Rodrigo Olvera es abogado de derechos humanos en México. Formado en la pedagogía de Freire y habiendo sido discípulo de Gustavo Gutiérrez, sigue con mucho interés el proyecto de Iglesia Viva como impulsor de pensamiento crítico desde lo más profundo del cristianismo. Hoy nos envía este comentario publicado hoy en su blog Contemplaciones.
El día de ayer se realizó la canonización de los llamados “tres niños mártires tlaxcaltecas”; a quienes el Papa eximió de los requisitos de acreditar tres milagros obtenidos por su intercesión (lo cual me parece algo muy positivo, para romper la mentalidad milagrera de las canonizaciones) bajo el argumento de ser mártires que murieron en defensa de la fe.
Se les presenta como que fueron asesinados en defensa de la fe; pero “la fe” (la católica, se entiende) no estaba siendo atacada en ese calendario y geografía.
Se les presenta como que fueron asesinados por haberse convertido al catolicismo, pero vivieron al menos un par de años después de su bautismo católico sin ser molestados; y muchas otras personas de los pueblos conquistados en Tlaxcala se convirtieron al catolicismo y no fueron asesinadas.
Se les presenta como que fueron asesinados por anunciar el Evangelio, pero muchas otras personas anunciaron el Evangelio en esa geografía y calendario sin ser asesinadas.
¿Entonces, por qué a ellos tres sí les asesinaron?
Lo que con frecuencia se oculta – y se ocultó en la ceremonia de canonización, incluyendo las palabras del Papa Bergoglio- son dos factores:
- a) Que la violencia homicida sólo se desató contra ellos en estos tres casos, como RESPUESTA a su acción de profanar los sitios de culto pehispánicos y destrozar los objetos sagrados (peyorativamente identificados en las crónicas como ídolos). Esta es la gran diferencia con las demás personas misioneras en Tlaxcala que no fueron asesinadas, que esas otras personas no profanaron los lugares y objetos sagrados de los pueblos a los que iban a “evangelizar”: y
- b) En los tres casos, fueron varones adultos españoles (frailes franciscanos, para más señas) quienes reclutaron como misioneros a estos tres púberes tlaxcaltecas para acompañarles en la misión; pero en realidad les mandaron sólos a arriegarse y finalmente morir. En México tenemos un dicho “hágase la voluntad de Dios en la yunta de mi vecino” para evidenciar a quienes hablan mucho de resignación, sacrificios y esfuerzos, pero siempre sobre las espaldas ajenas.
Así que no. Por supuesto que toda muerte violenta es lamentable, pero no murieron en defensa de la fe sino que ellos fueron quienes agredieron a la fe ajena; tampoco murieron por convertirse al catolicismo sino por tratar de convertir al catolicismo por la fuerza a otras personas; y tampoco murieron por proclamar el Evangelio sino por hacer proselitismo violento contrario al espíritu y la letra explícita del Evangelio.
Ahora, se puede entender que en el siglo XVI se pensara que las acciones violentas de estos púberes eran “evangelización”; aunque ya en aquella época Bartolomé de las Casas en su obra “De unico modo” argumentaba que el único modo cristiano de evangelizar era el usado por Jesús: la persuación no violenta. Pero en 2017, canonizarlos es proponer como ejemplo de seguimiento de Jesús el uso de la violencia para forzar la “conversión” ajena. Es proponer como valioso y ejemplar el exclusivismo católico (y si era cuestionable en Ratzinger no tiene por qué ser minimizado en Bergoglio). No sólo es ir en contra del pluralismo religioso, la convivencia pácifica entre pueblos y religiones, la libertad de creencia o los derechos humanos sino ir en contra del texto mismo del Evangelio. Aplicando la meditación ignaciana de las dos banderas, al celebrar esta canonización, da la impresión de que Bergoglio ha actuado bajo la bandera del padre del engaño, aquél del que Jesús dijo que desde el principio fue mentiroso y asesino.
Pablo parece haber pasado de «perseguidor de cristianos» a «cristiano perseguido» arriesgando su vida y su carrera de rabino, por tanto, cuando era muy difícil sentirse triunfalista si hasta el líder-fundador de la secta tras de haber sido asesinado había desaparecido. Pablo parece haber estado presente en el asesinato de esteban y ausente de la reunión secreta de Pentecostés. Tampoco parece haber conocido a María.
Su primera carta conocida es de cerca de la primera mitad de la década de los AD 50, cuando las narraciones evangélicas comenzaban a ser puestas por escrito, la persecución arreciaba también de parte de las sinagogas, y él mismo tuvo que confrontar el cuestionamiento y el rechazo judeo-cristiano más representativo.
