Las 10 claves para entender los resultados de las recientes elecciones episcopales

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Si para informar sobre cómo va trascurriendo la reforma de Francisco en la Curia y las cúspides de la Iglesia global ofrecía iviva el análisis de Gianni Valente en Vaticaninsider, hoy ofrecemos este artículo de José Manuel Vidal, director de Religión Digital, para entender qué pasa en la cúspide de la Iglesia española.

Los conservadores propinaron una patada a Francisco en el trasero del arzobispo de Madrid

Sin ánimo de ser exhaustivo (hay muchas claves obvias que ya se han aireado suficientemente), presento una serie de dinámicas eclesiásticas internas, que condujeron al ‘revival’ de Añastro. Aunque dice el reelegido presidente que el reloj de los obispos marca la hora de Roma y que la elección de la nueva cúpula episcopal no es “una vuelta atrás, sino una segunda vez”. ¿Realmente se lo cree?

A mi juicio, hay varias claves explicativas del tsunami involucionista del episcopado español:

1/ Rouco sigue reinando

Ahora, como la Reina madre. Está jubilado, pero es como si no lo estuviera. En su fuero interno, se sigue sintiendo el ‘líder’ de la Iglesia española. Y sigue actuando como tal. Son muchos los obispos españoles actuales que le deben la mitra o los ascensos. Algunos se han despegado de su vera, aunque no se atreven a pregonarlo muy alto. Y de otros muchos tiene información sensible, acumulada durante sus años de vicepapa español. Otros le siguen siendo fieles y echan de menos su liderazgo, asentado en la autoridad y en el miedo. Fieles-fieles le quedan todavía un significativo grupo de unos 20 prelados. Con ellos, formó el lobby, cuya estrategia se demostró vencedora en las recientes elecciones episcopales. Tanto que los obispos moderados salían comentando: “Ha sido tremendo. Una conspiración de poder”.

2/ La estrategia rouquista, ganadora

Al cardenal emérito de Madrid siempre le gustó el manejo del poder y, ahora, ya jubilado, tiene todo el tiempo del mundo, para dedicarse a perfilar estrategias. Y hay que reconocerle que, en eso, es un maestro consumado. Y, de cara a estas elecciones, puso a los suyos en orden de combate. Con Fidel Herráez de muñidor. Como en los buenos viejos tiempos. La estrategia principal consistía en evitar la reelección del cardenal Osoro (su sucesor, en Madrid) a la vicepresidencia.

O dicho de otra forma: dar una patada o, quizás mejor, mandar un recado a Francisco, a través de la laminación de Osoro. El cardenal de Madrid se dedicó a tender puentes, como pide el Papa, mientras los prelados conservadores siguen aferrados a la construcción de muros, signo de identidad de una época ya pasada. No le perdonan a Osoro que tratase de identificarse con las palabras, los gestos y las actitudes de Francisco, que terminó con las trincheras, en las que ellos se sienten a gusto y desde las que lanzaban sus ataques.

Además, Osoro pecó de excesivamente bueno. No sólo permitió al cardenal emérito quedarse en el ya famoso y lujoso ático, sino que, además, pagó sus reformas con el dinero de la archidiócesis. Y por si fuera poco, entró con piés de plomo en Madrid y siguió contando con muchos vicarios y sacerdotes de la ‘vieja guardia rouquista’. Incluido el obispo auxiliar, Martínez Camino. Tuvo, durante estos tres años, al enemigo en casa. De hecho, los obispos conservadores reprichan a Osoro que no le busque una salida digna a su único auxiliar. Pero la verdad es que no le quieren en ninguna diócesis y lo que hace el arzobispo de Madrid es mantenerlo ‘asilado’.

De todas formas, tras la ‘venganza’ de Añastro, a Osoro le sobran cualidades y oportunidades, para seguir jugando (ahora con mayor libertad, si cabe) el papel de ‘hombre del Papa’. Sólo tiene que rodearse de gente de su confianza en los puestos claves y diseñar una nueva forma de presencia pública y eclesiástica.

