La pregunta de quienes se han ido y la cultura de la solidaridad

Por Daniel Barreto. Consejo de Dirección de Iglesia Viva

[Este artículo forma parte del sumario del número 281 de Iglesia Viva, que aparecerá en los próximos días]

Los ancianos fallecidos en  abandono en las residencias de mayores de España, Italia y Francia durante la crisis de la Covid-19 dejan resonando, bajo su silencio, una pregunta. No es nueva. Lo nuevo es la inesperada dificultad para obviarla. La cuarentena agudiza el oído: ¿Qué sociedad queremos? ¿Hay que resignarse a este orden social como el único posible? Dicho de otra forma: ¿podría darse a medio plazo una reflexión colectiva sobre la sociedad que queremos construir?

Sin embargo, la dificultad para hacer oídos sordos no barre de un plumazo los esfuerzos por desoír la pregunta. Entre los más socorridos figuran las teorías conspiratorias. Una camarilla de seres malignos habría programado la pandemia. Se trata así, mediante una explicación total y simplificadora, de aliviar la angustia ante un suceso de consecuencias tan radicales que exceden nuestra capacidad de reacción inicial. Quienes se adscriben al relato del complot confían en que, aunque sea con fines perversos, alguien habrá al mando. No lejos de la misma causa se aviva el anhelo de un Estado de rasgos autoritarios, un orden donde el estado de excepción se convierta en la forma política incuestionable. La afinidad electiva con la ultraderecha es evidente. Tampoco quedan lejos quienes, desde un esoterismo cósmico, interpretan que la naturaleza castiga a los seres humanos con el coronavirus por haber roto el equilibrio ecológico. Son ciertamente estrategias míticas para escamotear la pregunta.

      Creo que aplicar recetas conocidas tiende a desenfocar lo que está sucediendo. En cambio, la pregunta de quienes se han ido empuja a pensar y actuar de otro modo. Lo que parece recibir una sacudida, al menos por unos instantes, es la superstición del movimiento independiente de la máquina: la irracional producción por la producción, indiferente a la fragilidad humana (de ahí que las teorías conspiratorias en el fondo busquen sustitutos urgentes al poder inexorable del destino).

     La pregunta sobre el modelo de sociedad resuena en el protagonismo que ha adquirido la apelación a la solidaridad. Los neoliberales se han quedado con la boca pequeña. De la noche a la mañana, Boris Johnson ha evacuado de su discurso el darwinismo social. De pronto, por la vertiginosa fuerza de los hechos, no parece tan descabellada una planificación racional de la producción. No obstante, ¿qué significa la solidaridad en nuestro modelo social? La crisis descubre que las fuentes culturales de la solidaridad están bajo cero. Lo prueba la inflación del lenguaje bélico: “Estamos en guerra”, los sanitarios son soldados, “el virus es el enemigo”. ¿Por qué? La guerra aparece casi como el último recurso que justifica la responsabilidad cívica. La competición económica de todos contra todos ad intra solo se pone entre paréntesis bajo la amenaza del enemigo exterior. Otro tanto valdría decir para la exaltación nacionalista: “Somos un gran país y lo lograremos”. Que para garantizar el auxilio de los enfermos y los más débiles sea necesario imaginar un estado de guerra o la grandeza nacional, significa que la integración social pende de un hilo.

     En esta situación la Iglesia debería tener como prioridad escuchar la pregunta de quienes se han ido. Contribuir a mantenerla audible en el debate sobre las medidas que afronten la crisis. Antes de que sea traducida sin resto a banderas a media asta y funerales de Estado. Lo propio de la Iglesia en el espacio público no es representar el poder, sino la debilidad. Su culto a la fraternidad con los ausentes puede contribuir a renovar las fuentes de esa cultura de solidaridad que las democracias deben empezar a construir al mismo tiempo que atravesamos la crisis. Una solidaridad no inspirada en la imaginación bélica ni en el nacionalismo, sino en la pregunta de quienes ya no están.

One comment on “La pregunta de quienes se han ido y la cultura de la solidaridad

  1. Honorio Cadarso 6:38 pm 24 Abr,2020

    Amigo Daniel: No sé, veo como una literatura estructurada sobre una base falsa y neoliberal en casi todo lo que estoy leyendo…

    Una hermana mía y su marido, jubilado de un peusto oficial altamente remunerado en una autonomía de España, se han acogido a una residencia de jubilados en la que no hay ningún enfermo de coronavirus, ni pandemia ni perspectivas dee la misma…Los acogidos a este centro están atendidos con todo lo que puede ofrecer nuestra sociedad.

    Pero por el contrario, la inmensa mayoría de centros de acogida de jubilados de España y de muchos países carecen de recursos pecuniarios, de personal asistencial, de instalaciones adecuadas para alimentarse convenientemente y disponer de un mínimo de confort. No es una fatalidad, no es un apocalipsis, es un robo organizado que deja a la gran mayoría de la población ultra sexagenaria al albur de la muerte y la aniquilación. No lo digo yo, lo cuentan los periódicos, y nadie se siente culpable ni responsable de esta situación.

    Por otra parte, no faltan quienes atribuyen el coronavirus al calentamiento global, a la contaminación ambiental, a todo el abuso de la naturaleza torturada por el afán de enriquecimiento a toda costa. Estamos destruyendo nuestro hogar, mejor dicho lo están destruyendo los mandamases de la economía mundial…

    O sea que no nos pongamos  fatalistas ni filósofos, reconozcamos que nos estamos cargando ele planeta y caminamos libremente a un suicidio colectivo, y nos sentimos muy orgullosos de lo que estamos haciendo.

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