Independientemente de los últimos graves acontecimientos surgidos en el seno del Parlament Catalá, Iglesia Viva se ha interesado en los últimos años de la deriva independendista del nacionalismo catalán, dedicándole sendos debates en los números 259 y 260 y abriendo una sección A DEBATE en el número 263 con un artículo de Jaume Botey, cuya última parte publicamos qaa continuación en este blog, seguida de una respuesta recibida de Josep Mª Jauma, que va a continuación. El Debate queda abierto a sucesivos comentarios y posibles nuevos artículos.
El nacionalismo catalán y los sentimientos
Momento actual del proceso en Catalunya
Jaume Botey. Presidente de Cristianisme Segle XXI. Barcelona
V. Alternativas
[Lo apartados anteriores: I. Justificación, II. Nuevas coordenadas, III. Un 27 S plebiscitario y IV. Para el cristiano pueden leerse en el artículo completo. Conviene leerlos para interpretar mejor estas conclusiones]
1. En persepctiva de futuro
Guste o no guste, España va a tener que dar una solución a las exigencias de Catalunya. Los procedimientos seguidos hasta ahora por el movimiento nacionalista han sido democráticamente impecables y la necesidad del reconocimiento de Catalunya ha entrado ya en la agenda internacional como un problema a resolver. La negativa del gobierno español es antidemocrática e insostenible desde todos los puntos de vista, nacional e internacionalmente.
Por otra parte los resultados del 27S dan legitimidad democrática a las propuestas que llevaban en su programa las dos candidaturas ganadoras y todo hace prever la seriedad y firmeza de su compromiso. En Catalunya está en marcha un proceso original de construcción de un Estado nuevo por vías democráticas, pacíficas, de participación masiva, social, solidaria, transversal, un tipo nuevo de revolución. Es una realidad sin precedentes, concebida según parámetros distintos, que se abre camino en la confusión del presente.
Parece que el proceso no tiene marcha atrás y que se seguirá con los procedimientos de democracia y determinación habidos hasta ahora. Ante esto creo que sólo son de prever dos salidas posibles:
o una reorganización del Estado que permita convivir territorios muy diferenciados, con plena separación de poderes,
o acabar pactando algún tipo de separación lo menos traumática posible.
Para ambas alternativas hace falta que en España controle el gobierno y el discurso cultural una formación política que tome en consideración la complejidad del fenómeno nacional y trabaje por encontrar una solución aceptable para todo el mundo.
2. El problema es España
Por lo tanto, guste o no guste también, el problema es España. La reivindicación de la independencia es un medio para plantear, en primer lugar, el derecho a decidir. El Estado español debe aceptar el diálogo con Catalunya y un referéndum legal. Esto supone que cualquier escenario positivo de futuro para Catalunya requiere un escenario renovado en España. Supone además reconocer que el régimen nacido en 1978 es ya pasado y lo representa un gobierno cadáver político. En las cúpulas del Estado no se reconoce que el problema es España, su modelo de Estado, su régimen político agotado; los aparatos políticos que se alternan han perdido la capacidad de afrontar los problemas y la confianza de la ciudadanía. La cuestión catalana les sirve de coartada ante los pueblos de España para intentar orientar el malestar contra Catalunya. La polarización política es el resultado de la polarización de sentimientos. El desarrollo del sentimiento anticatalán y su contrario, el antiespañol, suponen una regresión democrática que puede llegar a ser trágica.
3. Algo ha cambiado
Obviamente el resultado del 27S debe haber sido un toque de alerta de dimensiones colosales al gobierno. Se pone en evidencia que lo planteado en Catalunya es el reto de mayores dimensiones que se ha planteado al Estado desde la transición.
A pesar de la actitud de esfinge de Rajoy creo que debe decirse que al 27S se ha llegado con algo de camino recorrido: el PP afirma ya —¡ahora!— que el actual trato fiscal respecto de Catalunya es injusto, que la Reforma de la Constitución es necesaria, que se suspenden algunas actuaciones previstas en la LOMCE, que es necesario el reconocimiento del hecho diferencial catalán, que es posible blindar la lengua…
No ha sido el gobierno quien ha cedido. Han sido conquistas de la movilización masiva, pertinaz y no-violenta.
4. El futuro. Modelo de Democracia radical
La cuestión de fondo hoy no es solamente la independencia o un status similar al de un estado confederado o federalizado. Hay algo más profundo y básico: cómo entendemos la democracia.
Los partidos del sistema, PP y PSOE principalmente, han caricaturizado la democracia hasta límites propios del liberalismo conservador del siglo XIX. Identifican democracia con algunos derechos políticos abstractos y derechos teóricos pero no ejercitables (empleo, vivienda, educación por igual a todos, etcétera).
Igualmente en Catalunya, la consulta y la independencia, oscurecen las contradicciones de la sociedad catalana. Las políticas públicas de la Generalitat no proponen políticas alternativas sociales y ni CiU ni ERC, han propuesto hasta ahora una democratización profunda de las instituciones de gobierno. No se han desarrollado los instrumentos legales participativos, la ley electoral y la simplificación del ordenamiento territorial, a pesar de ser obligaciones derivadas del Estatut. No ha desarrollado ni facilitado la iniciativa legislativa popular, el presupuesto participativo.
