Reyes Mate es profesor de investigación en el CSIC, de cuyo Instituto de Filosofía ha sido director muchos años. Ha escrito una decena de artículos en Iglesia Viva. En el último, el 273, Otra Europa es necesaria, ha escrito este artículo que es como un resumen de todo el número.
“El problema de Europa es que está cansada” decía Jorge Semprún en su última intervención pública, hace ahora cinco años, una especie de testamento espiritual dirigido a las nuevas generaciones. Europa parece agotada por eso es necesario volver al lugar donde están sus raíces y sus valores. Ese lugar originario es el campo de concentración, el de Buchenwald, por ejemplo, donde él estuvo prisionero y que fue hasta junio de 1945 campo nazi y desde septiembre de ese año hasta 1950 campo soviético.
La nueva Europa nace en el campo de concentración o, lo que es lo mismo, es el resultado de una experiencia doblemente totalitaria, a saber, fascista y comunista. Son historias efectivamente diferentes pero que tienen en común haber proyectado un mundo de felicidad sin contar con los habitantes de Europa. Lo que convierte al campo en el mal absoluto no es tanto su capacidad de muerte cuanto el demencial proyecto de querer salvarnos sin respetar la libertad de los individuos.
Estas dos encarnaciones del totalitarismo son el resultado de una larga tradición intelectual que reducía la política a poder. Sobre el mero poder, en efecto, estaban basados los proyectos de una gran Europa que habían ideado César, Napoleón, Hitler o Stalin. Semprún proponía, por el contrario, activar otra tradición también europea que tenía en cuenta los fracasos de Europa, su largo historial de muertes y guerras, y que había ligado la idea de un espacio común a la causa de la libertad y al heroísmo de la razón.
Para facilitar el trabajo de los políticos daba pistas sobre esa tradición democrática. Recordaba sobre todo al filósofo judío alemán, Edmund Husserl, que en 1935 pronunció en Viena una conferencia memorable sobre la crisis de Europa. 1935 no es un año cualquiera. Es el momento de las Leyes de Núrenberg en virtud de las cuales un Estado, el hitleriano, decide quién es sujeto de derechos humanos y quien, no.
Los judíos fueron privados legalmente de la condición humana, una decisión que luego los demás estados no han cesado de reproducir con los refugiados, por ejemplo, en nuestros días. Husserl defendía la idea de que Europa es un espacio político emanado de un impulso espiritual. No el agregado de políticas nacionalistas, como lo es hoy, sino un espacio transnacional construido desde las exigencias de una razón ilustrada, que es crítica, autocrítica y universal. En otras palabras, un espacio conformado por las ideas universales de los derechos humanos. Todavía en territorio alemán, citaba a Karl Jaspers, el europeo de primera hora que ligó el futuro de Europa a la idea de responsabilidad histórica, consciente de que sin memoria histórica todo proyecto estaba abocado a repetir la catástrofe.
Semprún era muy consciente de que esto no iba a ser fácil. Había que romper muchos intereses particulares y muchos tópicos identitarios. Por eso le gustaba incluir en esa lista de tradición democrática a nombres como Jan Patoçka y Marc Bloch. El primero, un filósofo checo encarcelado por nazis y comunistas y que murió tras diez horas de torturas, dejó escrito que esa nueva Europa no sería un regalo sino el resultado de mucho esfuerzo y sacrificio. La misma idea defendía el historiador francés que enterró sus libros en el jardín de su casa para sumarse a la Resistencia, siendo fusilado por los nazis poco antes del final de la guerra. “No existe salvación, decía el historiador Bloch, sin una parte de sacrificio; ni libertad nacional que pueda ser plena si no se ha esforzado uno mismo en conquistarla”.
