Olga Consuelo Vélez Caro, autora en la revista (nº 280) y en el blog, vuelve a indicar con claridad la situación en la que se encuentra la renovación de la Iglesia propuesta por Francisco. IV.
Con la llegada del Papa Francisco en 2013 al pontificado, nuevos vientos llegaron a la iglesia. Empezó a respirarse un aire más descomplicado en las formas externas y se vio un Papa más cercano a la gente. Su lenguaje sencillo y sin pretender decir la última palabra, abrió muchas puertas de aceptación porque invitaba a escuchar y a enriquecerse con la visión de otros. Su cercanía a los pobres -tan en consonancia con lo esencial del evangelio- ha reivindicado el discurso teológico latinoamericano y la porción de iglesia que siempre ha estado más comprometida con ellos. No se han vuelto a escuchar condenas contra teólogos/as sino que, al contrario, ha recibido incluso a algunos en el Vaticano.
Es verdad que para un sector de la iglesia más “oficial” esa figura de Papa le ha chocado y prefieren no hablar demasiado de Él -solo lo necesario porque no pueden mostrar su no adhesión al Papa-. También los grupos más conservadores que surgieron en las últimas décadas se sienten incómodos con este Papa porque no centra su discurso en lo que ellos tanto cuidan: el culto, la moral, la norma, etc. Los que si están bien impresionados son los alejados de la iglesia o los no creyentes los cuales no se interesaban por ningún pontífice y, sin embargo, Francisco despertó interés y lo vieron más capaz de comprender el mundo actual.
Pero han pasado siete años y las reformas estructurales de la iglesia no llegan. El Consejo de Cardenales que nombró el Papa al inicio de su pontificado para responder a las necesidades de reforma dentro de la iglesia, comenzando por revisar la constitución apostólica Pastor Bonus (texto legislativo publicado por Juan Pablo II en 1988, que regula la composición y competencia de los distintos departamentos y organismos de la Curia Romana), no parece terminar sus trabajos.
Los sínodos sobre la familia, los jóvenes y sobre todo el de la Amazonía despertaron muchas expectativas porque se dio un proceso de consultas muy valioso que permitió presentar a los padres sinodales temas de actualidad. Pero las exhortaciones post sinodales de Francisco después de estos acontecimientos, aunque tienen aspectos muy valiosos no han modificado la praxis eclesial. La Exhortación Querida Amazonia (2020) ha sido la más reciente y los comentarios sobre ella todavía resuenan, mucho más por la situación de pandemia que vivimos actualmente y que no puede dejar de relacionarse con el cuidado de la “casa común”. Pero de dicho documento quedo el “sin sabor” del “cuarto sueño” -sobre la iglesia- en el que se esperaban algunos pasos con relación a los presbíteros casados o el diaconado de las mujeres, pero no se dieron, más bien, parece que hubo retrocesos. Esto del diaconado femenino parece ser un tema que cada vez se empantana más, desdibujando aquel momento tan significativo en el que las Superioras Generales reunidas en su asamblea plenaria en 2016 le dijeron a Francisco: “Santo Padre, en la Iglesia existe el oficio del diaconado permanente, pero está abierto sólo a los hombres, casados o solteros. ¿Qué impide a la Iglesia incluir mujeres entre los diáconos permanentes, al igual que ocurría en la Iglesia primitiva? ¿Por qué no crear una comisión oficial que pueda estudiar el tema?” Y el papa respondió que establecería una comisión oficial porque sería bueno para la iglesia aclarar ese punto. Es increíble que sea tan difícil aclarar un punto sobre el que ya existen tantos documentos con tan buenos y sólidos fundamentos para dar un paso adelante.
Y, la reciente publicación de la Instrucción “La conversión pastoral de la comunidad parroquial al servicio de la misión evangelizadora de la iglesia” (julio 2020) de la Congregación para el clero y aprobada por el Papa Francisco comienza abriendo caminos esperanzadores de una renovación parroquial -tan urgida de tal renovación- y, sin embargo, pasados los primeros párrafos, el documento se centra en lo que dice el Derecho Canónico sobre varios aspectos relacionados con las parroquias pero, especialmente, llama la atención el interés por dejar claro que el párroco tiene que ser presbítero y eso sin ninguna excepción así no haya sacerdotes (n. 66). Todo lo dicho por el Papa de la sinodalidad en la iglesia está totalmente ausente, la palabra ni siquiera aparece.
Se podrían nombrar muchas otras cosas, pero el objetivo no es hacer una evaluación de lo hecho por el Papa sino ahondar en la pregunta: ¿y llegará la tan esperada reforma eclesial? Personalmente, creo que no, pero deseo, sinceramente, equivocarme. Nos quedará la buena experiencia de poder acudir a su magisterio y a algunos de sus discursos en los que llama las cosas por su nombre -clericalismo, economía que mata, lugar para la mujer en la iglesia, pueblo de Dios, iglesia en salida, etc., y el recordar muchas de sus actitudes -que han sido muy especiales y evangélicas, pero me parece que tendremos que seguir aguantando por mucho más tiempo, la estructura eclesial tan rígida y tan llena de temores que no se arriesga a ser una iglesia en salida, una iglesia misionera, una iglesia pueblo de Dios, donde clérigos, laicado, vida consagrada viven la corresponsabilidad de la misión evangelizadora y se la juegan todo por parecerse cada vez más a la iglesia que Jesús quería.
