El nacionalismo catalán A DEBATE

El nacionalismo catalán A DEBATE

IV-minilogo        Independientemente de los últimos graves acontecimientos surgidos en el seno del Parlament Catalá, Iglesia Viva se ha interesado en los últimos años de la deriva independendista del nacionalismo catalán, dedicándole sendos debates en los números 259 y 260 y abriendo una sección A DEBATE en el número 263 con un artículo de Jaume Botey, cuya última parte publicamos qaa continuación en este blog, seguida de una respuesta recibida de Josep Mª Jauma, que va a continuación. El Debate queda abierto a sucesivos comentarios y posibles nuevos artículos.

 

El nacionalismo catalán y los sentimientos

Momento actual del proceso en Catalunya

Jaume Botey. Presidente de Cristianisme Segle XXI. Barcelona

V. Alternativas

[Lo apartados anteriores: I. Justificación, II. Nuevas coordenadas, III. Un 27 S plebiscitario y IV. Para el cristiano pueden leerse en el artículo completo. Conviene leerlos para interpretar mejor estas conclusiones]

1. En persepctiva de futuro

Guste o no guste, España va a tener que dar una solución a las exigencias de Catalunya. Los procedimientos seguidos hasta ahora por el movimiento nacionalista han sido democráticamente impecables y la necesidad del reconocimiento de Catalunya ha entrado ya en la agenda internacional como un problema a resolver. La negativa del gobierno español es antidemocrática e insostenible desde todos los puntos de vista, nacional e internacionalmente.

Por otra parte los resultados del 27S dan legitimidad democrática a las propuestas que llevaban en su programa las dos candidaturas ganadoras y todo hace prever la seriedad y firmeza de su compromiso. En Catalunya está en marcha un proceso original de construcción de un Estado nuevo por vías democráticas, pacíficas, de participación masiva, social, solidaria, transversal, un tipo nuevo de revolución. Es una realidad sin precedentes, concebida según parámetros distintos, que se abre camino en la confusión del presente.

Parece que el proceso no tiene marcha atrás y que se seguirá con los procedimientos de democracia y determinación habidos hasta ahora. Ante esto creo que sólo son de prever dos salidas posibles:

o una reorganización del Estado que permita convivir territorios muy diferenciados, con plena separación de poderes,

o acabar pactando algún tipo de separación lo menos traumática posible.

Para ambas alternativas hace falta que en España controle el gobierno y el discurso cultural una formación política que tome en consideración la complejidad del fenómeno nacional y trabaje por encontrar una solución aceptable para todo el mundo.

2. El problema es España

Por lo tanto, guste o no guste también, el problema es España. La reivindicación de la independencia es un medio para plantear, en primer lugar, el derecho a decidir. El Estado español debe aceptar el diálogo con Catalunya y un referéndum legal. Esto supone que cualquier escenario positivo de futuro para Catalunya requiere un escenario renovado en España. Supone además reconocer que el régimen nacido en 1978 es ya pasado y lo representa un gobierno cadáver político. En las cúpulas del Estado no se reconoce que el problema es España, su modelo de Estado, su régimen político agotado; los aparatos políticos que se alternan han perdido la capacidad de afrontar los problemas y la confianza de la ciudadanía. La cuestión catalana les sirve de coartada ante los pueblos de España para intentar orientar el malestar contra Catalunya. La polarización política es el resultado de la polarización de sentimientos. El desarrollo del sentimiento anticatalán y su contrario, el antiespañol, suponen una regresión democrática que puede llegar a ser trágica.

3. Algo ha cambiado

Obviamente el resultado del 27S debe haber sido un toque de alerta de dimensiones colosales al gobierno. Se pone en evidencia que lo planteado en Catalunya es el reto de mayores dimensiones que se ha planteado al Estado desde la transición.

A pesar de la actitud de esfinge de Rajoy creo que debe decirse que al 27S se ha llegado con algo de camino recorrido: el PP afirma ya —¡ahora!— que el actual trato fiscal respecto de Catalunya es injusto, que la Reforma de la Constitución es necesaria, que se suspenden algunas actuaciones previstas en la LOMCE, que es necesario el reconocimiento del hecho diferencial catalán, que es posible blindar la lengua…

No ha sido el gobierno quien ha cedido. Han sido conquistas de la movilización masiva, pertinaz y no-violenta.

4. El futuro. Modelo de Democracia radical

La cuestión de fondo hoy no es solamente la independencia o un status similar al de un estado confederado o federalizado. Hay algo más profundo y básico: cómo entendemos la democracia.