La independencia debe servir para corregir.
5. Difíciles previsiones de una reforma constitucional
Ninguna de las posibles combinaciones posibles de gobierno en España como resultado del 20 de diciembre (PP-C’s; PP-PSOE; PP-PSOE-C’S; PSOE-Podemos) hacen creíble una reforma constitucional que reconozca de forma consecuente el carácter plurinacional del estado español. Y sin un reconocimiento explícito de la realidad nacional catalana no hay ninguna posibilidad del encaje de Catalunya a partir de borrosas e indefinidas terceras vías. Por eso no debe hablarse del problema catalán sino del problema de España.
Para el catalanismo no tiene ya sentido subordinar el proceso constituyente catalán a un hipotético proceso constituyente español.
6. Sentido laico del nacionalismo
La construcción de la nueva sociedad sólo podrá hacerse evitando los fundamentalismos y estableciendo el diálogo desde una neutralidad afectiva que podríamos llamar el sentido laico del nacionalismo. Todos los fundamentalismos, de cualquier tipo, son enemigos del diálogo. Igual que en lo religioso, también en lo político, y especialmente en el tema de las identidades, deben evitarse los fundamentalismos. Pero mantener la propia identidad y quererla como una herencia que nuestros padres nos han dejado no supone negar la de los demás. Es una cuestión de sentimiento.
Para terminar, creo que el siguiente texto puede ilustrar las razones que en Catalunya han impulsado este proceso. En un memorable discurso a las Cortes sobre la cuestión catalana, Azaña dijo que “la diferencia más notable que yo encuentro entre catalanes y castellanos es que nosotros los castellanos lo vemos todo en el Estado y cuando se termina el Estado se nos termina todo, mientras que los catalanes, que son más sentimentales, o son sentimentales y nosotros no, ponen en el Estado una porción importante de cosas amables y amorosas que los alejan un tanto de la presencia severa, abstracta e impersonal del Estado”.
CARTA-RESPUESTA A JAUME BOTEY
Por Josep Mª Jaumá
Querido Jaume,
antes que nada, quiero agradecerte tu largo escrito. Hace falta que algunos expliquen nuestra historia y nuestras razones a tantos millones de españoles a los cuales les han sido camufladas. Me pregunto por qué no se ha hecho antes y de manera continuada. Si hemos de convivir (como yo deseo) nos hemos de conocer, y me parece obvio que los pensamientos y sentimientos de los catalanes han sido -y todavía lo son- ignorados, si no ridiculizados, por la mayoria de nuestros ‘compatriotas’. ¿Han hecho algo nuestros gobiernos en este sentido? Yo no me he enterado.
Me atrevo a responderte por nuestra amistad y porque entiendo que es conveniente completar tu argumentación con otro punto de vista. Espero que la revista acepte que vuelva a ser yo quien te da la réplica. ¡Como si no hubiese nadie más en todo el país! En fin, que hagan lo que consideren mejor.
La base de tu argumento es que la independencia es la única salida a la situación de Cataluña dentro de España. Salvador Cardús decía hace pocos días que continuar allí era “imposible”, y Toni Comín que la única manera de ser catalanista (defensor de nuestro país) era ser independentista. Si es así, yo (y tantos más) quedamos automáticamente relegados a las tinieblas exteriores. Para mí vuestra actitud es la de tirar la toalla o de romper la baraja. Pones a Mandela como ejemplo a imitar. No sé ver que Mandela rompiese ninguna baraja; todo lo contrario, supo jugar con ella, en oposición a lo que pretendía su partido, el A.N.C. (y por un millón de motivos infinitamente de más peso que los que podemos tener nosotros). O, si pensamos en nuestro continente, cuantísimos debieron creer que, después de tres guerras tan crueles en un solo siglo, Alemania y Francia pudiesen reconciliarse y colaborar. Y ahí los tienes sosteniendo juntos los fundamentos de Europa.
Siento repetir exactamente lo que ya dije en mi réplica anterior: estoy convencido que el camino que se escogió para cambiar la insostenible situación era el equivocado y que no lleva a ninguna parte. ¿Puede Europa aceptar lo que se está haciendo estos días en el Parlament y la manera como se está haciendo? Con un 70% o 80% de votos, quizás sí, no lo sé. Con el 50%, yo creo que es imposible. Y, si no nos aceptan en Europa, ¿sobreviviríamos? ¿Estarían de acuerdo los catalanes (incluidos el 50% del Sí) en esta salida? Me gustaría que alguna encuesta nos respondiese. Yo creo que saldría un no rotundo. Si fuese así, ¿qué nos llevaría a insistir , com si fuese el único, en este mal camino? ¿Hay que forzarles para que se vayan acostumbrando, y pensando que ya lo aceptarán algún día? He aquí cómo hemos adoptado muy pronto aquello tan hispánico de “sostenella y no enmendalla”.