«¿Y llegará la tan esperada reforma eclesial? Personalmente, creo que no, pero deseo, sinceramente, equivocarme.»
La pregunta de la autora es angustiante. Ya Francisco, aunque parece que está bien, está entrado en años y por lo tanto tiene que ocuparse de hacer algún cambio, pero como en cualquier otro líder que sabe que ha de preparar su transición porque no puede ser eterno y se acerca su momento de incapacidad o de muerte, tiene que ocuparse de no dejar su institución en crisis. Los cardenales, curas y seglares ultraconservadores deben estar como buitres sobre carroña o, para ser bíblicos, como dice 1 Pedro 5,8, como leones rugientes buscando a quien devorar.
No hace mucho el utraconservador, histriónico, impulsivo y sumamente inapropiado cardenal arzobispo de N York que desafortunadamente es tremendamente influyente y poderoso, no solo le dió un espaldarazo de apoyo a la candidatura de Donald Trump, lo cual es ya un gesto descarado y muy imprudente, sino que hizo circular una carta en la que invitaba a los cardenales, al colegio cardenalicio, a comenzar a sostener sus reuniones para considerar sucesor. Ese tipo de actitudes arriesgadas y políticamente estúpidas muy difícilmente pueden estar desligadas de rumores o de chismes que circulan y pueden ser falsos, pero siempre el río suena porque arrastra piedras, dice el antiguo refrán.
Por encima de todo deseo de reforma, Francisco tiene que poder morirse en paz y ser prudente para no escandalizar y no provocar a estos carreristas que Juan Pablo y benedicto dejaron colocados en posiciones muy influyentes.
Creo como la autora que seguirá habiendo reformas más o menos interesantes, pero ni profundas ni demasiado amplias.
La muerte pronta de Juan XXIII que creó el tsunami del Concilio abrió la oportunidad a un hombre tímido y demasiado fino, Pablo VI y el resultado fue que los leones de la curia, a pesar del Cardenal Villot y otros pocos, le ataron las manos. Vino Juan Pablo I y aún no se sabe de qué y como murió, pero duró muy poco, 33 días. Le siguió el desastre de Juan Pablo II, un Papa mediático, demasiado preocupado de la imagen, y obsesionado con el poder perdido y el impulso por devolver la Iglesia a sus triunfalismos habituales. La consecuencia fue desandar gran parte del camino andado y la recua de indecentes que se refuhiaron a sus espaldas, los escándalos encubiertos, morales y financieros, y un pontificado vicario porque el Papa fue mantenido enfermo para poder tener las manos libres y terminar de deshacer la legislación conciliar. Benedicto fue electo pero había sido cómplice de los mayores en el desgobierno de Juan Pablo II. renunció aún no se sabe en qué circunstancias y por qué razones, ni se sabrá al menos por un siglo. Francisco ha hecho milagros, pero se le acaba el tiempo y ya venía cansado de luchar con la Junta Argentina y llegó a Roma desvinculado de la política vaticana. El esfuerzo lo ha consumido aunque encuentra fuerzas para seguir andando. El giro que ha tomado hacia el culto mariano es un indicador de estar regresando, por lo menos, hacia el centro. El regreso al culto eucarístico de los siglos xviii y xix, confirma lo mismo. El dogma de la presencia real fue causa de división y este regreso a blandir la custodia para espantar pestes y enemigos es un regreso para calmar ánimos. Quizás es un esfuerzo para que a la hora de reemplazarlo no haya una división extrema en la Iglesia. Es bueno que haya movido al Cardenal Secretario de Estado a la palestra y lo haya enviado por Europa y el Medio Oriente en misión de paz y unidad, que se haga visible. El hombre tiene un historial limpio, buen talante frente a los problemas y obviamente es alguien discreto y cuidadoso. Luis Ladaria al frente de la Congregación para la Fe es otra buena adquisición, al parecer aunque es conservador. Queda el africano de la Liturgia (Culto y Sacramentos) que es casi fascista y de mucho poder, que ha desafiado a Francisco públicamente y hasta intentado manipular el nombre de Benedicto XVI para acreditar sus ideas. En este panorama complejo, Francisco ha de andar despacio y poner su dinero donde puso su palabra. Si es verdad que cree que el Espíritu Santo guía a la Iglesia y que las puertas del Hades no prevalecerán contra ella, tiene que arriesgarse a vivir en la esperanza contra toda esperanza y a mirar al futuro con la fe de Moisés, como si viera al invisible.