Por Olga Consuelo Vélez
El viaje del papa Francisco a Irak no tuvo la trascendencia mediática que han tenido otros viajes por razones conocidas -la situación de pandemia- y también porque su itinerario fue sin encuentros multitudinarios y en una tierra muy difícil donde los cristianos son una minoría. Pero los que acompañaron de cerca el viaje, resaltaron el valor de este, especialmente, lo que significa para impulsar el diálogo interreligioso, diálogo que en la actualidad no es algo insignificante sino urgente e imprescindible porque, entre otras cosas, crece la presencia de las otras religiones en los países tradicionalmente católicos. También fue importante la presencia del papa como pastor cercano y solidario con esa pequeña comunidad católica tan golpeada por la violencia.
Sobre el impulso al diálogo interreligioso fue muy importante el encuentro que el papa tuvo en 2019 con el jeque Ahmed el-Tayeb, gran imán de Al-Azhar en Egipto, con quien firmó un documento sobre la fraternidad humana y, en esta ocasión, con el gran ayatolá Ali al-Sistani en Najaf, considerado el líder más influyente de los musulmanes chiítas. Los líderes religiosos cada vez son más conscientes de que la religión tiene mucho que aportar a la paz mundial y estos encuentros impactan positivamente para reforzar este mensaje.
En el capítulo octavo de la Encíclica Fratelli Tutti, titulado, “Las religiones al servicio de la fraternidad en el mundo”, Francisco señaló la importancia del acercamiento entre las religiones: “el diálogo entre personas de distintas religiones no se hace meramente por diplomacia, amabilidad o tolerancia (…), el objetivo es establecer amistad, paz, armonía y compartir valores y experiencia morales y espirituales en un espíritu de verdad y amor’” (n. 271). Más aún, señaló el fundamento creyente para la vivencia de esta fraternidad: “Los creyentes pensamos que, sin una apertura al Padre de todos, no habrá razones sólidas y estables para el llamado a la fraternidad. Estamos convencidos de que ‘sólo con esta conciencia de hijos que no son huérfanos podemos vivir en paz entre nosotros’. Porque la razón, por sí sola, es capaz de aceptar la igualdad entre los hombres y de establecer una convivencia cívica entre ellos, pero no consigue fundar la hermandad” (n. 272). En la encíclica el papa llama a establecer dicho diálogo desde la propia identidad, vivida con responsabilidad y apertura, buscando caminos para “conversar y actuar por el bien común y la promoción de los más pobres” (n. 282) y reconociendo “los valores fundamentales de nuestra humanidad común, los valores en virtud de los que podemos y debemos colaborar, construir y dialogar, perdonar y crecer, permitiendo que el conjunto de las voces forme un noble y armónico canto, en vez del griterío fanático del odio” (n. 283).
Este viaje, por tanto, ayudó a poner en práctica lo expresado en la Encíclica y a visibilizar a ese país que a pesar de todas las dificultades que ha vivido, sigue con esperanza y alegría, creyendo que un futuro mejor es posible. Cabe destacar las palabras del papa antes de rezar por todas las víctimas de la guerra en la ciudad de Mosul:
“Si Dios es el Dios de la vida -y lo es- a nosotros no nos es lícito matar a los hermanos en su nombre. Si Dios es el Dios de la paz -y lo es- a nosotros no nos es licito hacer la guerra en su nombre. Si Dios es el Dios del amor -y lo es- a nosotros no nos es lícito odiar a los hermanos”.
Dichas palabras hemos de reflexionarlas una y otra vez porque se aplican igualmente para nuestros propios contextos donde sigue habiendo muerte -de muchas formas- entre quienes deberían sentirse y vivirse como hermanos.
En su encuentro con los obispos, sacerdotes, religiosos/as, seminaristas y catequistas, les recordó lo que ha sido insistencia en sus discursos a estos miembros de la iglesia: “Sabemos que nuestro servicio conlleva también una parte administrativa, pero esto no significa que debamos pasar todo nuestro tiempo en reuniones o detrás de un escritorio. Es importante que estemos en medio de nuestro rebaño y que ofrezcamos nuestra presencia y nuestro acompañamiento a los fieles de las ciudades y de los pueblos (…) Sean pastores, servidores del pueblo y no administradores públicos, clérigos funcionarios. Siempre con el pueblo de Dios, nunca separados como si fueran una clase privilegiada. No renieguen de esta “estirpe” noble que es el santo pueblo de Dios.”. Terminó su viaje encontrándose con el padre de Aylan, el niño encontrado muerto en la playa turca en 2015, víctima como tantos migrantes de unas rutas peligrosas para tocar otras tierras que les hagan posible una vida digna.
Una palabra final sobre la “fraternidad de los hijos de Abraham” -como titularon algunos diarios el encuentro del papa con los líderes musulmanes-. Las imágenes (fotos) (las cuales hablan más que mil palabras) siguen mostrando que los líderes religiosos son varones y las mujeres son invitadas para decir algunas palabras -en los itinerarios y actividades que ellos organizan- y también pueden ser reconocidas en su labor, en su entrega, como el papa lo expresó dirigiéndose a los responsables de la iglesia: “no se olviden de sus madres y de sus abuelas, que los han “amamantado” en la fe, como diría san Pablo (cf. 2 Tm 1,5)”. Pero aún sigue interpelándonos aquel pasaje de la mujer encorvada en el que el jefe de la sinagoga le reprocha a Jesús por haberla curado en sábado y Él le responde: “Y esta que ES HIJA DE ABRAHAM, a la que ató Satanás, hace ya dieciocho años, ¿no estaba bien desatarla de esta ligadura en día sábado?” (Lc 13, 16). Todas las religiones siguen teniendo esta deuda pendiente con la mujer, no solo de desatarlas de sus circunstancias dolorosas (expresadas generalmente como “violencia de género”) sino reconocerlas, en verdad, como verdaderas hijas de Abraham, con lo cual no podría haber espacios negados para ellas en razón de su sexo.