Dicen los entendidos en filosofía del derecho que la “igualdad” es un término normativo. Y eso quiere decir que los “diferentes” deben ser respetados y tratados como iguales. Por otra parte, la “diferencia” es un término descriptivo. Y esto quiere decir simplemente que entre las personas hay diferencias (L. Ferrajoli).
Pues bien, si todo esto es así, la primera tarea del derecho tendría que ser constituirse en “la ley del más débil”, como bien ha repetido el mismo Ferrajoli. Es decir, el derecho tendría que estar pensado y gestionado de forma que, en la realidad de la vida, las leyes tuvieran la fuerza y la eficacia de ir igualando normativamente a quienes las diferencias se han encargado de ponerlos en los niveles más bajos de la sociedad. Lo que exigiría revisar muy a fondo tantas y tantas cosas que ponen a unos por encima de otros. Con lo que el derecho se convierte, muchas veces, en una serie de leyes que sirven para poco en la vida real. O sea, en el mundo de la diferencias.
Me explico. La igualdad entre las personas depende, por supuesto, del derecho. Pero no sólo del derecho. Depende también –y en gran medida– de la economía, de la cultura, de la religión y de tantas otras cosas. Por ejemplo, todos tenemos el mismo derecho a una vivienda digna. Pero si no tienes dinero para pagarla, con el solo derecho puede ocurrir que tengas que vivir debajo de un puente. Como también es cierto que todos tenemos el mismo derecho a un trabajo, a una educación, a una sanidad, etc, etc. Pero si la economía está organizada de forma que unos trabajos se pagan de forma que ya no queda dinero para pagar a los demás, pues con sus derechos y todo, habrá cantidad de gente que no encuentre trabajo, al tiempo que otros cobrarán dos o tres sueldos.
Y es que, si yo me estoy explicando bien, para que eso de la igualdad sea cierto, habría que organizar de otra manera el derecho de propiedad. No me cabe en la cabeza que haya gente que anda voceando lo de la igualdad en dignidad y derechos, al tiempo que uno se entera de que esos dignísimos voceros de derechos e igualdades se compran pisos, pagan buenas carreras para sus hijos, se costean caprichos y otras vanidades, etc, etc.
Lo mismo que, si pensamos en el asunto de la religión y sus creencias, no olvidemos que las religiones y los grupos religiosos, aseguran que Dios es quien ha establecido las desigualdades. Y es Dios también el que quiere que tales desigualdades se mantengan. Por ejemplo, las religiones dicen que los hombres y las mujeres, no sólo son diferentes, sino que son también desiguales. Los obispos no son iguales que los curas. Y los curas no son iguales que los laicos. Los creyentes no son iguales que los ateos.
Y para terminar: si las desigualdades son causa de violencias –que lo son–, nos vendría bien a todos (a mí el primero) ser más cuidadosos cuando nos quejamos de los violentos. Porque bien puede suceder que, en esto de la violencia, abunden los lobos con piel de oveja. Y es que, últimamente, los lobos se han multiplicado más de lo que imaginamos. Lo que ocurre es que no los vemos.