Yo lo compararía con la pretensión de la Cup de salir hoy mismo del capitalismo. El capitalismo actual me repugna a mí como les puede repugnar a ellos. Pero, ¿es posible substituir-lo de un día para otro? ¿Es esto lo que querría la gente? Un salto mortal así sería literalmente esto: mortal. Yo pienso que hay que dar los pasos uno tras otro, sobre todo ayudando a la gente a cambiar de mentalidad. No veo que esto se haya conseguido (no ya en un 50%, ni siquiera en la mitad de esta cantidad). Ni siquiera la crisis parece haber conseguido demasiado cambio: véanse los BCN- World, las quejas por la moratoria de más hoteles en Barcelona, o de más cruceros gigantes, etc. etc.
Porque si salimos de los grupos más mobilizados (que existen y tienen su gran mérito) y nos fijamos en la gente “normal y corriente” (que son los que cuentan), ¿somos realmente tan diferentes? En 40 años hemos tenido oportunidades para mejorar muchas cosas; ¿hemos sido diferentes? ¿Tenemos una enseñanza mejor? ¿Una casta política mejor? ¿Una burocracia mejor? Yo no lo sé ver. ¿No ha habido también en Cataluña una burbuja inmobiliaria loca? ¿Han preservado mejor la costa o la montaña los ayuntamientos correspondientes? ¿Hemos sido más responsables que el resto de España con el medio ambiente? ¿Nuestros bancos y cajas (¡ay!) han actuado aunque sólo fuese un poco diferente? ¿Nuestras empresas con fábricas en el tercer mundo, no actúan igual que las demás? Etc.
Ha habido ciertamente un maltrato y una incomprensión sistemáticos por parte de los gobiernos de Madrid: autopistas, trenes, puerto, aeropuerto, corredor mediterráneo, etc y en tantos otros campos. Con la mayor buena voluntad podríamos atribuirlo a una ignorancia supina. Pero nuestros gobernantes, nuestros escritores… ¿Se han molestado en exponerlo públicamente, claramente, objetivamente y sistemáticamente al resto de los españoles? Tú lo haces ahora, muy bien; pero ¿se ha hecho en todos estos años? Yo no me he enterado. No hablo de decirlo un día en no sé qué lugar: la verdad hay que proclamarla bien clara y ante todo el mundo, hasta que se enteren. Lo único que he visto es que los sucesivos consejeros de economía volvían de cuando en cuando de Madrid diciendo, entusiasmados, que finalmente habían conseguido una financiación justa. El resultado está a la vista: ¡no hemos conseguido todavía ni que nos reconozcan el derecho mínimo a la ‘ordinalidad’: ¡que haya el dinero necesario para los mismos servicios básicos en todas las autonomías!
Dices que las ‘terceras vías’ (federalismo, justicia fiscal, reforma de la Constitución…) ya no valen. (Aunque al final de tu escrito sí lo das como una posibilidad. ¿En qué quedamos?). Para mí, y perdóname, este ha sido uno de los errores más garrafales de todo el proceso. Si se hubiese actuado con aquel seny que se nos supone ¿no se hubiese podido crear desde el primer momento un frente común catalanista? El 70% o el 80% de los votos habría dado al proceso una fuerza, creo yo, imparable. En lugar de esto se ha impuesto (como parece inevitable que suceda siempre) la idea más radical: directamente la independencia. Otro defecto, por cierto, bien hispánico, la radicalidad, bien alejado de nuestra supuesta moderación enraonada, que en esta ocasión no ha hecho acto de presencia. (Algo primitivo debe haber en nuestros genes, quizás heredado de los cátaros, reacios a mezclarse con los ‘impuros’). ¿Qué caso se ha hecho de las voces sabias que no seguían aquella radicalidad? De Josep Fontana, de Gaspar Mora, de López-Burniol, de Antoni Puigverd, de Jordi Gracia, de Ramon M Nogués, del mismo González-Faus, de Joan Margarit, de Raimon, de Serrat…, de nuestras figuras más destacadas en cada uno de sus campos? No se les ha tenido en cuenta ni escuchado. En este tipo de situaciones parece inevitable que la descalificación y el ataque personal a quien disiente salten automáticamente: tratar al director y a quienes escriben en La Vanguardia, naturalmente, como unos caragirats; a Xavier Vidal-Folch y a los del País como unos ‘vendidos’; a otro como ‘traidor’ (no me lo invento), y a todos, en conjunto, de botiflers, simplemente porque dentro del lío armado intentaban pensar por su cuenta. Los bancos (que han demostrado, efectivamente, ser ladrones y tramposos) y las grandes empresas “ya pueden coger las maletas” (Cup dixit). Nosotros solos, los cátaros, los puros ya somos (como irónicamente nos ha hecho creer precisamente el nuevo capitalismo) autosuficientes.
