En La Croix del pasado día 24, Sébastien Maillard, desde Roma, concluía un comentario al sorprendente discurso afirmando: “este discurso es también una llamada al resto de la Iglesia. El papa la invita a posicionarse”. Iviva se posiciona a favor de la profunda renovación iniciada por Francisco e invita a todos a posicionarse.
Esta es la traducción del texto de Sébastien Maillard:
Felicitando la Navidad a la Curia vaticana, el papa Francisco ha descrito, una a una, las quince “enfermedades espirituales” que están afectando al gobierno central de la Iglesia católica. Y lo ha hecho mediante un discurso muy vivo, tanto en el fondo como en la forma, y lleno de frases chocantes.
Al finalizar el mismo, los miembros presentes le han aplaudido y han ido saludando, uno a uno, al papa. Queda por ver el efecto de semejante discurso en la reforma de la Curia en curso.
Marco Politi, vaticanista, autor del libro “Francisco entre lobos” ha declarado al periódico italiano “Il Fatto Quotidiano”: “Aparentemente, este discurso es un listado de pecados, de los que Francisco ya había hablado antes de ahora. Pero las circunstancias en las que se ha efectuado indican que el papa tiene dificultades. Percibe con toda claridad que sus posicionamientos tienen una acogida minoritaria en la Curia. El último Sínodo sobre la familia le ha mostrado con toda claridad que los jefes de los dicasterios (el equivalente a los ministerios de la Curia) no apoyan su voluntad de apertura. Y le ha hecho percatarse de que no muestran entusiasmo alguno en la reforma de la Curia. Tal es, por ejemplo, la posibilidad de confiar más responsabilidades a las mujeres.
Una oposición silenciosa y educada
Lo más duro para él no son los posicionamientos de aquellas personas que propalan públicamente sus diferencias, como el caso del cardenal Gerhard Müller (prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe) o el cardenal Raymond Burke (recientemente apartado de la Curia por el papa). Éstos son adversarios leales. Los adversarios más peligrosos son los que se refugian en un silencio educado, un comportamiento que puede acabar reuniendo una oposición poderosa.
En este sentido, su discurso se presenta como una señal de alarma en toda regla. El papa Francisco envía algo así como una última advertencia a la Curia romana. Es posible que algunas de las “enfermedades” que describe animen a tal o cual miembro, individualmente, a cambiar. Como, por ejemplo, cuando habla de la “doble vida” o cuando denuncia el tren de vida de muchos de ellos. Al explicarse en estos términos, muestra estar muy informado de lo que pasa. Y, a la vez, que no tiene intención alguna de cambiar en todo lo referente a la reforma de la Curia. Ya en su época, el mismo Juan XXIII conoció una parecida oposición a sus reformas.
Una llamada a posicionarse
Pero este discurso es también una llamada al resto de la Iglesia. El papa la invita a posicionarse. Anima a que los sacerdotes, los obispos y también los laicos apoyen su reforma de la curia y de la Iglesia. Hasta el presente, los diferentes movimientos de Iglesia, sean del signo que sean, no se han pronunciado al respecto. Sus palabras son una clara invitación a reaccionar”.
El discurso del Santo Padre es una radiografía de lo que es educadamente evidente y tamnién de lo que es conspirativamente latente. Y en este último punto no cabe el subterfugio de “la buena voluntad” sino el prurito de mando y privilegio sagrado que muchos, dentro de la Iglesia se han atribuido con la anuencia del servilismo de muchos sentidos y tenidos como “fieles”. Y añado: “fieles de catecismo” y no de Evangelios ni de Antiguo Testamento como si estuviéramos en épocas medievales y tuvieran como normas y devociones sólo los vitrales y los frescos de los muros, más las proclamas apocalípticas de la Reverencia de turno, Obispo o cura de a pie.
El Papa -recomiendo el artículo de Torres Queiruga del 22 de diciembre- bien asentado en la fe, en la esperanza y sobre todo en la caridad ha dicho a la Curia que conoce bien sus intenmciones, pero que él confía en el Padre para llevar a la Iglesia, este imponente hospital de campaña, a los límites que la sociedad está demandando a los pastores, con todo el respeto debido a los teólogos, pero de ninguna manera a los que pretenden un volantazo hacia el integrismo más estéril, como se ha visto en la sequedad de sus propuestas y de sus frutos. Y, aviso, no se cansen de rogar por el Santo Padre y su trabajo.