A vueltas y revueltas con la clase de religión en la escuela pública

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Ramón Gascó Molina es un veterano suscriptor de Iglesia Viva, que dedicó muchos años de su vida a la enseñanza de la religión en la escuela pública y que nos envía este escrito para terciar en la polémica levantada por la reciente publicación en el BOE de los programas curriculares de la asignatura.

Debo advertir que la perspectiva desde la que enfoco este vidrioso tema es después haber ejercido como profesor de religión durante más de quince años en dos Institutos de Bachillerato de Valencia, otros dos años de teología en Seminario de Valencia y dos en “Estela”, escuela de Teología para laicos de los Jesuitas. También fui Coordinador Diocesano de los profesores de religión y, en colaboración de un grupo de ellos, edité once libros de texto aprobados por la Conferencia Episcopal. Todo eso en los años ochenta del pasado siglo.

Con ello no quiero arrogarme ninguna autoridad en la cuestión, sino situar la perspectiva desde la que hago mis reflexiones. Es decir que no hablo solamente desde teorías más o menos razonadas, sino desde de una larga experiencia, contrastada durante años en largas conversaciones con profesores de centros privados y públicos.

Soy consciente de la gran importancia del tema, porque en la escuela pública se libran las mismas o parecidas batallas apasionadas que en el conjunto de la sociedad civil.

Un dato muy significativo es que han pasado más treinta años y se mantienen los problemas y los posicionamientos ante el problema inalterables. Por eso veo muy difícil su solución. Pero para eso está Sísifo, por lo menos.

La enseñanza de la religión vuelve a ser motivo de debate. Es la señal de que no se ha resuelto bien el paso de la escuela nacional-católica a una escuela laica o aconfesional, como la que propicia la Constitución. Cuando un problema se enquista se busca la salida rápida que no es posible alcanzar.

Ahí se enfrentan los dos extremos del fanatismo sobre la religión, los unos exigiendo la desaparición y hasta la extinción y los otros reclamando su presencia como si con ello se defendiera la verdad absoluta de la fe religiosa, con la pretensión de cumplir la voluntad de Dios y enclaustrar a todos en la Iglesia, para lograr la salvación de sus almas.

Lo primero que debo advertir es que, como en otras cuestiones, simplificar es una forma de confundir, porque la realidad es muy compleja y a veces incluso contradictoria. García Montero en comentario a las recientes elecciones andaluzas da un consejo de sentido común: ”Hay otra decisión muy útil en tiempos de incertidumbre: el esfuerzo de comprender y respetar las apuestas de los otros que van en el mismo barco”.

La presencia de la fe religiosa en la sociedad, y no sólo en la escuela, es un ejemplo claro y clarificador de ello.

Esta es la razón por la que discrepo del manifiesto de las CCP (Comunidades Cristianas Populares) de Andalucía: “Rechazamos rotundamente la enseñanza de cualquier religión en Primaria o en Secundaria. Más en concreto, lamentamos muy seriamente la confusión que se crea entre la iniciación a la experiencia cristiana, que por su misma naturaleza no es evaluable, y una asignatura concreta que debe ser evaluada. Este es el sentido de una sana ‘laicidad’ que compartimos muchos cristianos y cristianas”.

Otros, por el contrario, ven justificada la presencia de la religión en todos los ámbitos de la cultura, de la política, de la legislación, de la enseñanza, de la familia y por supuesto en los terrenos de la intimidad de la conciencia personal.

Es el caso de la declaración de la Conferencia Episcopal que en coincidencia con la nueva ley de enseñanza, la LOMCE, pretende entrar en la escuela a catequizar y cuyas intenciones han dejado manifiestas en el B.O.E. del pasado 24 febrero. Basta trascribir unas pocas frases del documento.

—“Conoce, respeta y cuida la obra creada.

— Expresa con palabras propias el asombro por lo que Dios hace.

— Identifica y enumera los cuidados que recibe en su vida como don de Dios.

— Conoce y aprecia a través de modelos bíblicos que el hombre es capaz de hablar con Dios.

— Asocia las características de la familia de la Iglesia con las de su familia.

— Expresa el respeto al templo como lugar sagrado.

 — Valora y agradece que Dios le ha creado para ser feliz.”

Pretensiones estas que son enfáticamente catequizantes porque se pretende imponer la religión en temas como: la creación, la oración, la familia, la felicidad incluso.

En el otro extremo en cambio se reivindica la supresión de la religión en todo el espacio público reduciéndolo al terreno estricto del fondo de la conciencia. Quieren una sociedad laica, incluso prohibiendo toda acción o manifestación publica y su único argumento es que la religión es un medio para deteriorar de la libertad.