¿Se ha hecho ningún debate público entre cualquiera de los líderes (Mas. Junqueras, Forcadell, Muriel…) y los que no están de acuerdo? Yo no me he enterado. En Escocia, todo el año anterior al referéndum, se hacían a diario, y a todos los niveles. Aquí nuestro estilo patentado es callar. Te lo creas o no, en todos los encuentros con amigos, colegas, etc., la solución que hemos adoptado para no amargar la reunión a gritos y ataques, ha sido la de evitar como fuese el tema. No hace falta decir que cuando estaba presente alguien con algún tipo de poder sobre ti, el silencio era doble: el miedo al peligro de ser excluido (fuese de lo que fuese) ha funcionado muy bien.
Contradiciendo la consigna de que “no se ha roto nada”, lo que se ha roto es la conversación
espontánea y confiada, que es la base misma de la vida social. Lo mínimo que te esperas si te atreves a decir que no estás de acuerdo es un condescendiente: -No sabes de qué va. ¿Así tú crees que no hay que hacer nada? – He aquí unos de los grandes ‘argumentos’ que han sido inculcados con gran éxito en mentes ingenuas: o o bien eres independentista, o no lo eres porque piensas que no hay que hacer (o que no se puede hacer) nada. Como un dogma. La ‘patria’ se ha convertido (¡quién lo iba a decir!) en un absoluto que no admite divergencias, de manera parecida a como la autoridad eclesial lo era, por ejemplo, para el nacional-catolicismo. Siempre de buena fe, no faltaría más.
Alguien me dice que toda esta movida era necesaria para dar un buen puñetazo sobre la mesa y conseguir que los sordos oigan y reaccionen. Quizá sí. Quién sabe si sólo se ha tratado de un golpe de efecto, como una puesta en escena colectiva ‘guiada’ para el bien general. Si fuese así, tengo mis dudas que sea del todo honesto. Mobilizar la buena voluntad, el catalanismo innato, de la mayoría, y hacerles pensar y decir aquello que no es exactamente lo que se pretende (como lo que mencionas al final del artículo) ¿es correcto? No sé si por desviación ‘confesional’ yo creo que la manera más sólida y más efectiva de conseguir algo es decir la verdad. Los que te escuchan ya son mayorcitos, y si no la entienden es su problema. Es decir, creo que hay que hacer lo que haces tú en tu exposición. Y lo que pretendo hacer yo ahora, aunque no sobre las razones, sino sobre la manera cómo se han puesto sobre la mesa. Nuestra diferencia es que tú lo haces, supongo, con toda tranquilidad, mientras que yo siento que avanzo a contracorriente. Las secuelas, ¿quién sabe? Me imagino que será -¡otra vez!- eso tan hispánico de “la callada por respuesta”. Ya se sabe que los contrincantes adoptan, como un espejo, el estilo y las armas del adversario.
¿Enviaré este escrito a Iglesia Viva? Si lo hago, puedes estar seguro (ya lo sabes) que no es para hacer la trabanquilla a nadie, y menos a tí, sino porque lo siento como un deber. Que los responsables de la revista hagan lo que les parezca mejor.
Un abrazo, como siempre, Josep M Jaumà
CATALUNYA: DESDRAMATIZAR LA INDEPENDENCIA
Tras las Elecciones catalanas del pasado 27 de septiembre, en las que venció sin paliativos el sector independentista ubicado en dos candidaturas, una multicolor aglutinada por el actual Ejecutivo de la Generalitat de CDC y ERC, junto con movimientos cívicos por la independencia, y otra de signo alternativo y radical, las CUP, alcanzan el total de 72 diputados, lo que representa una solidísima mayoría parlamentaria, tanto para gobernar como para adoptar cuantas iniciativas correspondan a su ideario político y a su estrategia global, ha estallado la crisis de Estado.
Es cierto que lo de la gobernabilidad tiene sus límites, toda vez que no será fácil aunar dos concepciones tan diferentes en la gestión política cotidiana, si bien sí cabe establecer algunos principios de acuerdo en aspectos muy básicos cara a la investidura del nuevo President. Y ahí nos encontramos con el primer escollo. Artur Mas no cuenta con el apoyo de las CUP en razón de sus políticas de derechas y sus recortes sociales. Pero en cambio, la situación coyuntural que atraviesa la opción independentista sí aconsejaría una unidad del bloque soberanista para llevar a cabo un recorrido unitario sin graves fisuras, como lo sería prescindir de Mas para Convergencia. Este dilema hace que se esté demorando la formación del nuevo Gobierno, aunque no así el trayecto independentista que ya se ha puesto en marcha.
En este contexto, hay que diferenciar dos cuestiones fundamentales: el hecho de que la victoria del sí con sus dos protagonistas no haya sumado más de 48 por ciento de votantes, solo implica que obviamente la decisión definitiva requerirá antes o después un referéndum legal que la ratifique en votación directa. Probablemente, aunque el resultado hubiera superado el 50 por ciento, también sería necesaria dicha consulta popular, toda vez que la utilización de unas Elecciones Autonómicas para ese fin, se debe a la cerrazón del Gobierno Rajoy para aprobar el referéndum, quedando como única vía democrática la expresión electoral, impropia del caso. Pero la otra cuestión es que, con la holgada mayoría existente, hay legitimidad democrática plena para iniciar cualquier proceso político, sea cual fuere su meta, siempre que respete los pasos democráticos necesarios para el cambio al que se aspira, extremo que entiendo nunca han puesto en duda los promotores de la independencia.