Los partidos del sistema, PP y PSOE principalmente, han caricaturizado la democracia hasta límites propios del liberalismo conservador del siglo XIX. Identifican democracia con algunos derechos políticos abstractos y derechos teóricos pero no ejercitables (empleo, vivienda, educación por igual a todos, etcétera).

Igualmente en Catalunya, la consulta y la independencia, oscurecen las contradicciones de la sociedad catalana. Las políticas públicas de la Generalitat no proponen políticas alternativas sociales y ni CiU ni ERC, han propuesto hasta ahora una democratización profunda de las instituciones de gobierno. No se han desarrollado los instrumentos legales participativos, la ley electoral y la simplificación del ordenamiento territorial, a pesar de ser obligaciones derivadas del Estatut. No ha desarrollado ni facilitado la iniciativa legislativa popular, el presupuesto participativo.

La independencia debe servir para corregir.

5. Difíciles previsiones de una reforma constitucional

Ninguna de las posibles combinaciones posibles de gobierno en España como resultado del 20 de diciembre (PP-C’s; PP-PSOE; PP-PSOE-C’S; PSOE-Podemos) hacen creíble una reforma constitucional que reconozca de forma consecuente el carácter plurinacional del estado español. Y sin un reconocimiento explícito de la realidad nacional catalana no hay ninguna posibilidad del encaje de Catalunya a partir de borrosas e indefinidas terceras vías. Por eso no debe hablarse del problema catalán sino del problema de España.

Para el catalanismo no tiene ya sentido subordinar el proceso constituyente catalán a un hipotético proceso constituyente español.

6. Sentido laico del nacionalismo

La construcción de la nueva sociedad sólo podrá hacerse evitando los fundamentalismos y estableciendo el diálogo desde una neutralidad afectiva que podríamos llamar el sentido laico del nacionalismo. Todos los fundamentalismos, de cualquier tipo, son enemigos del diálogo. Igual que en lo religioso, también en lo político, y especialmente en el tema de las identidades, deben evitarse los fundamentalismos. Pero mantener la propia identidad y quererla como una herencia que nuestros padres nos han dejado no supone negar la de los demás. Es una cuestión de sentimiento.

Para terminar, creo que el siguiente texto puede ilustrar las razones que en Catalunya han impulsado este proceso. En un memorable discurso a las Cortes sobre la cuestión catalana, Azaña dijo que “la diferencia más notable que yo encuentro entre catalanes y castellanos es que nosotros los castellanos lo vemos todo en el Estado y cuando se termina el Estado se nos termina todo, mientras que los catalanes, que son más sentimentales, o son sentimentales y nosotros no, ponen en el Estado una porción importante de cosas amables y amorosas que los alejan un tanto de la presencia severa, abstracta e impersonal del Estado”.

 

 

 

CARTA-RESPUESTA A JAUME BOTEY

Por Josep Mª Jaumá

Querido Jaume,

antes que nada, quiero agradecerte tu largo escrito. Hace falta que algunos expliquen nuestra historia y nuestras razones a tantos millones de españoles a los cuales les han sido camufladas. Me pregunto por qué no se ha hecho antes y de manera continuada. Si hemos de convivir (como yo deseo) nos hemos de conocer, y me parece obvio que los pensamientos y sentimientos de los catalanes han sido -y todavía lo son- ignorados, si no ridiculizados, por la mayoria de nuestros ‘compatriotas’. ¿Han hecho algo nuestros gobiernos en este sentido? Yo no me he enterado.

Me atrevo a responderte por nuestra amistad y porque entiendo que es conveniente completar tu argumentación con otro punto de vista. Espero que la revista acepte que vuelva a ser yo quien te da la réplica. ¡Como si no hubiese nadie más en todo el país! En fin, que hagan lo que consideren mejor.

La base de tu argumento es que la independencia es la única salida a la situación de Cataluña dentro de España. Salvador Cardús decía hace pocos días que continuar allí era “imposible”, y Toni Comín que la única manera de ser catalanista (defensor de nuestro país) era ser independentista. Si es así, yo (y tantos más) quedamos automáticamente relegados a las tinieblas exteriores. Para mí vuestra actitud es la de tirar la toalla o de romper la baraja. Pones a Mandela como ejemplo a imitar. No sé ver que Mandela rompiese ninguna baraja; todo lo contrario, supo jugar con ella, en oposición a lo que pretendía su partido, el A.N.C. (y por un millón de motivos infinitamente de más peso que los que podemos tener nosotros). O, si pensamos en nuestro continente, cuantísimos debieron creer que, después de tres guerras tan crueles en un solo siglo, Alemania y Francia pudiesen reconciliarse y colaborar. Y ahí los tienes sosteniendo juntos los fundamentos de Europa.