Es bien curioso que por otras razones coincidan con las CCP de Andalucía.

Yo veo en ambos extremos un empeño absurdo por ilusorio y a veces interesado, tanto pretender separar el uno del otro, como lo es confundirlos. Cada uno tiene su independencia pero con mutuas e inevitables implicaciones en las que el laicismo y la religión deberían ser intermediarios, cuando en realidad han sido beligerantes é incluso avasalladores. No sólo defienden su territorio, además pretenden invadir el otro.

Ambos debieran luchar por el mismo objetivo, la convivencia en paz.

Hay un agravante; me refiero a la historia de España donde esta lucha y confusión se ha vivido desde hace siglos respecto a la presencia de la religión en la escuela pública.

Podríamos decir que ya es un mal endémico, enquistado en nuestra historia. Me parece peligroso confundir por simplificación, y fanatismo de ambos campos. Los dos extremos: tanto la exigencia de una escuela atea sin religión y una sociedad sin ella, o lo que es peor una religión avasalladora de la libertad de conciencia.

Además veo que hasta cierto punto es imposible realizar dicha separación o la imposición de alguna de las dos, sin caer en la violencia.

No conviene a nadie en España olvidar nuestra terrible experiencia de la Guerra Civil del siglo pasado en la que ambos se repartieron los crímenes y las víctimas.

Por eso estoy convencido de que nos jugamos demasiado con la usanza de cualquiera de esos fanatismos en la Escuela Pública. Un somero repaso a la historia de la relación entre ambas evidencia que entre ellas ha habido solamente dos formas: una de incomprensión, hasta llegar a los conflictos bélicos y la otra de colaboración pacífica y provechosa. Y no vale echar las culpas los unos a los otros, tal como continúan haciéndolo muchos.

 

 

PROPOSICIONES PARA UNA PROGRAMACIÓN DE LA ASIGNATURA RELIGIÓN EN ESCUELA PÚBLICA.

 

El grupo de profesores de religión que trabajamos en equipo aquellos años difíciles de la transición, comprobamos que no sólo era posible, sino además daba frutos duraderos nuestra labor en los Institutos y Colegios de Valencia.

No es casualidad que nuestras propuestas, tanto en las clases como en los libros de texto, no fueron de confrontación y anatema, sino de humanización, apoyándonos y sin alejarnos nada de los valores esenciales del Evangelio.

Desde el principio tuvimos muy claro la diferencia entre evangelizar y catequizar.

Esta diferencia nos esclareció mucho las cosas.

En la escuela como en todas partes es ineludible Evangelizar y en la escuela publica es inadecuado, catequizar.

No hace falta explicar su diferencia. En pocas palabras evangelizar es sembrar y catequizar es cultivar para lograr fruto de fiel adhesión. Está claro que en espacio público tiene sentido evangelizar, que consiste en manifestar, explicar y a lo máximo proponer, sin otras exigencias que el rigor científico, la trasmisión de contenidos por parte de docente y su exacta comprensión por parte del alumno.

Es cuanto menos curioso, si no contradictorio, que sea la propia Conferencia Episcopal, en otro apartado del mismo documento, quién afirme que es improcedente catequizar en la escuela pública. Dice así:

“Lejos de una finalidad catequética o de adoctrinamiento, la enseñanza de la religión católica ilustra a los estudiantes sobre la identidad del cristianismo y la vida cristiana”.

Sin embargo no veo nada claro el trabajo de la evaluación de esta asignatura, como si fuera una más. Reconozco que es llevar a cabo una labor difícil pero imprescindible y que sería equivocarse de medio a medio eliminarla.

Habría que estudiar la forma para que su ejecución mantuviera las exigencias y el rigor de de las otras materias, pero evitando cualquier forma de ambigüedad que indujera a condicionar la asentimiento, como tampoco penalizar el rechazo de fe personal del alumno.

En este tema el profesor está obligado a mantener un equilibrio hasta cierto punto imposible. Debe esmerarse en presentar con todo rigor los conceptos de la doctrina evaluable, sin el objetivo de convencer ni lo que se dice “adoctrinar”.

La verdad adelgaza y no quiebra. Y en este caso se deben tener las ideas muy claras. El profesor no tiene por qué esconder ni disimular su fe personal ni sus convencimientos hasta el límite del apasionamiento. La objetividad no está reñida con la convicción personal, si se acepta sin sectarismo ni intolerancia. Se puede hacer guardando un difícil pero, no imposible, equilibrio.

