José Centeno García es un veterano suscriptor de Iglesia Viva y Frontera. Ha respondido a nuestra invitación de participar en este blog, que hacíamos en nuestro último número, y nos ha enviado este artículo, que sigue siendo muy actual, aunque se haya clausurado el centenario. Destaca en él el realismo y buen juicio de la gran mujer que fue Teresa.
“Siempre he miedo a estos muchos dineros”
Santa, pero mujer
El aspecto más humano de Teresa, la mujer del día a día no se ha dado a conocer a pesar de la abundante información. Es conocida como La Santa, que dicen en Ávila. Sus arrobamientos místicos han obscurecido su gran personalidad humana. Cualquier santo es tanto más admirado y sugerente cuanto más se le conoce como ser humano. Historiadores, artistas, escritores, pensadores, filósofos, antropólogos, etc. Muchas personalidades, no solo creyentes, también ateos o agnósticos o indiferentes se ha interesado por esta mujer.
Casi siempre se nos ha trasmitido la espiritualidad de los santos desencarnada de su vida diaria y del contexto histórico imprescindible para comprenderles. Cómo son las relaciones de Teresa con su familia, su descendencia judeoconversa, pertenencia a una clase social media acomodada de hijosdalgo, sus relaciones con la aristocracia y altas jerarquías de la Iglesia y del Reino, los libros que leía, su vida juvenil de chica presumida, habladora, que la gustaba ser agradable y relacionarse. Aunque a algunos no les agrada la palabra, era feminista; protesta en sus escritos contra la baja estima o desprecio que eclesiásticos y civiles tenían de las mujeres, que las sometían a criar hijos, y a la monjas a hilar y a recitar de memoria las oraciones y no a pensar. Abundaron sus quejas contra los inquisidores que prohibieron la lectura no solo de la Biblia, sino también de muchos libros espirituales. Son numerosas sus críticas sociales a la “honra” y a la “casta de los cristianos viejos” y a las apariencias sociales. Para ella no hay ninguna otra honra que las virtudes y ser hija de Dios. Rompe con la costumbre de no admitir monjas que no sean de sangre limpia; de hecho gran parte de las que entraron en sus monasterios eran de familias judeoconversas.
Los dineros están presentes en todos sus escritos
¿Qué lugar ocupa en la vida de Teresa de Jesús? El dinero, los bienes, las riquezas, las necesidades materiales, la comida, los quehaceres de cada día, están a la orden del día en sus escritos.
Teresa de Jesús al ser descendiente de judeoconversos, aunque nunca lo dice abiertamente, está habituada a la mentalidad mercantil propios de los judíos. Pertenece la clase media acomodada.
El primer escrito que se conserva de Teresa, cuando tiene 31 años, es una carta al rentero que se hizo cargo del palomar de los Ahumada para decirle hágame merced de pagar el trigo, porque yo no lo tengo, porque el señor Martín de Guzmán (cuñado de Teresa) holgará de ello y lo pagará que ansí se suele hacer. En la última carta escribe también entre otras cosas sobre los dineros.
En sus escritos de todo tipo, no solo en las cartas, también en los más místicos, alude con frecuencia al dinero, a las riquezas, al oro, los diamantes, los bienes, etc. Por ejemplo, dice que el alma es todo un diamante realizado por el Vidriero Divino y con oro de lo más subido. Afirma que las obras divinas son oro, joyas, piedras preciosas. Las obras humanas son “el carnado de cobre”, moneda de ínfimo valor que estaba fuera de curso legal. En las Moradas del Castillo Interior hay una transposición descriptiva de la grandezas y riquezas de los castillos al Castillo o Morada donde habita el Señor Dios Nuestro.
Los dineros saltan en cada página aunque lo grandioso de ella es la profunda o alta espiritualidad de la unión con Dios tal y como escribe en sus libros sobre los distintos grados de la oración, de la unión mística con Dios bajo las palabra de Desposorios y del Matrimonio espiritual con Dios. Sin embargo los dineros o las riquezas son siempre un tema recurrente en su vida y escritos.
Pequeños monasterios de pobreza o de limosna
El destino de la mujer era ser esposa, servir al marido y a los hijos o soltera cuidando a los padres o al convento a sirviendo a Dios bajo la vigilancia de los clérigos. No se concebía una mujer sola en la vida. En 1536 con 21 años, Teresa, contra la voluntad de su padre que la buscaba un esposo de su rango, se escapó de casa para ingresar en el convento de la Encarnación. De acuerdo con un hermano “concertamos entrambos de irnos un día, muy de mañana, al monasterio a donde estaba aquella mi amiga que era al que yo tenía mucha afición.