Siento repetir exactamente lo que ya dije en mi réplica anterior: estoy convencido que el camino que se escogió para cambiar la insostenible situación era el equivocado y que no lleva a ninguna parte. ¿Puede Europa aceptar lo que se está haciendo estos días en el Parlament y la manera como se está haciendo? Con un 70% o 80% de votos, quizás sí, no lo sé. Con el 50%, yo creo que es imposible. Y, si no nos aceptan en Europa, ¿sobreviviríamos? ¿Estarían de acuerdo los catalanes (incluidos el 50% del Sí) en esta salida? Me gustaría que alguna encuesta nos respondiese. Yo creo que saldría un no rotundo. Si fuese así, ¿qué nos llevaría a insistir , com si fuese el único, en este mal camino? ¿Hay que forzarles para que se vayan acostumbrando, y pensando que ya lo aceptarán algún día? He aquí cómo hemos adoptado muy pronto aquello tan hispánico de “sostenella y no enmendalla”.

Yo lo compararía con la pretensión de la Cup de salir hoy mismo del capitalismo. El capitalismo actual me repugna a mí como les puede repugnar a ellos. Pero, ¿es posible substituir-lo de un día para otro? ¿Es esto lo que querría la gente? Un salto mortal así sería literalmente esto: mortal. Yo pienso que hay que dar los pasos uno tras otro, sobre todo ayudando a la gente a cambiar de mentalidad. No veo que esto se haya conseguido (no ya en un 50%, ni siquiera en la mitad de esta cantidad). Ni siquiera la crisis parece haber conseguido demasiado cambio: véanse los BCN- World, las quejas por la moratoria de más hoteles en Barcelona, o de más cruceros gigantes, etc. etc.

Porque si salimos de los grupos más mobilizados (que existen y tienen su gran mérito) y nos fijamos en la gente “normal y corriente” (que son los que cuentan), ¿somos realmente tan diferentes? En 40 años hemos tenido oportunidades para mejorar muchas cosas; ¿hemos sido diferentes? ¿Tenemos una enseñanza mejor? ¿Una casta política mejor? ¿Una burocracia mejor? Yo no lo sé ver. ¿No ha habido también en Cataluña una burbuja inmobiliaria loca? ¿Han preservado mejor la costa o la montaña los ayuntamientos correspondientes? ¿Hemos sido más responsables que el resto de España con el medio ambiente? ¿Nuestros bancos y cajas (¡ay!) han actuado aunque sólo fuese un poco diferente? ¿Nuestras empresas con fábricas en el tercer mundo, no actúan igual que las demás? Etc.

Ha habido ciertamente un maltrato y una incomprensión sistemáticos por parte de los gobiernos de Madrid: autopistas, trenes, puerto, aeropuerto, corredor mediterráneo, etc y en tantos otros campos. Con la mayor buena voluntad podríamos atribuirlo a una ignorancia supina. Pero nuestros gobernantes, nuestros escritores… ¿Se han molestado en exponerlo públicamente, claramente, objetivamente y sistemáticamente al resto de los españoles? Tú lo haces ahora, muy bien; pero ¿se ha hecho en todos estos años? Yo no me he enterado. No hablo de decirlo un día en no sé qué lugar: la verdad hay que proclamarla bien clara y ante todo el mundo, hasta que se enteren. Lo único que he visto es que los sucesivos consejeros de economía volvían de cuando en cuando de Madrid diciendo, entusiasmados, que finalmente habían conseguido una financiación justa. El resultado está a la vista: ¡no hemos conseguido todavía ni que nos reconozcan el derecho mínimo a la ‘ordinalidad’: ¡que haya el dinero necesario para los mismos servicios básicos en todas las autonomías!

