareschi].

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Más información en Religión Digital y extractos en español:

José Manuel Vidal: La visita del papa a Florencia el martes 10.

Los nombres de Dios

Los nombres de Dios

Carlos Barberá

Por Carlos F. Barberá, teólogo, suscriptor de Iglesia Viva.

Se sabe que en la tradición musulmana Dios tiene 99 nombres que se extienden en una larga lista encabezada por El Misericordioso y terminada por El Paciente. La espiritualidad cristiana ha utilizado también calificativos muy variados pero al mismo tiempo no han faltado las voces manifestando su insuficiencia o incluso su irracionalidad.

Marius Torres, el poeta catalán muerto en 1942, cuya poesía estuvo recorrida siempre por una vena mística, escribió un poema que reproduzco en su idioma original y en una traducción que acaso sea innecesaria. Se titulaba Els noms y lo encabezaba una cita de Fray Luis de León:

Si el nombre es imagen que sustituye por cuyo es, ¿qué nombre de voz o qué acepción de entendimiento puede llegar a ser imagen de Dios?

 

Tots aquets noms obscurs, resats amb avidesa
pels llavis dels covards, els folls, els moribunds
en el Nom sense nom de la teva grandesa
com els rius en la mar deuen negar-se junts…
Tan enlaire com ets, Senyor, ¿quin mot podria
empresonar el teu infinit en el seu punt?
Però t´hem de cridar; y al teu davant un dia
tot home es un covard, un foll i un moribund.
I encara t´encarnem en pressagis i en faules
i el teu silenci inmens profanem amb paraules
que mai no poden ser paraules de tothom.
Si ens fan errar l´orgull, l´amor, l´impaciència,
perdona´ns i sonriu, arcana providència,
Tu que ens has fet, o Tu que saps el nostre nom!

 

Esos nombres oscuros, con avidez rezados,
por labios de cobardes, locos o moribundos,
en el Nombre sin nombre de tu propia grandeza
cual ríos en el mar deben negarse juntos.
Tan alto como eres ¿qué palabra podría
aprisionar, Señor, tu infinito en un punto?
Pero hemos de llamarte y en tu presencia un día
todo hombre es un cobarde, un loco, un moribundo.
Seguimos encarnándote en prodigios y en fábulas
y tu silencio inmenso profanan las palabras.
que nunca pueden ser palabras para todos.
Si nos pierde el orgullo, el amor, la impaciencia,
sonríe y perdónanos, arcana providencia,
Tú que nos has creado, que sabes nuestro nombre.

 

Con esta formulación luminosa Marius Torres manifestaba su convicción profunda de que es imposible alcanzar con nuestros nombres a la divinidad pero reconocía al mismo tiempo nuestra necesidad de utilizarlos. Somos demasiado desvalidos como para renunciar a dirigirnos a El.

Hay que advertir que las palabras con las que calificamos a Dios no pueden ser definiciones. Dios no puede ser encerrado en el marco estrecho de nuestros conceptos. En realidad no pueden pretender qué o cómo es Dios sino cómo Dios actúa y a partir de ahí nos dan un vislumbre de su esencia. El propio Jesús no habló tanto de Dios como de Su reino. Mirad lo que hace Dios, así venía a decir con sus parábolas.

En su relación con quien le había enviado, Jesús utilizó la palabra Padre. Es una denominación que hizo fortuna y que encabeza la oración de los cristianos, con la autoridad de algo que viene de los labios del propio Jesús. Con todo, percibimos enseguida sus dificultades. No sólo porque para alguien esa denominación evoque malas experiencias y le llegue cargada de un aura negativa. Sobre todo y especialmente porque, interpretada en una marco teísta, lleva al convencimiento de que Dios debe ayudarnos y socorrernos siempre. ¿Qué padre no haría lo imposible por el bienestar de su hijo? Y sin embargo Dios no parece hacerlo. Muchos de sus hijos sufren calamidades sin que un Dios padre y supuestamente todopoderoso mueva un solo dedo para aliviarlos.

Muchas crisis de fe se han gestado en la experiencia de este padre aparentemente desinteresado de sus hijos. Claro está que la imagen puede también sugerirnos una explicación distinta. Un padre da la vida al hijo, lo cuida, hace posible que crezca y se desarrolle, lo acompaña y le da consejos pero el hijo ha de vivir finalmente su propia vida y el padre no puede hacerlo en su lugar. Dios es tan impotente frente a nuestra libertad como un padre lo es frente a la de su hijo.

