Por Carlos García de Andoin.
Día duodécimo de la crisis del coronavirus. Ayer hemos superado en muertes a China: 3.434. Un anti-hito. Y todavía nos queda casi una semana de incremento de contagios y de fallecimientos. Días muy críticos. Serán una verdadera prueba de estrés social, y seguramente también político. Varias dimensiones.
Primera. En el frente, los profesionales sanitarios están “desbordados completamente y muy cansados”. Varios con quienes ayer hablé transmiten la impotencia ante el incremento de casos graves. Con UCIs abarrotadas. En el temor de no poder recurrir a sus recursos extraordinarios. Lo que es derrota médica. Sin Unidad de Cuidados Intensivos, el enfermo grave queda abandonado e indefenso, a merced de las garras voluptuosas de la muerte. Profesionales que ven –no telemáticamente, sino en el cuerpo a cuerpo, a menos de metro y medio- los estragos del virus. “Hora de pedir fuerza y darlo todo!” me decía un amigo médico. El testimonio de ayer de Loli, la enfermera que se ha curado, era revelador de la lucha agónica por la vida que ha librado. Decía con voz entrecortada que estaba “asustada y con mucho miedo, de dormirme y no despertarme”. ¡Gracias Señor por su entrega!
Segundo. Decepción ante decisiones que no acaban de hacerse efectivas. En el campo sanitario, las mascarillas, la ropa de protección, los respiradores mecánicos que no llegan. La falta de test de covid 19. En el asistencial, en las residencias de mayores, la falta de estos medios y de medicación adecuada, condiciones de comunidad de contagio que no acaban de ser modificadas y que auguran lo peor. En lo económico, que llegamos a fin de mes. Pagos que vencen e ingresos que merman. Decisiones de gobierno cuya gestión se retarda. Implementar decisiones rápidas no es fácil. Sensación de palabras que van resultando vacías. ¡Te pedimos por los científicos, y las autoridades sanitarias y políticas! Dales acierto, que voluntad no les falta.
Tercero. El miedo creciente a un virus que extiende sus garras. Poco a poco vamos conociendo entre nuestros círculos familiares y de relación personas contagiadas. Unas, con síntomas, no distintos de una gripe. Otras, menos, con pronósticos más graves. El caso es que el miedo, aunque la letalidad sea pequeña, se extiende también con la misma invisibilidad y velocidad que el virus. Y con el miedo, la ansiedad, la impaciencia, los nervios….
Cuarto. La prolongación del confinamiento de personas y familias en nuestros hogares, sin ver aún frutos claros al mismo. Los primeros días fueron de novedad. Después han sido de adaptación. Dos semanas más pesan. Y puede venir más rigor. Extremando las medidas. Paradójicamente, para proteger a los más mayores, con dolor, aislarles, cuando son especialmente sensibles a la soledad.
¿Consejos para estos días? Acudamos a la sabiduría de la humanidad. A la teologal, la de Pablo de Tarso: fe, esperanza y caridad. Y a la filosófica, la de Platón: templanza, prudencia, fortaleza y justicia.