Dices que las ‘terceras vías’ (federalismo, justicia fiscal, reforma de la Constitución…) ya no valen. (Aunque al final de tu escrito sí lo das como una posibilidad. ¿En qué quedamos?). Para mí, y perdóname, este ha sido uno de los errores más garrafales de todo el proceso. Si se hubiese actuado con aquel seny que se nos supone ¿no se hubiese podido crear desde el primer momento un frente común catalanista? El 70% o el 80% de los votos habría dado al proceso una fuerza, creo yo, imparable. En lugar de esto se ha impuesto (como parece inevitable que suceda siempre) la idea más radical: directamente la independencia. Otro defecto, por cierto, bien hispánico, la radicalidad, bien alejado de nuestra supuesta moderación enraonada, que en esta ocasión no ha hecho acto de presencia. (Algo primitivo debe haber en nuestros genes, quizás heredado de los cátaros, reacios a mezclarse con los ‘impuros’). ¿Qué caso se ha hecho de las voces sabias que no seguían aquella radicalidad? De Josep Fontana, de Gaspar Mora, de López-Burniol, de Antoni Puigverd, de Jordi Gracia, de Ramon M Nogués, del mismo González-Faus, de Joan Margarit, de Raimon, de Serrat…, de nuestras figuras más destacadas en cada uno de sus campos? No se les ha tenido en cuenta ni escuchado. En este tipo de situaciones parece inevitable que la descalificación y el ataque personal a quien disiente salten automáticamente: tratar al director y a quienes escriben en La Vanguardia, naturalmente, como unos caragirats; a Xavier Vidal-Folch y a los del País como unos ‘vendidos’; a otro como ‘traidor’ (no me lo invento), y a todos, en conjunto, de botiflers, simplemente porque dentro del lío armado intentaban pensar por su cuenta. Los bancos (que han demostrado, efectivamente, ser ladrones y tramposos) y las grandes empresas “ya pueden coger las maletas” (Cup dixit). Nosotros solos, los cátaros, los puros ya somos (como irónicamente nos ha hecho creer precisamente el nuevo capitalismo) autosuficientes.

¿Se ha hecho ningún debate público entre cualquiera de los líderes (Mas. Junqueras, Forcadell, Muriel…) y los que no están de acuerdo? Yo no me he enterado. En Escocia, todo el año anterior al referéndum, se hacían a diario, y a todos los niveles. Aquí nuestro estilo patentado es callar. Te lo creas o no, en todos los encuentros con amigos, colegas, etc., la solución que hemos adoptado para no amargar la reunión a gritos y ataques, ha sido la de evitar como fuese el tema. No hace falta decir que cuando estaba presente alguien con algún tipo de poder sobre ti, el silencio era doble: el miedo al peligro de ser excluido (fuese de lo que fuese) ha funcionado muy bien.

Contradiciendo la consigna de que “no se ha roto nada”, lo que se ha roto es la conversación

espontánea y confiada, que es la base misma de la vida social. Lo mínimo que te esperas si te atreves a decir que no estás de acuerdo es un condescendiente: -No sabes de qué va. ¿Así tú crees que no hay que hacer nada? – He aquí unos de los grandes ‘argumentos’ que han sido inculcados con gran éxito en mentes ingenuas: o o bien eres independentista, o no lo eres porque piensas que no hay que hacer (o que no se puede hacer) nada. Como un dogma. La ‘patria’ se ha convertido (¡quién lo iba a decir!) en un absoluto que no admite divergencias, de manera parecida a como la autoridad eclesial lo era, por ejemplo, para el nacional-catolicismo. Siempre de buena fe, no faltaría más.

Alguien me dice que toda esta movida era necesaria para dar un buen puñetazo sobre la mesa y conseguir que los sordos oigan y reaccionen. Quizá sí. Quién sabe si sólo se ha tratado de un golpe de efecto, como una puesta en escena colectiva ‘guiada’ para el bien general. Si fuese así, tengo mis dudas que sea del todo honesto. Mobilizar la buena voluntad, el catalanismo innato, de la mayoría, y hacerles pensar y decir aquello que no es exactamente lo que se pretende (como lo que mencionas al final del artículo) ¿es correcto? No sé si por desviación ‘confesional’ yo creo que la manera más sólida y más efectiva de conseguir algo es decir la verdad. Los que te escuchan ya son mayorcitos, y si no la entienden es su problema. Es decir, creo que hay que hacer lo que haces tú en tu exposición. Y lo que pretendo hacer yo ahora, aunque no sobre las razones, sino sobre la manera cómo se han puesto sobre la mesa. Nuestra diferencia es que tú lo haces, supongo, con toda tranquilidad, mientras que yo siento que avanzo a contracorriente. Las secuelas, ¿quién sabe? Me imagino que será -¡otra vez!- eso tan hispánico de “la callada por respuesta”. Ya se sabe que los contrincantes adoptan, como un espejo, el estilo y las armas del adversario.

¿Enviaré este escrito a Iglesia Viva? Si lo hago, puedes estar seguro (ya lo sabes) que no es para hacer la trabanquilla a nadie, y menos a tí, sino porque lo siento como un deber. Que los responsables de la revista hagan lo que les parezca mejor.

Un abrazo, como siempre, Josep M Jaumà