La obcecación del frente españolista por agarrarse como clavo ardiendo a una legalidad cambiante supone una imposibilidad para un dialogo político imprescindible para administrar este momento histórico.
La Declaración independentista planteada en el Parlament es solo un paso lógico de quienes ganaron con amplitud en las urnas para conformar las bases de su proyecto común. Su adopción mayoritaria simplemente abrirá un nuevo tiempo constituyente en Catalunya que aún tendrá un largo recorrido político y jurídico, si llega a consumar la independencia perseguida, pero sin duda puede quedarse en otro estadio si el movimiento de fichas es eficiente, mas nunca frentista sino dialéctico y dialogado hasta el máximo.
Ofrecer desde el Estado una Mesa de Diálogo con todos sería la primera premisa para abrir un nuevo escenario, con o sin Declaración parlamentaria. En definitiva, ésta solo implica un inicio del trayecto, que habría que desarrollar y negociar en términos concretos económicos, sociales y políticos muy pormenorizados. Pero además en esa Mesa, hay dos temas más que suponen las claves del futuro: la convocatoria acordada de un referéndum legal y democrático para definir claramente la voluntad democrática de los catalanes en la decisión concreta de sí o no a la independencia, y la apertura de un proceso constituyente en todo el Estado Español (o reforma constitucional si el nuevo Gobierno del país así lo formula), donde en todo caso pudiera cambiar de forma relevante el modelo de relación con Catalunya y las demás nacionalidades y regiones que lo demanden. Pienso que un proceso constituyente sería mucho más incisivo en ese aspecto, pero en cualquier caso hay que abrir ese melón, sea cual sea la correlación de fuerzas parlamentarias en el nuevo ciclo.
¿Todo ello serviría para evitar la independencia catalana? Puede que sí o puede que no. Pero solo ese intento valdría para validar unas relaciones positivas entre Catalunya y España y, caso de producirse la ruptura, estaría garantizada una colaboración amplia y cooperativa, lo que no es nada desdeñable. Más aún, los catalanes saben que el recorrido de la independencia es muy corto en el marco de la actual Unión Europea y si la mayoría cambia en el Estado, no sería raro que se modificara el parecer de muchos catalanes en favor de un modelo unitario que, eso sí, respete sus derechos e intereses colectivos sin excusas ni prepotencias.
Pero por encima de todo, aquí y ahora hay que superar la confrontación y practicar la tolerancia. Que nadie olvide que el día después de la independencia, si se produce, seguiremos estando a la misma distancia, compartiendo los mismos problemas y sufriendo la injusticia de un sistema económico que consuma la desigualdad social y la pobreza de muchos seres humanos.
Fdo.: Ricardo Gayol García, Abogado
Botey, al igual que Jaumà y Cadarso, aportan valiosos argumentos para enmarcar la situación. Yo añadiría sólo que encuentro dos fallos en lo que el primero llama procedimientos democráticamente impecables:
-Uno es de tanto peso que enturbia el cuasi-empate del voto popular: las autoridades de Cataluña no han sido neutrales. Ya sabemos la importancia que tiene la neutralidad de las autoridades en todo proceso electoral que se precie.
-El otro es de menor peso pero muy indicativo de por dónde van los tiros: la asunción de que habría más justicia social en una Cataluña independiente. Ha habido incluso voces muy cualificadas en lo moral que hacían de ello asunto indiscutible. Es decir, que los empresarios y financieros catalanes, que se cuentan entre los mayores de España, serían más generosos si su máxima autoridad fuera la Generalitat, a pesar de que ésta no se ha mostrado activa en ese ámbito (no es sólo que su proyecto más ambicioso, el Barcelona World, no tuviera nada de social, es que encima aceptaron rebajarle al 10% el Impuesto de Sociedades que era del 55%).
Lo que importa ahora es ver el camino a emprender puesto que el punto en el que estamos no permite imaginar que no pase nada. Aunque Botey diga que para el catalanismo subordinar el proceso constituyente catalán a un hipotético proceso constituyente español no tiene ya sentido, tal subordinación es inevitable si se quiere permitir que los residentes en Cataluña voten en un referéndum serio y explícito sobre la independencia, faltando el cual la independencia carecería de credibilidad en casi todas partes.
Digo que tal subordinación es inevitable porque ningún gobernante de España puede transigir con algo que contradice al menos dos artículos de la Constitución vigente. Aun sintiéndose inclinado a hacerlo, no podría porque cualquier persona o institución podría acusarlo de prevaricación y los tribunales tendrían que darle la razón.
