¿Y si el papa Francisco fuera anarquista?

HornaertEduardo Hornaert es un brasileño de origen holandés, historiador y buen analista de la realidad social y eclesial en Brasil. En su blog personal va dejando iluminadores artículos. La pregunta que se hace en el que presentamos hoy sobre movimientos y política en la Iglesia y en Francisco es importante y se liga con un tema que ya se discutió en nuestro número 261: La política hoy: entre la utopía y el pragmatismo.

Consideraciones acerca de la “Teología del pueblo”

Eduardo Hoornaert
Publicado el 14/11/2016 en su blog personal. [Traducción de ATRIO].

¿Y si el papa fuera anarquista? No anarquista en el sentido que se le da comúnmente al término, sino en el sentido de una lucidez acerca de la forma en que la sociedad promueve el bien común, no con la sola acción del Estado o de las personas que controlan los instrumentos del Estado, sino por una interacción entre las fuerzas existentes en la sociedad, impulsadas por los movimientos de base. He desarrollado este tema en un artículo que publico hoy junto con éste en mi blog y que lleva el título de Marxistas, comunistas y anarquistas: una reflexión después de la victoria de Trump en las elecciones estadounidenses. Si usted lee los dos textos, podrá entender mejor lo que quiero decir.

  • 1. En primer lugar, una consideración de orden histórico. Jorge Bergoglio es un jesuita cuya formación se fraguó en el seno de la teología Argentina de los años 1960-1980. En el amplio periodo de su formación jesuítica bajo la inspiración de figuras como Karl Rahner, Lucio Gera, Enrique Angelelli, Juan Carlos Scannone, Romano Guardini y otras figuras de gran impacto, tanto argentinas como extranjeras, el joven jesuita adquiere una sensibilidad peculiar de lo ‘popular’, aguza su “opción por los pobres’, evitando la fijación en la conquista del poder. Pues la ‘teología de la liberación “de naturaleza argentina es diferente de la que se practica en el momento en otros lugares, como en Brasil por ejemplo. Sobre todo, bajo la dirección del Padre Juan Carlos Scannone, con quien convive largos años, Jorge Bergoglio se adhiere a la llamada “teología del pueblo’, una corriente de la “teología de la liberación”, que tiene la característica de que se distancia del análisis marxista ortodoxo, que se centra en la toma del poder del Estado. No podemos negar que, en la base no explícita de la teología de la liberación, versión brasileña, existía la expectativa de una “revolución socialista”, es decir, la toma del poder por los partidos inspirados en el marxismo. Es en este sentido como podemos calificar la “teología del pueblo” de anárquica. Pues en ella se activan los “movimientos populares” presentes en la sociedad civil, se valora la “mística popular”, no se busca ocupar espacios de poder en el gobierno, sino que se animan procesos más lentos que necesitan tiempo (con la paciencia que esta postura exige), se acepta la comunión en las diferencias (heterosexual y homosexual, casado y divorciado, católicos, protestantes, evangélicos, sacerdotes célibes y curas casados), se insiste en la observación de la realidad y no propone directamente ideas propias. Una modesta teología de pretensiones modestas.
  • 2. Este jesuita se convierte en papa y, después de más de tres años de papado, está claro que le gusta ser papa. Pero a su manera. Cuando se sienta en el trono (como lo requiere el trabajo), no toma una actitud de jefe o líder de gobierno. Escucha con atención, habla con calma. Parece que no le gustan mucho las Jornadas Mundiales de la Juventud, la iniciativa de su predecesor Juan Pablo II, sino que prefiere los Encuentros de los Movimientos Populares. El tercero de los cuales acaba de terminar en Roma a principios de noviembre de 2016. Lo que dice en estos encuentros merece ser leído y releído, porque no aparece en los grandes medios de comunicación. Merece ser divulgado en Internet, porque expresa lo que está sucediendo en los últimos capilares del cuerpo social, entre los silenciados y olvidados.
  • 3. Recientemente, un amigo me dijo: “El papa Francisco juega bien pero no mete gol. ¿Para cuándo la reforma de la Curia, o la abolición del celibato, o la ordenación de mujeres, o el apoyo a los movimientos gay, o el decreto de autorización en dar la comunión a los divorciados, o la admisión de sacerdotes casados? Parece que todo queda a medio del camino, que no se resuelve nada y que todo sigue como estaba. En resumen, el papa Francisco está en el poder, pero no ejerce el poder”. Tras esta afirmación de mi amigo, hay una manera de pensar, “solo quien mete un gol es protagonista de la historia”. ¿Y si el objetivo del papa Francisco es precisamente no meter gol, no conseguir una victoria?