El monasterio de la Encarnación había más de ciento cincuenta mujeres, no todas monjas, porque algunas de familias ricas entraban con sus criadas, recibían visitas de todo tipo en sus celdas que a veces tenían cocina. Otras dormían en pequeñas celdas o dormitorios corridos. La clausura se infringía por cualquier excusa. Había dentro las diferencia de clases de la sociedad. Las “freiras” eran en la práctica sirvientas. Unas vivían muy bien, otras pasando hambre y frío. Más que conventos, eran similares a beaterios donde ingresaban mujeres que se quedaban solteras, o que no querían casarse como le sucedió a Teresa. La vida era muy relajada como en la mayoría de los conventos. Teresa que es muy profunda y radical aspiraba con otras a otro tipo de vida más auténtico. Deciden salirse con algunas y fundar un monasterio que sea casa de oración, contemplación, pobreza y recogimiento. Una casa para una comunidad de doce o trece monjas, como Jesús y los discípulos.
La primera fundación es el monasterio de San José de Ávila en 1562. Quiso que fuera un monasterio en que viviesen de limosnas o de pobreza como le llamaba ella. Tuvo una muy fuerte oposición de la Encarnación y también de ciudad. Estamos en 1562, Teresa tenía 45 años y llevaba 27 años en la Encarnación. Debía obtener un permiso civil y otro del obispo. En aquella segunda mitad del siglo XVI había en el Reino una gran crisis económica por los muchos gastos que ocasionaban las guerras del rey Felipe II. Las autoridades y los demás conventos se resistían a permitir un convento más al que había que sufragar con más limosnas con los muchos que ya había. Las limosnas fueron disminuyendo como veremos más adelante.
Su intención es fundar conventos de pobreza, sin dote, y vivir de limosnas, para evitar la desigualdad que producen las dotes entre las hermanas, Para ello establece sus monasterios en las ciudades más importantes y, salvo alguna excepción, no se plantea fundar en los pueblos. Pero las dificultades económicas atemperó el principio de conventos de pobreza, sin dotes, tenía el peligro de convertirse en albergues de menesterosas. Sus conventos se nutrieron principalmente de mujeres de extracción burguesa. No admitía a analfabetas que no supiesen rezar el oficio divino. Vivir de rentas, no del trabajo, era el ideal y la honra del castellano pudiente. Ella, al contrario, desea vivir de limosna y sólo si es necesario del trabajo. Los conversos siempre fueron laboriosos por eso no descarta del todo el trabajo. Hase de vivir de limosna siempre, sin ninguna renta mientras se pudiere sufrir (Constit.9).
El realismo la obligó a adoptar decisiones flexibles y admitir algún trabajo en los lugares pequeños donde no hay limosnas porque en las partes que he fundado con renta es en lugares pequeños, que, o no se ha de hacer, o ha de ser así, porque no hay como se pueda sustentar.
En 1568 debido a las graves dificultades económicas de las dos fundaciones primeras de San José de Ávila y del de Medina del Campo, transigió en fundar también monasterios de renta, como el de Malagón. En adelante fue simultaneando unos y otros, según las posibilidades. En total fundó 17 conventos en veinte años, diez de pobreza y siete de renta. A partir de 1579 cinco “de pobreza” tuvieron que pasar a ser de renta. Teresa es mujer eminentemente práctica.
Las familias bienhechoras, como solía suceder, costeaban iglesias, capillas o protegían monasterios para que intercediesen por sus almas y asegurarse el cielo con misas a perpetuidad. Teresa no se conforma con que la prometan los ducados suficientes para sus nuevas fundaciones. Ella exige firmar un contrato para que luego no se vuelvan atrás. Las rentas en lo posible no sean de casas o tierras, sino donaciones en dinero, en “juros” (fondos) o “censos” (créditos hipotecarios, con obligación de pagar una cierta cantidad de dinero anual). Admitan donaciones de tierras, dice a sus monjas, solamente si están muy cerca del convento donde puedan fácilmente desplazarse a cobrar la renta anual a los renteros porque si no al final se pierden.
Las fundaciones debían de hacerse en pueblos con más de mil vecinos, importantes, con movimiento mercantil, en los que habitasen mercaderes y fluyese el dinero donde las familias de la alta sociedad facilitasen limosnas y donaciones. Deben estar bien comunicados no lejos del caserío para que puedan ser visitados y los donantes acedan sin dificultad. Sus fundaciones fueron en las ciudades más importantes de entonces: Medina del Campo, Valladolid, Toledo, Salamanca, Segovia, Sevilla, Burgos, etc. además de Ávila.