3/ Cerrar filas con Cañizares

Consciente de que no podía apostar para el puesto de vicepresidente por uno de los suyos directamente (léase Sanz, Asenjo o Herráez), lo que hizo Rouco fue dar la orden de votar a Cañizares, para que, con sus 20 votos y los votos propios del cardenal valenciano, salieses elegido y, de esta forma, le cerrase el paso al cardenal Osoro. No me consta que Cañizares haya estado en la confección de la alianza con los rouquistas. Más bien, creo que se la encontró y se dejó querer.

La jugada era arriesgada, pero le funcionó a la perfección, para conseguir el objetivo deseado: apartar de la vicepresidencia al cardenal Osoro.

Conociendo a Cañizares, al que no le gustan este tipo de ‘apaños’, seguramente no sólo no se sentirá deudor de nadie en su nuevo puesto, sino que, además, lo previsible es que trate de poner de relieve su sacrosanta independencia y se distancie de los rouquistas. Porque el arzobispo de Valencia tiene carácter, las ideas claras y no suele casarse con nadie. Pero, independientemente de la actitud que tome Cañizares, la jugada está hecha y Osoro, desactivado.

Desactivado y ‘tocado’, pero no hundido. Osoro es cardenal de Madrid, lo que le confiere el puesto de mayor relevencia y visibilidad de la Iglesia española. Tras el mal trago ya digerido, a Osoro le sobran cualidades y oportunidades, para seguir jugando (ahora con mayor libertad, si cabe) el papel de ‘hombre del Papa’. Ahora, ya a fondo y a tope. Sin pararse a pensar en lo que puedan decir sus pares. Sólo tiene que rodearse de gente de su confianza en los puestos claves, ‘limpiar’ de rouquistas los órganos decisorios de la archidiócesis, marcar distancias (incluidas las económicas) con su predecesor, que propició su linchamiento y diseñar una nueva forma de presencia pública y eclesiástica.

4/ El delfín de los ‘rouquistas’, en el Ejecutivo, y la Permanente, casi copada

20 obispos de 79 ya son bastantes, pero, además, cuando votan todos al unísono (como los diputados del PP en el Congreso), su peso se torna decisivo. UN rodillo. Especialmente, si los demás van por libre, a ver lo que sale y no siguen estrategia conjunta alguna. De ahí el segundo triunfo de los conservadores: Sanz Montes en el Comité Ejecutivo, una especie de Consejo de ministros reducido. Es verdad que, en ese órgano, el arzobispo de Oviedo estará en minoría, pues todos o casi todos los demás miembros pertenecen al sector moderado. Pero el que Rouco consideró siempre su delfín sale del ostracismo (la anterior ‘episcopatura’ no estuvo ni en la Permanente), se sitúa en el organismo donde se cuecen las decisiones más importantes y, además, se posiciona de cara al futuro. Un posicionamiento que sólo tendrá continuidad, si en Roma cambian tanto las tornas como para volver a la época anterior. Algo que sólo quieren los nostálgicos del ‘antiguo régimen’.

Como explica el teólogo José Ignacio Calleja, “que Cañizares vuelva a la Vicepresidencia y que el propio Blázquez sea el timonel, demuestra que la vieja guardia a lo sumo modera sus aristas, pero aún no tiene sustitutos ni los busca. Probablemente no tiene conciencia de que su servicio ya está hecho y que hoy es ya una dificultad añadida a las del mundo; no se puede construir el futuro con obispos entrenados para defenderse y mirar hacia atrás; de ellos, el consejo, pero la dirección de otros. El episcopado español se renueva con algunos pastores de una iglesia en salida -dicen-, pero más que salir, la mayoría da vueltas a lo mismo, y mantiene muy claro que a dormir, a casa”.

