Ago
20
2020
Por José Ignacio González Faus
En un librito sobre la recuperación de las grandes palabras, definí la libertad como “la plena coincidencia con lo mejor de uno mismo”. Me llegó después un correo de un buen señor que se declaraba extrañado por esa definición que “no acabo de entenderla pero me da la sensación de que hay ahí algo muy bueno”. Supuse que mi definición le sonaba más bien a moralidad o esfuerzo y eso parece ser lo contrario de la libertad. Pensé contestarle que ser libre es ser dueño de mí mismo y que muchas veces llamamos libertad a diversas formas de servidumbre respecto de nosotros mismos. No lo hice, y quizás es ahora el momento de retomar aquella pregunta. Ya se ve que hablamos de libertad “interior”, no simplemente de ataduras puramente externas.