Acusarle de negociante que se deslumbra por la pre-vision de mercado y de carrerista parece si no anacrónico, injusto. Por otra parte, es negar que el mensaje cristiano original fuese atractivo como lo era.
Pedro, por otra parte, es cierto que estaba muy identificado con lo judío, pero se abrió a la idea de ir a todas las naciones dentro y fuera de Israel después de conocer a Pablo y, posiblemente en contacto con otros paganos convertidos y perseguidos. No hay evidencia contraria y a ambos parece que eso les costó el martirio.
Las canonizaciones producen ingresos, pero cuestan dinero. Las investigaciones históricas a menudo llevan años y no en los archivos vaticanos, sino en el «campo» donde los testigos se encuentren. Los profesionales expertos cuestan caros. Por eso tienen más éxito y son más rápidas las beatificaciones y canonizaciones patrocinadas por las órdenes religiosas: Tienen sus propios postuladores/investigadores y el Vaticano no las costea.
No se trata del hecho de si el milagro fue eliminado o no en la causa de los tres niños de Tlaxcala (México), se trata de que precisamente no debió haber sido apurada porque desde afuera (los santos tienen que parecer convincentes precisamente cuando se les mira desde afuera de la institución). No parece convincente que este martirio haya sido opción o iniciativa personal de unos adolescentes que estaban siendo instruidos, sino que hayan sido imprudentemente expuestos al peligro por adultos que les formaban, algo muy similar a lo que ocurre en los casos de maltrato sexual por parte de adultos que parecen confiables y bien intencionados.
Los milagros, poco importan porque una gran parte del Mundo ya tiene bastante magia en la industria del entretenimiento. Importa más el rigor en el manejo de estos eventos en los que el respeto por el valor y la dignidad de la vida, sobre todo cuando haya peligro de manipulación o fanatismo, como ocurrió en la Inquisición y las misiones de aquellos tiempos.
¿Pero quien no ha descubierto todavía, que la iglesia es el gran negocio que descubrió Saulo el converso desde su visión fantasmagórica?. Porque lo primero que descubrió es, !!!que predicando sólo al pueblo judío aquello no tenía muy buena pinta¡¡¡. Y su preocupación era extender aquello a todo el Imperio Romano en donde no podía prosperar si no se eliminaba aquello de la circuncisión…..¡¡¡Pedro no entendía aquello, estaba enciscado con aquello del buen puesto en el Reino prometido.!!!Como los otros. Han pasado los siglos y en Vaticano hay inquietud con eso de la iglesia de los pobres.Ojo, eso puede peligrar…..Bromas, ninguna, y de ahí que la fábrica de los santos no puede parar.Sembrando por América para recoger el óbolo de Pedro en Roma. Y si hay que suprimir los milagros se suprimen. Eso del camello y los ricos está bien para tranquilizar a los pobres¡¡¡¡ Y si hay que ir a Fátima se va.Sólo faltaba que se nos pusieran tiquismiquis por un milagro más o menos…..¿No suprimió el santo y papa polaco aquello del “abogado del diablo”?. ¡¡¡Ponerles palos a la rueda de la fortuna!!! En fin.buenas noches.
Algunas cosas de y en la Iglesia Católica parece que no cambian fácilmente quizás porque están enraizadas en el paradigma sacerdotal centrado en la idea de «pueblo divinamente elegido» que el sacerdocio católico tomó, sin mucha resistencia, del que el «pérfido» pueblo en la raíz de su linaje tenía, aquel de Melquisedec, que estaba vivo en el del Templo de Jerusalén que orquestó el asesinato de Jesús de Nazaret.
Reflexionando sobre la hipótesis de que los tres Mártires de Tlaxcala hayan sido enviados al martirio por quienes les utilizaban para sus planes pastorales sin que todavía hubieran alcanzado la madurez necesaria para sopesar los riesgos y consentirlos conscientemente, no es posible dejar de notar el gran parecido que sus muertes tienen con el ultraje perpetrado por la jerarquía que por años encubrió la escandalosa erupción de maltrato sexual a menores de comienzos de este siglo.