Y en la Permanente, el organismo que dirige el episcopado entre Plenarias, los ‘rouquistas’ tienen más puestos que antes: nada menos que 11 de 24. Casi la mitad. Éstos son los conservadores de la Permanente: Sanz, Zornoza, Benavent, Franco, Pérez, Braulio, Asenjo, González Montes, Catalá, Morga y Herráez. Copando comisiones episcopales tan importantes como Doctrina de la Fe, Clero, Educación, Pastoral, Misiones, Vida Consagrada, Relaciones Interconfesionales o Patrimonio.

Y con la sorprendente coda del obispo de Castellón, Casimiro López, en Asuntos Jurídicos o Carrasco Rouco, en Universidades. En la etapa anterior, habríamos hablado directamente de nepotismo. Ahora, lo sigue siendo, pero encubierto y avalado no sólo por su tío el cardenal, sino por todos los obispos que votaron al sobrino para ese puesto de responsabilidad. Sobre todo, cuando el próximo Sínodo se va a dedicar a la Juventud, entre ella la universitaria.

Algunos de los puestos logrados por los rouquistas (además del de Carrasco Rouco) son una auténtica rebelión encubierta contra los planes y las reformas de Francisco. Mientras el Papa atrona contra el clericalismo de los sacerdotes y acaba de proponer un nuevo modelo de formación para los futuros curas, ¿cómo es posible que los obispos hayan colocado en Clero a Zornoza, uno de los formadores de uno de los seminarios más clericales de España (el de Getafe, que tiene evidentes problemas entre su clero y es un eximio representante del modelo funcionarial del cura, que se da de patadas con el modelo del sacerdocio-servidor de Francisco?

5/ La raya del ‘efecto Francisco’

Conformado por Rouco y Fratini como uno de los colectivos episcopales más conservadores de Europa, colocado durante las últimas décadas en orden de batalla, para salir incluso a la calle e intentar imponer su moral a toda la sociedad, al episcopado español le está costando Dios y ayuda subirse al carro de Francisco. De hecho, muchos miembros del sector conservador no lo hicieron ni tienen pensado hacerlo. Sólo esperan a que escampe y, mientras tanto, ocultan su desazón en público, se despachan a gusto en privado y utilizan algunas frases comodines (periferias, Iglesia en salida…), para disimular.

Mientras tanto, la mayoría moderada está desconcertada. Sus miembros están de corazón con el Papa, pero no se atreven a secundarlo a fondo, por miedo a significarse y a recibir palos de las terminales integristas.

Sólo hay una docena de prelados españoles pro Francisco a tope y que así lo viven y lo escenifican con sus palabras y sus hechos. Entre los más famosos y los más citados por el cargo que ocupan, los arzobispos de Madrid y Barcelona, a los que desde aquí motejamos cariñosamente como los “hombres del Papa en España”. Y lo son, al menos más que los demás.

Ahora, los ultras quieren vendernos la mercancía averiada de que si Osoro ha perdido la vicepresidencia es precisamente por no hacer ascos al calificativo de ‘hombre del Papa en España’. Si así fuera, confirmaría nuestra tesis de que muchos obispos españoles ‘no tragan’ a Francisco.

Es evidente, pues, que la raya del ‘efecto Francisco’ separa a unos obispos de otros. Prueba de ello es que las páginas rigoristas, anti Francisco a tope con ocasión o sin ella, están alborozadas por el desenlace de las elecciones episcopales…Creen y sostienen que los conservadores forman un grupo compacto, que les sirven de apoyo y cobertura en su frente antipapal. Al menos desde la sombra.

Es verdad que a esa ilusión contribuyen incluso los moderados y los alineados con Francisco, cuando niegan públicamente las evidencias de que el episcopado no es un colectivo uniforme ni uniformizado y que, por sonsiguiente, no todos están con el Papa en la mismma medida. Claro que todos están con el Papa en teoría. Lo contrario, sería un gravísimo pecado. Pero son muchos los que en la práctica le dan la espalda abierta y descaradamente. Comunión canónica, sí. Comunión espiritual y afectiva, no.