Reconozco pues que este es el punto más delicado y peliagudo: el ejercicio de la evaluación del aprendizaje del alumno.

Mi opinión personal es que en esta tarea el docente debe tener un doble empeño: no sobreestimar el grado de adhesión por la fe del alumno, ni menos aún descalificar cualquier forma de rechazo de duda o crítica sobre la religión por parte del alumno.

Especialmente la crítica razonada de la fundamentación racional de la doctrina religiosa. Aquí tiene el profesor una oportunidad magnífica para aclarar en papel determinante y esencial del ejercicio de la libertad respecto a la fe.

En todo caso el mejor camino es la buena y cordial relación personal entre profesor y alumno. Es el camino por el que nunca se anda descaminado ni en los temas más delicados.

Para terminar intentaré resumir en cinco cuestiones, como ejes entorno a los debe girar todo el curriculum de la asignatura de Religión. No pretendo tanto hacer un acopio ó índice de contenidos, cuanto enfatizar en las raíces del cristianismo. Dicho de otra forma pretendo señalar los caminos a recorrer y en la dirección adecuada.

Esta clasificación la realizo seleccionando aquellos temas del cristianismo con los que se favorece la transversalidad uno de los medios más importantes de la pedagogía para formación integral.

 

Veamos:

1º.- El ecumenismo como el amplio marco de fondo. Un planteamiento integrado en un mundo globalizado es hoy inevitable y la única perspectiva razonable. Cualquier planteamiento encerrado en una capilla sería fomentar el fanatismo. Es necesario afrontar una cuestión peliaguda, relacionar las verdades de nuestra fe, que se dice “la verdadera”, con las otras religiones del mundo. La información fácil y amplia de la actualidad a través de las nuevas tecnologías y los medios de comunicación así lo imponen de forma irreversible. Querer cerrar o mejor tapar los ojos ante lo evidente es una empresa imposible y contraproducente.

 

2º.-.- El estudio de la Sagrada Escritura y su difícil interpretación cimentada en la aplicación de los métodos histórico-críticos para la interpretación de los documentos antiguos del A.T. y N.T.

Se ha dicho, y yo así también lo creo, que todo el movimiento de renovación del Concilio Vaticano II tiene su origen en el año 1943 con la publicación de la Encíclica publicada por Pio XII “Divino afflante Spiritu.”. Era la aplicación del método científico para conocer el objeto principal de la fé, los Libros Sagrados.

Con ello comenzó la primera revolución en el seno de la Iglesia.

De esa materia es precisamente de la que yo dí clases de Teología, hasta que, no sé por que causa, la suprimieron.

 

3º.-La historia, no la que podríamos llamar “historia sagrada” enclaustrada en lo religioso, como uno relato desglosado e independiente, sino por el contrario integrado en el devenir de la humanidad.

La esencia del cristianismo no es un sistema teórico de axiomas, ni un código de legislaciones, sino una historia: La del Pueblo de Israel, la de Jesús de Nazaret y la de la Iglesia. La teología de Ignacio Ellacuría, rector de la UCA Universidad del Salvador centra el objeto de estudio de la teología, como lo hace toda la Teología de la Liberación en hechos históricos.

Consecuentemente, más que una asignatura teórica como la filosofía o el derecho, lo es de historia real.

 

4º.- Un personaje singular: Jesucristo en su tiempo y luego en la Iglesia. Él es el fundamento de todo. Él es el lugar de encuentro y el esclarecimiento de todas las cosas.

La esencia del Cristianismo para la teología europea, después de decenas de años y miles de estudios, es EL KERIGMA, i.e la “Proclamación de la historia de la muerte y resurrección de Jesús”.

No sólo como anécdota es curioso que los once títulos de nuestros libros de texto de religión para el B.U.P. incluyeran el nombre de Jesús. Ahora, viéndolo a distancia de los años creo que fue un acierto.

El primero de ellos fue: JESÚS, EL ÚLTIMO HOMBRE. Y el último: JESÚS, UN HOMBRE SINGULAR.

 

5º.-Y por último, cultivar un clima de tolerancia antes que de polémica y confrontación con la sociedad y con las otras religiones e ideologías, especialmente el ateismo-agnosticismo.

Me parece que en este como en muchos otros temas el Papa Francisco ha dado en el clavo en la frase que transcribo. “Algunas de las mejores personas en la historia no creían en Dios, mientras que muchos de los peores actos se hicieron en su nombre”.

¿Se puede decir más con menos palabras?

 

Ramón Gascó

 

 

 

 

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