Según el reciente y autorizado informe de agosto de 2017, solicitado por la jerarquía católica australiana, no se trata de un problema reciente sino de un problema denunciado desde los escritos patrísticos primitivos y en los inicios del monacato, al menos masculino. Cf., este enlace en línea el 18/10//2017, aunque solo he podido encontrarlo en inglés: https://www.rmit.edu.au/content/dam/rmit/documents/news/church-abuse/child-sex-abuse-and-the-catholic-church.pdf
Es cierto que en muchos de esos casos las familias confiaron demasiado en que estuviese garantizada la seguridad de sus hijos/as en manos de quienes la jerarquía católica respaldaban como confiables. En efecto esas familias victimizadas lo fueron gracias a que los obispos y superiores religiosos proveían la aureola eclesiástica necesaria. No muy diferente del martirio al que enviaron aquellos frailes dominicos y franciscanos a estos tres adolescentes que les habían sido confiados para que les educaran por familias mucho más recelosas, pero mucho más indefensas y vulnerables.
Si el retrato de él que esbozan los evangelios y la tradición que engendraron es suficientemente auténtico, ¡Cuán lejos queda toda esta historia de la ejemplaridad de estos tres mártires de lo que presumiblemente hubiera deseado Jesús!,
Que estos jóvenes sean propuestos como patronos y abogados de la juventud y que sean además imitables como agentes de evangelización suena tan errado cuanto inaceptable, solo se compensa porque la mayor parte de la juventud no reconoce prestigio ni en la jerarquía ni en el catolicismo que le puedan haber inculcado y paradójicamente eso les protege.
Quizás se pueda encontrar afinidad aparente entre la «Meditación de las Dos Banderas» de los EE y el discernimiento en una situación de opción no personal,[1] específicamente en este caso, el ejercicio por Francisco de su autoridad excepcional, aunque no irregular, para apresurar la canonización de los Adolescentes de Tlaxcala (México).
La suya es una decisión explícitamente no personal, aunque implique su voluntad oficial; un asunto que llega a él, por causa de su función como Papa y al final de un largo proceso ejecutado subsidiariamente por varias comisiones periciales —algunos de cuyos peritos ya no viven— bajo la autoridad de otros dos papas, de los cuales uno, JP II no vive y ha sido proclamado santo aunque, en mi opinión, irregularmente, y el otro Benedicto XVI, quien siendo Prefecto de la Congregación para la FE, participó como consultor de esta causa de beatificación él mismo y no la detuvo.
Llegada a este punto, la decisión del Papa Bergoglio es más cuestionable a) por apurar la canonización eximiéndola del necesario milagro y, b) por recomendar la validez ejemplar de estos adolescentes, más de cuatro siglos después, para los jóvenes de hoy, que por concluirla. Sobre todo, por todas las exigencias que demanda la interpretación histórica hoy día y teniendo en cuenta cuanta importancia merece el respeto a las religiones no cristianas, incluso en el magisterio de Francisco. Adicionalmente, porque no consta claramente que la decisión que condujo al martirio de estos menores fuera tomada por iniciativa propia de ellos y no inducida por los frailes que les «educaban» y delegaban en ellos cometidos pastorales peligrosos, como plantea el autor del hilo.
El inicio del proceso diocesano de esta canonización data de 1982, y es, por lo tanto, un proceso que no experimentó obstáculos definitivos de parte de Juan Pablo II ni de parte de Benedicto XVI.
Ambos, JP II y Benedicto XVI permitieron y autorizaron, en cambio, el sabotaje activo por parte de poderosos cardenales latinoamericanos en sus curias de los procesos de Rutilio Grande, Óscar Romero, Lluis Espinal y otros mártires cuyos martirios son mucho más fáciles de reconocer sobre todo después que JPII canonizara a Maximiliano Kolbe primer «mártir de la Caridad», a quien Pablo VI no quiso beatificar como tal y exigió la demostración del milagro correspondiente. Esto debió dar pie a Francisco para demorar y no apurar su decreto final como le dio pie para apresurara la de Romero y la Pedro Fabro.
Por otra parte la base documental histórica utilizada para iniciar el proceso diocesano es altamente cuestionable por estar básicamente limitada a los documentos históricos coloniales escritos desde la óptica de los colonizadores —como escribe el autor del hilo— y, sobre todo, a partir de los escritos de Fray Toribio Benavente, «Motolinía», quien protegió a los indios contra los abusos de Nuño de Guzmán, pero no condenó y hasta defendió, frente a Las Casas, la colonización y las encomiendas, así como los bautizos masivos que convenían a los encomenderos. Motolinía llegó a escribir a Carlos V para que castigara a Las Casas recluyéndolo en un convento lejano. Como fuente histórica obviamente escribió con una perspectiva moral al menos cuestionable.
[1] Cf. S. Arzubialde, Ejercicios Espirituales de S. Ignacio, Historia y Análisis, Col. Manresa 1, Bilbao-Santander, Mensajero-Sal Terrae, 1991, 311-327, sobre todo el n. 2.a., pp. 316-317.