Negar esta evidencia sólo conduce a taparse los ojos ante la realidad. Está claro que, en el episocpado, hay y siempre hubo distintas sensibilidades, tendencias o corrientes. Por mucho que un amigo mio diga constantemente que ‘no hay nada más parecido a un obispo que otro obispo’. Ni todos son tan iguales ni todos son de Francisco.

Algunos incluso por simple comodidad. A una edad avanzada es difícil la conversión pastoral que pide Francisco. Porque implica un cambio no sólo pastoral, sino también vital. Por ejemplo, ¿cuántos de nuestros obispos imitaron a Francisco y dejaron sus palacioes, para irse a vivir a seminarios o residencias sacerdotales? Uno. Sólo uno: el obispo de Palencia, monseñor Herrero.

6/ Pendientes del compañero y sin significarse

Es lógico que, un colectivo tan restringido y tan cerrado como el episcopal, en el que, a menudo, funciona la cooptación, se rija por la ley del corporativismo. Sólos ante el peligro y sin saber lidiar, en muchas ocasiones, con las denuncias de los medios (a los que temen más que al mismísimo diablo), la mayoría reacciona pensando en sus pares. No en el pueblo ni en la sociedad. Lo que más les pesa es “lo que dirán sus compañeros de mitra”.

Y a la mayoría de los obispos no les gusta que los demás destaquen. La consigna es, pues, no significarse y no mostrar externamente apetencias de ascenso, aunque casi todos estén deseando subir en el escalafón. Sólo está bien visto y permitido para la clase episcopal destacarse para dar palos y, desde su sicología de fortaleza asediada, defender a la institución de las asechanzas del mundo, el demonio y la carne. De ahí que solo se aplauda a los obispos que salen del coro, para arremeter contra gays, transexuales, abortistas, divorciados, ideólogos de género o podemitas. O para defender los privilegios eclesiásticos, disfrazados de derechos adquiridos y debidos. En cambio se critica a los que, como Osoro u Omella, tienden la mano a Carmena o Colau.

No es de recibo significarse ni para secundar al Papa. Y los que lo hicieron, lo pagaron en las elecciones. “¿Qué se habrá creído ése? ¿Que es más de Francisco que yo? Todos estamos con el Papa: unos, de corazón y otros, por conveniencia”, me decía hace poco un obispo conservador, criticando a un moderado, que había salido apostando por el Papa en una entrevista. Es el rechazo silencioso y taimado del Papa, deslegitimando al que toma partido por él. Les cuesta asumir el cambio de modelo de Francisco. Les cuesta pasar de una Iglesia a la defensiva a una Iglesia de la simpatía, de la Iglesia del no a la del sí, de la Iglesia madrastra gruñona a la Iglesia madre tierna y misericordiosa, de la aduana al hospital de campaña. De príncipes a servidores.

7/ El ‘florero’ de la CEE

Acostumbrados a ser dueños, amos y señores en sus diócesis respectivas, a la mayoría de los obispos la CEE no les interesa demasiado. Unas veces, les complica la vida. Auqnue, en otras ocasiones, encuentren cobijo en ella y, sobre todo, un lugar para hacer medrar el ego entre los pares. Se remiten a la preeminencia de las Iglesias locales y a que el presidente del episcopado no es el jefe de los obispos.

Algo obvio eclesiológicamente, pero que se pega de patadas con la dinámica social y mediática. Ni la sociedad ni la Iglesia van mirando lo que pasa en cada una de las diócesis españoles (a no ser cuando sus respectivos obispos saltan a la palestra para ‘lucirse’ con anatemas y descalificaciones). La sociedad y los medios mirán a las cúpulas de las organizaciones sociales. Y la Iglesia es una de ellas, representada por sus élite, la jerarquía. Encerrados en us pequeño mundo (rodeados de turiferarios), parecen incapaces de entender cuál es el modo de estar de la jerarquía en el mundo actual. Y, de hecho, precisamente por eso, la Iglesia pierde relevancia social y mediática a borbotones.