Los bienes y las monjas
Desea que las monjas no tomen dote para evitar desigualdades dentro del convento, pero ante las muchas necesidades admite que aporten lo que puedan y si son ricas exige la dote, pero ninguna mujer se queda fuera por no tener dote. Si las monjas son muy para nosotras, que no hemos de mirar tanto el dote (Carta 176,5). Es un deleite para mí cada vez que tomo alguna que no trae nada, sino que se toma sólo por Dios (Carta 61,4). Teresa concibe el dote, así se decía entonces, como una donación y se utiliza para pagar deudas y comprar casas, muchas veces en mal estado, para las fundaciones o hacer obras y arreglos en los conventos. Acá en esta casa andan en habla (entran) dos monjas con mil y quinientos ducados, de Burgos, y son –dicen– muy buenas y harto menester para la obra y cercarla que con otra monja se acabará todo (Carta 223,7)
Las monjas no salen a pedir limosna, viven de las limosnas que reciban; no trabajan para subsistir. Tienen que estar dedicadas a la oración. No tienen, como otros monasterios, “casas de labor” (talleres) para vivir de su trabajo. No obstante pueden hacer la rueca solamente en los tiempos libres para no estar ociosas, y así, sí pueden sacarse algún dinero.
Como es muy realista admite en las Constituciones que en situaciones extremas ayúdense con la labor de sus manos como hacía San Pablo, que el Señor les proveerá de lo necesario, pero que no sean trabajos curiosos, sino hilar o coser y en cosas que no sean tan primorosas que ocupen el pensamiento para no le tener en Nuestro Señor; no en cosas de oro, ni plata, ni se porfíe en lo que han de dar por ello. Las hermanas no pueden poseer ninguna cosa en sus celdas ni para comer, ni para vestir, ni tengan arca, ni arquilla, ni cajón ni alacena… sino que todo sea en común (Constit, 2)
Teresa está pendiente de las necesidades económicas de los monasterios
Antes de emprender una viaje para una fundación, Teresa, por medio de sus confesores o relaciones que tiene con la alta sociedad (su familia, aunque venida a menos, estaba bien relacionada) busca casas que tengan huerta y agua donde instalar el nuevo monasterio. Ella se ocupa de las transacciones para adquirirlas. Muchas veces las casas no son adecuadas como sucedió en Valladolid, están en mal estado o el propietario, en Burgos, a última hora se vuelve atrás o especula exigiendo más dinero Siempre viaja con dos o tres hermanas fundadoras y un fraile a la ciudad donde van a fundar. Se ven obligadas a dormir al aire libre, en posadas o en la calle o cobertizos hasta que la ceden o les entreguen la casa.
La casa que recibió en Valladolid junto al río Pisuerga en la huerta de Río Olmos, no reunía buenas condiciones, era insalubre y alejada un cuarto de legua (poco más de un kilómetro) de la ciudad. Como de momento no había otra cosa, hubo que adecentar la casa para vivir las monjas. Escribe en la Fundaciones, hice muy secretamente venir oficiales y comencé a hacer tapias para lo que tocaba al recogimiento. Abandonó la casa unas semanas después por insalubre siendo acogidas en unas habitaciones del palacio de María de Mendoza, hermana del obispo de Ávila, donde hicieron vida monástica, hasta que varios meses más tarde compró otra casa en el actual emplazamiento.
Teresa no deja la nueva fundación hasta que haya dejado a sus hermanas establecidas. Que nunca hasta dejar casa propia y recogida y acomodada a mi querer, dejar ningún monasterio, ni he dejado. Que en esto me hacía Dios mucha merced, que en el trabajo gustaba ser la primera, y en todas las cosas para su descanso y acomodamiento procuraba hasta las muy menudas, como si toda mi vida hubiera de vivir en aquella casa; y así me daba gran alegría cuando quedaban muy bien (Fundaciones 19,6). En Burgos tuvo que permanecer cinco meses hasta dejar a sus hermanas en sitio definitivo.