La teología más actual ha vuelto los ojos a formulaciones clásicas y ha calificado a Dios como misterio absoluto, al que “no pueden contener los cielos ni los cielos de los cielos” (2 Cron 6,17), que está más allá de nuestras ideas y conceptos. Pero a la vez Dios está en lo más profundo de las personas. “´Misterio`, para nosotros, contiene estos tres rasgos esenciales: la absoluta trascendencia de la realidad a la que se refiere, su más íntima inmanencia, como raíz, origen y fundamento del hombre y su mundo; y su condición de presencia en acto permanente de donación, revelación e interpelación a las personas” (Juan M. Velasco)

Dios es, pues, esa Presencia intangible pero real, invisible pero interpeladora. Yo quiero atreverme a proponer otro concepto que califica al anterior, que lo engloba y ensancha. Dios es sobre todo Compañía. ¿Y qué es eso de la compañía? Como ocurre a menudo, ideas que utilizamos frecuentemente se nos resisten a la hora de desentrañarlas o definirlas. En una primera aproximación, la compañía tiene apenas realidad. Quien da compañía no necesita dar nada, quien hace compañía casi no tiene que hacer nada, únicamente estar. Ni siquiera es menester que hable, le basta con prestar escucha. Su silencio está lleno de realidad, su eventual palabra –no sus ideas– proporciona vida. Quien tiene compañía ha ahuyentado el fantasma de la soledad. Si es Dios quien la hace, su presencia entraña un acicate: saca lo mejor de ti mismo, ponte en marcha. Y una promesa: vayas donde vayas y hagas lo que hagas, ya nunca estarás solo.

Buscando un nombre para Dios –uno de esos que Marius Torres decía que nos son necesarios– yo acudiría a uno que se acuñó para otro destinatario: “Compañero del alma, compañero”.

El miedo de los que mandan

El miedo de los que mandan

CastilloPor José María Castillo en su blog Teología sin censura.

Los evangelios nos dicen, repetidas veces, que las personas que ejercían el máximo poder en la sociedad judía del tiempo de Jesús, tenían miedo (Mc 11, 18. 32; 12, 12; Mt 14, 5; 21, 26. 46; Lc 20, 19; 22, 2). Concretando más, los que tenían miedo eran: los “sumos sacerdotes”, los “senadores” (“ancianos”) y los “escribas” o maestros de la Ley (Mt 21, 26. 46; Lc 20, 19; Mc 11, 18; Lc 22, 2). O sea, los asustados eran los hombres del poder, los que mandaban en aquella sociedad.

¿Y a quién tenían miedo? Sencillamente, “al pueblo” (Mc 11, 18; Mt 21, 26; Lc 20, 6, etc). O sea (según la expresión que usan los evangelios), a los que mandaban, les daba miedo el “óchlos”, la “multitud”, la gente sencilla, de condición modesta, los que eran considerados como ignorantes y hasta malditos (Jn 7, 48). Dicho en pocas palabras: los más poderosos, entendidos y privilegiados tenían miedo a los débiles, a los ignorantes y a los que eran vistos como gente indeseable.

Todo esto resulta tanto más extraño si tenemos en cuenta que aquellos gobernantes asustados no eran solo gobernantes civiles, sino además gobernantes también religiosos. Es decir, concentraban todo el poder, toda la riqueza y todos los privilegios.

Entonces, ¿por qué tenían miedo? Hay una diferencia fundamental entre los gobernantes de ahora y los de entonces. Ahora, la diferencia entre el poder civil y el poder religioso es suficientemente clara y está bastante bien delimitada. En tiempos de Jesús –y concretamente en Palestina–, el poder que mandaba era, ante todo, el poder “religioso”, el poder del Sanedrín. De imponer orden civil y de cobrar los impuestos, se encargaban sobre todo los romanos. Así las cosas, lo que los “hombres de la religión” no querían, en modo alguno, era dar pie a que hubiera alborotos populares. Porque eso es lo que Roma no toleraba. Por esto es por lo que el Sanedrín decidió finalmente que había que matar a Jesús (Jn 11, 47-53).

Seguramente, mucha gente no se imagina la actualidad que todo esto tiene. Ahora se dice, por todo el mundo, que al papa Francisco no lo quieren importantes “mandamases” de la Curia Vaticana. Y la historia se repite. Así, nos encontramos en una situación que se parece (más de lo que algunos se sospechan) a la situación que se produjo en vida de Jesús. ¿Por qué algunos cardenales se afanan ahora diciendo en público que ellos no están contra el Francisco? Sea o no sea cierto lo que ahora dicen esos eminentes purpurados, lo que no admite dudas es que en Roma (y fuera de Roma) hay mitrados que tienen miedo, quizá mucho miedo. Miedo, ¿a quién? A los pobres, a los enfermos, a los ancianos, a las multitudes que aclaman a Francisco allí donde va. ¿Y por qué ese miedo? Porque el poder religioso no se impone por la “coacción”. La fuerza del poder religioso está en la “seducción”. Jesús seducía a los que sufren en la vida, por el motivo que sea. Los cardenales, por más colas y ropajes que se pongan, no atraen a nadie. Y el hecho patente, al que estamos asistiendo, es que en Francisco se trasluce la presencia de Jesús. ¿En los cardenales que intrigan a escondidas (si los hay), ¿qué y quién se trasluce….? Vamos a dejarlo.