La credibilidad o el descrétido de la Iglesia se la ganan a diario los obispos en el silencio y la discrección de sus diócesis. Pero la influencia social y la presencia en los medios sale de la cúpula y de Añastro, sede de la CEE. Por otra parte, menospreciar a la CEE es ponerse de perfil ante las exigencias de Francisco de una mayor colegialidad y sinodalidad, asi como de su intento de recuperar el papel y la función destacada de las Conferencias episcopales en la Iglesia, cuya función se desactivó en la etapa anterior.

8/ Una etapa de transición

La nueva cúpula está de salida y señala a la perfección la etapa de transición que comienza en la Iglesia española. Para hacerse realmente de Francisco, nuestra Iglesia tiene que cambiar a gran parte de su episcopado. Una operación similar a las que hicieron Dadaglio-Tarancón, primero, y Tagliaferri-Suquía-Rouco, en signo contrario después. Obispos de Francisco no por conversión (siempre tan difícil y costosa), sino por convicción.

Eso exige, lógicamente, el cambio de Nuncio. Renzo Fratini representa las esencias del ‘antiguo régimen’ y no encarna al ‘nuevo’. Hace tiempo que se rumorea que se va. O que le van. Y los rumores cobran intensidad últimamente, porque parece que el Papa le va a recibir pronto en Roma. ¿Para felicitarle por su labor, para darle alguna indicación, para informarse de lo que pasó en las elecciones de la CEE, para comunicarle su cese en la Nunciatura de Madrid? Qui lo sa…pero lo que sea sonará.

Lo que parece evidente es que, si ahora o en un plazo más o menos corto, el Papa cambia a su legado apostólico en España, será la prueba del algodón de su ‘enfado’ con los obispos españoles, que continúan siguiendo a Rouco más que a él. Un sonoro tirón de orejas para los que, en el seno del episcopado, prefieren mirar atrás que abrir caminos y hacer lío hacia adelante…

Con intervención directa del Papa o sin ella, lo que sí está claro es que el futuro de la Iglesia española no puede pasar por Sanz, Zornoza, Franco o Carrasco Rouco en los puestos de liderazgo y de responsabilidad. A no ser que se conviertan, como nos pide el Papa a todos.

9/ No todo está perdido

A pesar de los pesares, el horizonte queda abierto para la mayoría moderada. Siempre que sean capaces de sacar las lecciones oportunas de la derrota. Primera, que las mediaciones son importantes y que no se puede ir a unas elecciones ‘a ver qué sale’. Sobre todo, cuando la otra parte lleva pergeñada, lista y pulida todo una estrategia para conquistar las máximas cuotas de poder posibles.

En segundo lugar, siempre que los moderados planten cara de una vez, salgan de la zona de confort de la santa prudencia y se alineen descarada y abiertamente con las tesis de Francisco. Lo tienen fácil. El Papa marca la marcha. Siguiéndole, no hay miedo a equivocarse. Siempre se va en buena dirección, cuando se camina “cum Petro et sub Petro”.

10/Coda

Esto es lo que pienso en conciencia. Y contarlo no es crear división entre los obispos, sino reconocer lo que ya existe: prelados con diversas sensibilidades. Que el pueblo de Dios sepa las claves profundas de la súltimas elecciones y el vuelco hacia atrás de la CEE no son gamas de malmeter, sino deber ineludible del informador religioso que se precie. Ganaría más, estando calladito. Quizás. Pero, en ese caso, no dormiría tranquilo y, por comodidad, dejaría de aportar mi granito de arena a la revolución evangélica de Francisco, que quiere descongelar el Vaticano II, que tanta ilusión trajo, en otra época, a la Iglesia española.

 

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