“Porque yo siempre he pretendido que los monasterios que fundaba con renta la tuviesen tan bastante que no hayan menester las monjas a sus deudos, ni a ninguno, sino que de comer y el vestir les den todo lo necesario en la casa, y a las enfermas muy bien curadas, porque de faltarles lo necesario vienen muchos inconvenientes. Y para hacer muchos monasterios de pobreza sin renta nunca me falta corazón y confianza, con certidumbre que no les ha Dios de faltar, y para hacerlos de renta y con poca, todo me falta; por mejor tengo que no se funden. A las enfermas hay que darlas su buena ración de carne aunque sea viernes
Introduce la contabilidad
Teresa manda que lleven una contabilidad diaria en cada convento con los ingresos y gastos. La limosna que diere el Señor en dinero se ponga siempre en el arca de las tres llaves luego; salvo si no fuere de nueve o diez ducados abajo, que se darán a la clavaria que a la priora le pareciere, y ella dé a la procuradora lo que dijere la priora que gaste. Y cada noche, antes que tañan a silencio, dé cuenta a la priora o a la dicha clavaria por menudo. Y hecha la cuenta, póngase por junto en el libro que haya en el convento, para dar cuenta al visitador cada año. Deo gracias. (Constit 2)
En el monasterio de Medina del Campo se conservan aún los primeros documentos contables. Por ejemplo en los años 1569-1571 ingresaron en total 207,8 ducados. 202 fueron de limosnas y el resto 5,7 de sus trabajos. Quince años más tarde en 1584-1585, debido a la penuria económica había pasado a ser de renta ingresaron 1000,9 ducados (cinco veces más) de los cuales 116 de limosnas (la mitad que en el otro bienio), 358 de dotes y 397 de censos y juros. Hay que tener en cuenta una fuerte inflación. El coste total de alimentación y obras por monja en 1562 era de 47 ducados. En 1585 de 68 ducados. En su libro de Modo de visitar los conventos previene contra el error de que las prioras sean gastadoras.
Involucrada en el testamento de su hermano Lorenzo
Tuvo siempre una relación muy estrecha con su hermano Lorenzo cuatro años más joven. Fue a las Indias en 1540 como casi todos sus hermanos y regresó viudo con tres hijos en 1572. Teresa tenía 60 años y le ayudó a adaptarse en Ávila. Entre otras cosas le orientó dónde invertir los dineros traídos de ultramar. Como en los últimos trece años había fundado ya once monasterios tenía larga experiencia en obras de construcción, compra-venta de casas y fincas, negocios, alquileres, rentas, pleitos y préstamos. Ella le ayudó a comprar una finca en la Serna, cerca de Ávila fue donde iría a vivir. Lorenzo la correspondió con donaciones y préstamos en el resto de las fundaciones. Ya lo había hecho antes desde las Indias. Se llevaba tan bien con él que hasta tenían confidencias espirituales. Él la encomendó a su hija pequeña de 8 años, Teresita, que vivió en el convento y estuvo siempre al lado de su tía, fue monja y la asistió los últimos años de su vida.
Tuvo que intervenir en el testamento de su hermano Lorenzo muy favorable a su hija Teresita, la monja, y al convento de San José. Falleció Lorenzo en 1580 de repente dos años antes que Teresa. El otro hermano, Pedro de Ahumada que era muy irresponsable, fue nombrado administrador y testamentario y tutor de sus sobrinos huérfanos Francisco y Teresita. La suegra de Francisco impugna el testamento para evitar que vayan los dineros al convento de San José y Teresita; pero ésta que no tenía buenas con su tía Teresa de Jesús, renunció a su parte en favor de su hermano Francisco. Tuvieron que negociar las monjas de San José con la familia la parte correspondiente al convento.
Se gana dejándolo todo
A pesar de estar tan involucrada en intervenir en tantos negocios ella también escribe sobre lo que piensa del dinero y las riquezas:
Si con ellos (dineros) se pudiese comprar el bien que ahora veo en mí, tuviéralos en mucho, más ve que este bien se gana dejándolo todo. ¿Qué es esto que se compra con estos dineros que deseamos? ¿es cosa de precio?, ¿es cosa durable y para qué los queremos?… Muchas veces se procura con ellos el infierno y se compra el fuego perdurable y pena sin fin… ¡Con qué amistad se tratarían todos si faltase interés de honra y de dineros! Tengo para mí que se remediaría todo (Vida 20,27)
Que yo me río y me congojo de las cosas que nos vienen a encargar, que supliquemos a Su Majestad rentas y dineros, y algunas personas que querría yo que suplicasen a Dios los repisasen (pateasen) todos. Ellos buena intención tienen, y allá lo encomiendo a Dios, por decir verdad, aunque tengo para mí que en estas cosas nunca me oye (Cam Perfec 1,5)
Nunca dejéis de recibir las que vienen a ser monjas… porque no tengan bienes de fortuna, si tienen virtudes (Fundac 27,13)
José Centeno
Dic 2014