¿Contra la pederastia o contra la Iglesia?

Una información de El País el pasado fin de semana ha motivado este comentario del director de Catalunya Religió, Jordi Llisterri i Boix.

Me van a perdonar porque la Iglesia española no la conozco a fondo pero si un poco más la Iglesia catalana. Este domingo el diario El País abre la portada y dedica varias páginas a los casos de abusos de menores entre el clero español. El trabajo periodístico relata que ha localizado 33 condenas de pederastia en España en los últimos 30 años.

Es bien legítimo ante lo conocido (y reconocido) los últimos años en las iglesias del mundo anglosajón y más recientemente de Chile, que nos preguntamos si aquí no ha pasado lo mismo. Estamos en un país con una gran influencia católica y simplemente por una cuestión estadística no se puede descartar.

Esta pregunta la he formulada varias veces los últimos años. La respuesta que siempre he encontrado es que esto no es Boston, ni Spotlight . No hay número tolerable, pero la memoria sobre casos que se han conocido en Cataluña ratifica esta impresión y también da cifras que se pueden contar con los dedos de una o dos manos abriendo la mirada a 30 o 40 años atrás. Los datos de El País no lo desmienten. Poco más de 30 casos en 30 años entre un colectivo que hoy es de 18.000 sacerdotes (teniendo en cuenta que en 30 años el número total de sacerdotes no es una cifra fija y que son muchos más los que han ejercido durante este periodo) .

Hay una explicación razonable para creer que aquí no ha pasado lo mismo que en Irlanda? De entrada, no. Hay algo que explique que hoy en España hay miles de casos tapados que “todavía” no ha salido a la luz? Con todo lo que se ha hablado de este tema durante los últimos 15 años, creo que no. No falta gente que los está buscando. Por lo tanto, nada nos permite negar rotundamente la idea de que España o Cataluña sea un lodazal eclesiástico, ni poner la mano en el fuego por otros, pero más allá de la especulación no hay nada que permita afirmarlo.

Como la noticia no es que España es Irlanda o Pittsburgh, el titular que debe dar El País es que “La Iglesia española se niega a investigar la pederastia” o que “La Iglesia española silencia desde hace décadas los casos de pederastia”. El editorial habla de “encubrimiento” y “oscurantismo” de la Iglesia. Bien.

Un ejemplo de este encubrimiento es que no se ha hecho ningún protocolo específico que obligue a los obispos a denunciar ante la justicia civil cualquier caso del que tengan conocimiento. Desconozco el despliegue toda la normativa canónica vigente, pero está claro que tras las numerosas directivas y mensajes que ha emitido el Vaticano durante los últimos veinte años, hoy ningún obispo puede ocultar a la justicia civil y eclesiástica un abuso del que tenga noticia. Y, si lo hace, sabe que se arriesga a ser destituido de manera fulminante. Sea obispo o cardenal.

 

La ropa sucia no se lava en casa

Hay una frase muy popular que dice que “la ropa sucia se lava en casa”. Esto no sólo lo practicado la Iglesia, sino cualquier institución, administración pública o familia durante siglos. La historia nos ha demostrado que esta actitud sólo agrava el daño causado, y hace muy difícil la reparación y la prevención para evitar nuevos casos. En los últimos años ha habido un cambio cultural en todos los ámbitos en este sentido y la transparencia es una bandera que se está imponiendo en todos los niveles sociales e institucionales, a veces incluso a riesgo de vulnerar el derecho a la privacidad o la presunción de inocencia.

La Iglesia también ha hecho esta evolución. De grado, o si quieren a la fuerza, en el caso concreto de los abusos a menores los pontificados de Benedicto XVI y de Francisco han marcado una clara inflexión. Esto también ha pasado en Cataluña. Por ejemplo, hoy es muy importante la política de prevención en los centros escolares que dependen de la Iglesia y todas las actividades que implican a menores. Actitudes o insinuaciones que antes se dejaban pasar ahora son vigiladas con lupa. No es muy diferente a lo que ha pasado con el lenguaje machista. Hay letras de canciones de no hace mucho años que hoy serían intolerables (recuerden como continúan las estrofas que bailamos todos los que tenemos una edad con “Yo para ser feliz quiero un camión …”. En definitiva, la transparencia ha servido para los niños estén más protegidos que antes, pero sobre todo porque han supuesto un cambio de mentalidad.

Una prueba de ello es el mismo informe de Pittsburgh. Habla de 300 sacerdotes abusadores en 70 años sin que nadie hiciera nada o lo suficiente para pararlo. Pero también detecta claramente una disminución de los casos a partir de los años 90 y unos datos residuales a partir del 2000. No será por las medidas que ha tomado la Iglesia en los últimos años?

 

100% prevención

Vamos a lo más importante. Al hablar de abusos a menores hay que tener siempre claro que una sola víctima ya es una tragedia. Es lo mismo que ocurre con la violencia doméstica o con los accidentes de tráfico. Pero lo que hace que estos dos dramas sean una tragedia social es que las cifras son alarmantes.

Un problema distinto es que buena parte de los obispados no den datos o que en España no se haya hecho un estudio exhaustivo como en otras iglesias locales. Es lo que denuncia El País. De hecho, no hace una noticia, sino una acusación. Pero de no dar datos a un periodista a encubrir abusos hay un salto penal excesivo.Supongo que El País han pedido el mismo informe a las federaciones deportivas o al cuerpo público de docentes. Y que han contado los últimos 30 años cuantos monitores deportivos o profesores de escuela has sido condenados por abusos. Estaría muy bien.

También creo que estaría muy bien que la Iglesia hiciera este ejercicio. Desconozco si es lo que pedirá el Papa Francisco en la próxima reunión que ha convocado de forma extraordinaria con todos los presidentes de las conferencias episcopales del mundo. También habría obligar a que todas las instituciones eclesiásticas que no lo han hecho a que tuvieran protocolos en este ámbito.

Pero también creo que sería más acertado focalizarlo en la protección de los niños y en la prevención. La tolerancia cero es necesaria, pero inútil sino va acompañada de la prevención 100%. Y sobre todo si la lucha contra este drama no se convierte en un tema social. Un ejemplo muy claro es que no hace tantos años una bofetada estaba contemplada y aplaudida como parte del método en el sistema educativo público y privado. Si hoy nos parece intolerable y ya no se pega a los niños en las escuelas es porque ha habido un cambio de percepción social, no por haver aprobado cuatro reglamentos y hacer dos informes.

Explicaba Xavier Melgarejo que el secreto del exitoso sistema educativo finlandés no estaba en los recursos económicos, en las legislaciones o en los métodos formativos. Estaba en una cultura de implicación total de la sociedad, y especialmente de las familias, en la educación de sus hijos. La implicación de todos -no meter el dedo en el ojo del otro- es la única manera de solucionar plagas como la de los abusos a menores. Y todos los datos explican que la lacra de los abusos está extendida en muchas capas de la sociedad y, lo que es más repugnante, especialmente en el ámbito familiar.

En el tema de los abusos tengo serias dudas de cuando estamos hablando de prevenir y proteger a los menores, y de cuando estamos hablando de cargar contra determinadas instituciones.

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