Por tanto, hay que reformar la Constitución, lo cual obligará a afrontar el problema que supone el favoritismo fiscal de que gozan Euskadi y Navarra. No hay que tener miedo de que se susciten otras cuestiones (Monarquía o República, etc.). A lo que hay que temer es a que los políticos carezcan de amplitud de miras. Los de 1978 las tuvieron, dadas las circunstancias, y los de ahora las tendrán también si se plantean las cosas adecuadamente.
Al fin y al cabo todos los procesos políticos son dirigidos por unos pocos. ¿O es que fue el pueblo el que decidió la boda de Ramón Berenguer IV con dona Peronella (causa remota del estar Cataluña en España)? ¿O la de Fernando e Isabel? ¿O la revuelta contra la Unión de Armas que imponía el Conde-Duque? ¿O la proclamación de l’Estat Català por Macià?
Seamos valientes, afrontemos la realidad. Hoy es Cataluña, mañana Euskadi. Creo firmemente que estamos mejor todos juntos pero no podremos estarlo a base de imposiciones, de regateos o de seguir ignorando el problema. Ya no están los tiempos para eso, gracias a Dios.
Apreciados Josep María y Honorio.
En primer lugar gracias sinceras por vuestros largos comunicados. Bienvenido el diálogo desde la diferencia y el respeto, y desde la confianza en la buena fe de ambas partes. Precisamente mi artículo partía de la angustia por la falta de diálogo y de la necesidad de impulsarlo desde todos los espacios ideológicos y geográficos. Gracias por lo tanto. Ojalá haya más aportaciones.
Y aunque pueda parecer extraño debo decir que a título particular coincido con la idea de fondo que intuyo se desprende de ambos escritos. Digo a título particular porque quise que el artículo fuera simplemente una descripción, lo más ajustada posible a los hechos, esforzándome muy sinceramente para que no apareciera mi opinión. Sabemos que en esto –como en casi todo– la objetividad es imposible. Pero tengo interés en aclarar que esta era mi intención. En consecuencia pido disculpas si en algún momento no he sabido expresarme con suficiente neutralidad o el artículo parece sesgado. No era mi intención.
Es imprescindible el debate que Josep Mª. propone y que Honorio sugiere acerca de la historia, de los procesos de integración de la inmigración de los sesenta, de la transversalidad del movimiento soberanista, sobre las diferentes clases de opresión –de clase, nacional, de género, a la naturaleza, etc.- y la relación entre ellas, del modelo económico, del modelo de Estado, de la relación con Europa, etc.
Acepté la propuesta de Iglesia Viva casi como una personal obligación moral de tender puentes, por la necesidad de comenzar explicando, de que el diálogo no se rompa. En varias ocasiones yo había intentado iniciar la conversación en algunos de los ámbitos en los que participo de fuera de Cataluña y el resultado ha sido siempre muy pobre. Pensaba que Iglesia Viva, destinada a personas mayoritariamente creyentes del conjunto de España que tienen sólo una versión podía hacer este servicio de puente.
Pretendía simplemente explicar que el proceso no es un fogonazo, que viene de siglos, que hay una apariencia superficial que irá zig-zagueando con aciertos y graves errores, pero que hay un indudable movimiento profundo que afecta aspectos muy sustanciales de la identidad colectiva que hay que saber tratar y en el que estan involucradas personas de todas las tendèncias, que es transversal, que la movilización permanente de millones de personas no es banal, que la han ridiculizado y la ridiculización terminará como boomerang contra todos.
Quería asimismo decir que a pesar de las dificultades y que diálogo parece haberse roto, en la primera de las conclusiones sigo apostando por la necesidad de una salida negociada, cualquiera que sea la fórmula política que alcance consenso, sin tomar partida por ello. A pesar también del cansancio que supone haberlo intentado tantas veces nunca hay que tirar la toalla o se puede decir que no hay nada que hacer.
Finalmente quiero manifestar, tanto a vosotros como a los lectores y a la dirección de Iglesia Viva mi preocupación por el desarrollo del proceso a partir de la propuesta de Resolución que el pasado 27 de octubre fue presentada a la Mesa del Parlament por Junts pel si y la CUP. En mi opinión se trata de un grave error que, además, no cuenta con el apoyo mayoritario de la población. Como otras veces hay que recordar que el olvido de la dimensión transversal del catalanismo es el peor de los errores que se pueden cometer. Porque hasta ahora, como digo en el artículo, el proceso ha gozado de un amplio apoyo popular, tanto por el contenido como por el método seguido. Precisamente parte del éxito se debe al estilo que ha presidido el proceso hasta ahora: respeto, capacidad de sumar, impecable procedimiento democrático, sentido colectivo más allá de las opciones de partido etc. En cambio creo que con la Resolución se corre el riesgo de erigir la verdad de unos en la verdad de todos o de poner las ideas al servicio de las mismas ideas y no al servicio de las personas.
Más todavía, desde la convicción de la no-violencia, siempre creí que el éxito de cualquier proceso sólo es posible si la firmeza y claridad viene acompañada de algunos valores cuyas palabras pueden hoy estar en desuso pero no por ello son más necesarios, la renuncia de lo propio en aras de un bien colectivo, el amor al que piensa diferente, la capacidad de perdón, etc.
