Recordando a Hilari Raguer

Por Carlos G. de Andoin

  • “Le dolía que los prisioneros de guerra sometidos a trabajos forzosos en el Valle eran considerados pecadores”
  • “Doctor en Derecho, teólogo e historiador, era monje y benedictino, de la misma orden que la Abadía de la Santa Cruz. Sin embargo, su orientación religioso-política era bien contraria. Cuña de la propia madera”
  • “Respecto a las beatificaciones masivas promovidas por la Iglesia, negaba la condición de mártires a los religiosos católicos asesinados en la Guerra Civil, al considerar que no fueron asesinados por su fe cristiana, el odium fidei, sino por la asociación de la Iglesia con la derecha antidemocrática, esto es, por razones políticas.”

  • “Franco, cuando imaginó el Valle de los Caídos, tuvo a Montserrat, que admiraba, como modelo de inspiración”
  • “La actitud sostenida de la comunidad benedictina, aferrada a la tumba de Franco frente a los poderes del Estado, ejecutivo, legislativo y judicial, hace imposible la resignificación del Valle con la continuidad de la abadía benedictina”
  • “Lo que no es aconsejable es que se sustituya una comunidad monástica por otra. Su presencia lleva la semilla de la perpetuidad. Lo que lleva a adueñarse del lugar”

Finis coronat opus. El fin corona el trabajo. Así me escribió el monje e historiador benedictino Hilari Raguer, fallecido el pasado 1 de octubre, cuando conoció la noticia de la definitiva exhumación de Franco del Valle de los Caídos, hace un año. Su salud era ya precaria, pero quería compartir la satisfacción por el objetivo logrado. Nos habíamos conocido en 2011, cuando mostró su disposición a participar en la Comisión de Expertos del Valle de los Caídos impulsada por el ministro Jáuregui.

Compartimos jornadas de trabajo y después le visité varias veces en la montaña de Montserrat. Sabía que todavía quedaba mucho por hacer para hacer efectiva la resignificación del lugar. En otro correo, el mismo día de la exhumación me dijo: y “ahora, el centro de interpretación” y a José Antonio, “al lugar que le toca”. “¡Por fin!” la democracia española retiraba a Franco del monumental mausoleo en que el franquismo había convertido el Valle.

La presencia de Hilari Raguer en la Comisión tenía un alto significado. Doctor en Derecho, teólogo e historiador, era monje y benedictino, de la misma orden que la Abadía de la Santa Cruz. Sin embargo, su orientación religioso-política era bien contraria. Cuña de la propia madera. Había sufrido la represión de Franco y como historiador investigó y documentó la biografía de catalanes represaliados por el franquismo, como el general Domingo Batet o el diputado de UDC Manuel Carrasco Formiguera.

Hilari Raguer en Montserrat

Raguer apoyó la ley de Memoria Histórica. Respecto a las beatificaciones masivas promovidas por la Iglesia, negaba la condición de mártires a los religiosos católicos asesinados en la Guerra Civil, al considerar que no fueron asesinados por su fe cristiana, el odium fidei, sino por la asociación de la Iglesia con la derecha antidemocrática, esto es, por razones políticas.

Con otros miembros propuso a la Comisión no dejar tal cual el osario y su jerarquía franquista, sino transformarlo para lograr una dignificación de los restos fuera del “paraguas interpretativo” del franquismo y de acuerdo con una nueva cultura de la reconciliación y la memoria de las víctimas.

Raguer era especialmente sensible a uno de los aspectos más odiosos del Valle, la situación de los prisioneros de guerra sometidos a trabajos forzosos. Denunciaba la ideología que subyacía a la llamada “Obra de la Redención de Penas por el Trabajo” (Orden del 7-X-1938). En esta institución, “que se pretendía humana y hasta cristiana, latía la idea perversa de que aquellos presos republicanos no eran solo delincuentes sino también pecadores, que necesitaban expiar su pecado con el trabajo”.

Los republicanos eran considerados pecadores. El sistema podía haberse llamado “Reducción de penas”, pero el nombre de “Redención” tenía “una sobrecarga bíblica y teológica con la cual aquel negocio del trabajo casi gratuito se asimilaba sacrílegamente a la obra de la Redención de Cristo”. Contaba de Carrasco Formiguera, apresado con su familia, que cuando sus hijos pequeños, en el orfelinato donde estaban recluidos, se disponían a comulgar, como de costumbre, en la misa del domingo, les dijeron que estaban en pecado y que antes tenían que confesarse. Cuando lo hicieron el cura les puso a todos la misma penitencia: “Reza un padrenuestro por la conversión de tu padre”.

Construyendo el monumento en Cuelgamuros

En las conversaciones que mantuvimos Hilari Raguer me dio a conocer alguna curiosidad. Por ejemplo, que Franco, cuando imaginó el Valle de los Caídos, tuvo a Montserrat, que admiraba, como modelo de inspiración. Algo en común tiene, ciertamente, la majestuosidad paisajística de uno y otro lugar. Para nada lo que representan respecto a la democracia y los derechos humanos.

Algo que no olvidaré del sabio, cordial y agudo monjo, que tiene una enorme actualidad, es la reflexión que nos transmitió sobre el modo de presencia de Iglesia que caracteriza a un monasterio benedictino o cisterciense. Echa raíces en el lugar. Se une a él de forma centenaria, casi indisoluble, a perpetuidad. Ciertamente la mayor parte de los monasterios benedictinos en Europa acumulan varios centenares de años, sino el milenio.

Es pertinente recordar esta reflexión de Raguer. La actitud sostenida de la comunidad benedictina, aferrada a la tumba de Franco frente a los poderes del Estado, ejecutivo, legislativo y judicial, hace imposible la resignificación del Valle con la continuidad de la abadía benedictina. Ello no significa que no siga habiendo culto en la Basílica, servido por la diócesis de Madrid, o que no pueda haber otro tipo de presencia de la Iglesia, bajo un criterio de laicidad incluyente.

El prior Cantera, con los Franco

Pero lo que no es aconsejable es que se sustituya una comunidad monástica por otra. Su presencia lleva la semilla de la perpetuidad. Lo que lleva a adueñarse del lugar. Precisamente es lo que debe cambiar de una vez tras 70 años. La custodia de este lugar de Memoria de las Víctimas de la Guerra Civil no corresponde de ninguna forma a la Iglesia sino a los poderes civiles del Estado.

Es la elocuente imagen de la exhumación de Franco. Por primera vez el Estado democrático y de derecho se hizo con el lugar. Tomó su propiedad. Es la imagen que representaron la ministra de Justicia, Dolores Delgado, y los altos cargos de presidencia de gobierno, en pie, desde la puerta de la basílica, observando con rostro solemne cómo la familia se llevaba los restos del dictador. Finis Coronat Opus.

*Carlos García de Andoin. Fue Secretario de la Comisión de Expertos del Valle de los Caídos. Es Director del Instituto Diocesano de Teología y Pastoral de Bilbao.

 

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