Hay una gran historia en la que mirarse. El problema de Europa es que está cansada. Es capaz, sí, de repetir tópicos liberales o socialdemócratas pero no de revitalizar esas tradiciones. Vivimos tiempo en los que estamos condenados a triunfar para ser alguien con el inconveniente de que todo triunfo es una derrota porque se agota y disuelve en el momento mismo de su manifestación. Nunca como ahora se ha hablado tanto de la sociedad del cansancio. Obligados a una movilidad constante, se entiende el descanso, la distancia, la pausa, el sosiego o la pregunta como deserción.
Y, sin embargo, ha llegado el momento de preguntarnos adónde va Europa. Los que se van de ella, como los británicos, sabemos que van hacia el ensimismamiento animados por la xenofobia y el egoísmo. Los que se quedan, si quieren evitar el contagio, tienen que volver al campo de concentración, lugar de nuestras raíces y valores. La nueva Europa sólo puede ser el resultado crítico de sus experiencias de barbaries. Eso es lo que tenemos detrás y la única forma de conjurar el peligro de la recaída es el sacrificio por un bien general, transnacional. Dice Claudio Magris que el mal absoluto ya no reviste la forma del totalitarismo sino la del particularismo. El Brexit lo confirma plenamente. Tienen en común, pese a las diferencias, la negación del otro que es el principio de la barbarie.
La Europa que está cansada, es la Europa vieja. Estamos en el transito hacia la nueva Europa y la nueva Tierra. Lo nuevo no acaba de establecerse y lo viejo no acaba de morir.
Ya ha pasado eso de sacrificarse por la causa. Sea la que sea. Se trata simplemente de ser coherente en nuestro pensar y actuar, y obviamente pensar bien. “Conócete a ti mismo” y conocerás el mundo y todo el multiverso. Cada vez mas gente se autoempodera, porque descubre que somos fractales de la divinidad. Y esto nos hace libres y conscientes de nuestra grandeza. Y entonces los “ismos” nos resbalan.
Lo que no tiene vida ni empuje es como digo, lo viejo. Pero la Verdad Perenne, no está agotada, ni lo estará. Se trata de alinearnos con esta verdad para hoy que tenemos, y tendremos brío para acometer empresas grandes.
Me alegra el Brexit de los británicos…
Porque esto les deshace los planes de dominación fascista del planeta por cuatro paranoicos podridos de dinero.
Autoempoderamiento es ser fiel únicamente a nuestra propia Fuente interior. Lo que nos venga impuesto desde el exterior nuestro. Lo podemos aceptar si resuena con nuestra coherencia. O lo podemos rechazar, y si no podemos hacerlo, el rechazar, lo podemos sortear con inteligencia.
A partir del autoempoderamiento, las fidelidades a los “ismos” se debilitan. Solo aparecerá un solo paradigma acorde a los tiempos que ya tenemos aquí. El viejo “anarquismo” pero como concepto, sin fidelidades, solo a uno mismo. Porque seremos conscientes que por sobre nuestro no tenemos mas que al Sol y las estrellas.
Los “amos del mundo”. con su dentadura felina, morderán un hierro que tiene la forma de espiral de Fibonacci y se la destrozarán. Ellos pretenden seguir con la pirámide jerárquica, y “perfeccionada” con los medios de que disponemos hoy. Pero con eso demuestran lo locos que están. No se puede cuadricular la vida en caja alguna. Bastante cuadriculados hemos estado hasta ahora. Justamente es nuestro tiempo contemporaneo el momento de alinearnos con la espiral fibonacci, con la vida, en su mas alta expresión. No lo lograrán. Y para nosotros es el tiempo de abandonar el sacrificio voluntarista, y abrazar el simple fluir con las coordenadas del Kosmos.
Y haremos mas sin hacer, que haciendo…
Si, el Sol es una estrella mas…
Si el Sol genera la sombra. Esta sombra nunca podrá oscurecer al Sol…
La sombra es una consecuencia de la luz. Y luz es todo. Lo que ocurre es que lo sombrío lo es, porque tiene poco de esta luz.
Confío en la capacidad de Alemania y en las posibilidades de Francia, resucitadas al parecer por su nuevo presidente. Y en las posibilidades de la convergencia los veintisiete para que Europa consista