6 de noviembre de 2015
Jaume Botey
CARTA ABIERTA A JAUME BOTEY
Amigo Jaume.: Hemos tenido un encuentro lejano y corto en una reunión de Cristianos por el socialismo, donde conocí también a lso Jiménez Villarejo. Y me pregunto si ellos comulgan con tus tesis y propuesas…) He leído por segunda vez el tema que has presentado en Iglesia Viva. Pero me interesa en primer lugar comentar alguna de las frases que he seleccionado de tu disertación y apuntar de mi cosecha alguna observación más.
Se me ocurre que el discurso sobre la historia de Cataluña habría que tomarlo aguas arriba del punto donde el Ideario catalanista lo empieza, en el siglo XVII y el conflicto entre los Austrias perdedores y los Borbones ganadores.
Hubo un tiempo, época romana, en que la Hispania peninsular integraba a todas las regiones o nacionalidades o naciones de la península en una organización territorial determinada. Luego seguido por una época visigoda que creo tuvo las mismas características, y sobe criterios de unidad semejantes
La invasión musulmana rompió el mapa, quebró la historia, y Carlomagno llegó a formar su Marca Hispánica, que más o menos podría coincidir con una cierta Carta fundacional del Estado catalán, o un primer embrión del Reino de Aragón. Y luego, a lo largo de la etapa de la Reconquista, se van conformando distintos ejes de polarización: Asturias-León, Euskadi-Castilla, Navarra-La Rioja, Aragón-Cataluña; el final de la Reconquista desemboca en un proceso de unidad mediante el matrimonio de los Reyes Católicos y la consigna famosa: Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando.
La convivencia y unidad se mantiene, creo yo, durante los siglos XV,XVI,XVII con los Austrias, aunque con una autonomía de los Reinos de Aragón y de Castilla que los Austrias al parecer respetaron. De manera que mientras Aragón se proyectó sobre el Mediterráneo, Castilla mantuvo su monopolio sobre las aventuras atlántica y americana.
Los problemas empezaron con una política unitaria impuesta despóticamente por los Borbones, que hizo tabla rasa de los derechos y usos seculares tanto de Castilla como de Aragón por igual.
Hay un fenómeno que no acabo de encajar, el final del colonialismo con la guerra de Cuba 1898 en la que el imperialismo norteamericano impuso su poder superior sobre el español. En aquel momento, los catalanes estaban presentes en Cuba, participaban de la empresa colonial de España en igualdad de derechos con los castellanos. Hubo un santo catalán en arzobispo de la Habana, Antonio María Claret, y los capitales que emigraron a España al perder la guerra de 1898 se afincaron preferentemente en Cataluña. Pienso en el Marqués de Comillas y el Marqués dee Güell y la Trasatlántica…
Justamente ese momento, 1898, marca la agudización de la tendencia de Cataluña y Euskadi hacia la independencia con relación al Estado español. Es el comienzo de la transformación de la España rural en un país industrializado o en vías de industrialización, proceso que protagonizan con un cierto alarde de poderío Cataluña y Euskadi, que concentran todos los recursos financieros y todas las industrias y actividades mineras dentro de sus propios territorios y en todo el Estado. De alguna manera, las burguesías catalana y vasca controlan gracias a su poder financiero el gobierno y los cargos políticos de Madrid, siempre en lucha con la nobleza castellana y andaluza, rancia y estúpida en su mayoría, que ha perdido hace tiempo el tren de la modernidad…
La Segunda República marca el primer intento serio de reordenar y distribuir el poder entre todos los pueblos y todas las clases sociales de España. Pero es abortada por un Golpe militar promovido y bendecido por el poder eclesiástico, en cuyo poder destacan los apellidos catalanes del Cardenal Gomá y su sucesor Pla y Deniel, o el vasco Lauzurica, frente al Primado legítimo, Arzobispo de Tarragona, Vidal y Barraquer, y con las complicidades y vergonzosas confesiones del Vaticano a los “dictados” de Franco…Tú dejas en muy buen lugar al Vaticano en esta historia…pero el Vaticano ha jugado en el tema de Cataluña con dos barajas…. Y en lo militar no pocos apellidos de generales sublevados catalanes.
La Transición…la Transición fue un simple lavado de cara en el que el pez grande se comió al chiquito. Los intentos de descentralización del poder político propiciados por catalanes situados en la cumbre del PCE, por Pascual Maragall y tantos otros, estaban condenados a fracasar dada la correlación de fuerzas nula sobre la que se puso en marcha la Transición. La Banca, la Iglesia, el Ejército habían recuperado el poder y todavía no lo han soltado. Yo habría preferido que no mencionases a la Iglesia ni a los cristianos en este tema. O bien que hubiesen salido a relucir las luces y las sombras de esta tumultuosa relación.
Creo que la conclusión de este recorrido histórico aconseja en este momento volver a esa lucha unitaria y ese ideal que propones al final; pactar algún tipo de separación, que tú propones como una alternativa posible, sería quebrar esa convivencia que hemos mantenido todos los pueblos de la península a lo largo de los siglos. Reorganizar el Estado de manera que puedan convivir territorios muy diferenciados con plena separación de poderes sería una salida más viable y más acorde con las constantes históricas de esta península de nuestros dolores…
España como conjunto tendría que valorar y aplaudir el esfuerzo de Cataluña y Euskadi por situarse en la esfera de la Europa industrial, al nivel de los países más adelantados. Digamos que Cataluña y Euskadi siempre han sido mucho más europeas que el resto del Estado español, desde antes de la Ilustración, y que la revolución industrial llevó en Cataluña y Euskadi el mismo ritmo que en la Europa del centro. Y que ese ha marcado las diferencias que en este momento y siempre hemos sentido.
,Pero Cataluña y Euskadi tendrían que agradecer que los otros pueblos de España le hayan enviado lo mejor de sus hijos, que han contribuído en primera fila a la prosperidad de Cataluña y Euskadi. Y desde este punto de vista Cataluña y Euskadi son el fruto de un esfuerzo colectivo de todos los españoles
Me parece un tanto ingenuo identificar la independencia como “solo un instrumento de transformación social”. Cuando reconoces y te felicitas por la superación de la división de clases que está operando en Cataluña la lucha por su independencia… Francamente, me parece muy ingenua esta apreciación. Artur Mas y los suyos difícilmente renunciarán a compartir el poder con todos los de Junts pel Sí, creo yo. Me da pena la Forcadell poniendo la cara en una aventura tan aventurada…Desde una visión cristiana, creo que lo correcto sería marcar una prudente distancia de cara a los conductores y compañeros de viaje de esta “movida” independentista.
Mis respetos a las palabras “Ex catedra” de los Papas, quiero decir a los documentos emanados de la Santa Sede. Pero yo reclamo que los criterios de ámbito planetario se acomoden a la idiosincrasia y a la historia de cada caso concreto que en mi opinión anticipa y reclama tipos de solución acordes con ese ADN que hemos recibido de la historia..Ya he dicho en otro apunte en Atrio.org que hay un nacionalcatolicismo también universal, catalán, vasco, español, polaco (cuidado con el fanatismo visceralmente anticomunista de Juan Pablo I, amigo Botey!).
Desde el punto de vista económico, financiero, laboral, desde todos los puntos de vista, todos los que vivimos en el Estado español viajamos en el mismo barco y correremos la misma suerte. Desmontar el Estado español podría suponer una pérdida de poder y un mayor desprecio y sumisión a la poderosa Alemania, Inglaterra, Francia, a la Europa central. De hecho ya estamos sometidos a ellos. Si no acertamos en una salida airosa a la situación actual, la Europa central se sentirá más dominadora y nos humillará más. A veces da la impresión de que entre Euskadi y Cataluña pretenden resucitar la vieja Marca Hispánica Carolingia, y trasladar la frontera entre Europa y Africa, entre sl mundo cristiano y el islámico, del Estrecho de Gibraltar a las riberas del Ebro. O sea que Africa comenzaría en Pancorbo, provincia de Burgos.,
Quizá los Papas no han tenido en cuenta ese equilibrio y esa correlación de fuerzas que convendría proteger y mejorar en el plano peninsular, europeo y mundial. Algún “cantamañanas” de ese país sueña con que un día serán ustedes como Dinamarca… ¿Y no podría ocurrir que se viesen relegados al status de Albania, Macedonia, etc. etc.?
En todo caso la situación de nuestro Estado español y el mapa político con que contamos no permite muchas alegrías, y nos la estamos jugando. Todos deberíamos pensár mucho enesteriesgo…No creo en absoluto que sea mejor ser europeo, no me disgustaría
ser africano, sé que llevo sangre africana de milenios atrás. Pero creo que nuestra península, a nivel planetario, tiene vocación de puente y lugar de encuentro entre Africa y Europa, y no debe alejarse ni de la una ni de la otra. También los catalanes llevan ese sello del diálogo con el Islam y con Africa, recibido de Raimundo Llull y de Ausias March. Y justamente su forma de dialogar con Africa de los catalanes y la de los castellanos podría quizá complementarse.
Pero de eso no han hablado mucho ni Juan XXIII, ni Pío XII, ni Juan Pablo II ni…Otro borrón en los papeles de la Iglesia católica…Parece que le va mejor separar que sentar a dialogar a los pueblos…Sobre todo si se trata de superar diferencias y conflictos religiosos. No, Botey, yo no metería en el tema que nos ocupa a la Iglesia: estese en su Monserrat la Moreneta, y en su ribera del Ebro la Pilarica…y dennos a todos el “seny” conveniente.
Por cierto, aquel trío de Galeuska que juntaba en un frente común a las tres naciones minoritarias del Estado se ha quedado en un duetto o mano a mano, y Galicia ha quedado del lado de los otros pueblos del Estado. ¿Por qué, amigo Botey?
Un abrazo, y mucha suerte en el envite
Honorio Cadarso