La forma de pensar de mi amigo es de naturaleza autoritaria. Como si el poder del Estado (gobierno central de la Iglesia) fuera el único capaz de cambiar las cosas. En ese engaño cayó el socialismo real y mi amigo tendría que haber aprendido la lección. El cambio en la sociedad (la iglesia) se hace solamente por una presión desde abajo. La cúpula de la iglesia nunca va a cambiar nada, porque este cambio implica el reconocimiento de su propia inutilidad. Lo que esta “cúpula” puede hacer mientras estamos en las actuales condiciones históricas, es animar a los movimientos de base. Es exactamente lo que hace el papa Francisco.

  • 4. El actual Papa ya lleva suficiente tiempo en la dirección de la Iglesia católica para que sepamos que él no va a meter gol. Esto induce a error a muchas personas que esperan que ‘Roma va a cambiar”. Pero la voluntad de no cambiar pertenece al fundamento del poder establecido en Roma.

Permítaseme aquí una pequeña digresión histórica. El papado surgió hace siglos de una difícil y prolongada pelea entre los obispos de las grandes ciudades como Constantinopla, Alejandría, Antioquía y Roma. Hasta el siglo XI, Roma no puede librarse del poder ejercido por la parte griega de la iglesia (los patriarcas orientales). A lo largo del primer milenio los patriarcas sucesivos de Roma (llamados ‘papa’ por el pueblo) desarrollan su autoridad con tenacidad sobre las otras iglesias de Occidente. Es un proceso de siglos. Finalmente, en 1052, el Patriarca de Roma rompe definitivamente con los patriarcas griegos y comienza una experiencia nueva, llamada la Iglesia Católica.

  • 5. En esta “sucesión apostólica”, el pontificado de Francisco es algo inesperado, lo que presagia una nueva era. Esto quedó claro en la famosa reunión organizada en Roma a finales de 2015, para aprender cómo comportarse frente a los católicos divorciados que deseaban participar en la comunión eucarística. Esta reunión fue preparada con consultas en todos los rincones del mundo católico. La intención era escuchar a los casados y divorciados. Fue muy significativo que respuestas de casados y divorciados (posiblemente los más interesados) no han llegado casi ninguna, mientras cardenales, arzobispos, obispos y sacerdotes han contestado abundantemente. Finalmente, cuando éstos (con algunos pocos representantes del universo ‘laico’) se reunieron en Roma para discutir la admisión o no de los divorciados a la comunión, las corrientes se enfrentaron (siempre con la debida cortesía eclesiástica), mientras que el Papa se colocó por encima de la refriega. Él no hizo ningún comentario y dejó que la discusión fluyera libremente. El partido acabó con un 0 a 0. Para algunos, sin resultado. Para otros, la verdadera victoria. El mensaje del Papa para los entendidos fue éste: que cada uno (o una) decida, que cada uno (o una) tome su vida en sus manos.

De hecho, el Papa da la impresión de “dar un paso atrás”. Tengo la impresión de que él detecta en muchas iniciativas de la “base” un “oculto deseo hegemónico” tan típico del catolicismo. Este deseo, apenas entrevisto y rara vez verbalizado, existe incluso en la vida de las CEB, ese movimiento típico de la sociedad civil (como debe ser). El deseo hegemónico (a ‘tomar el poder’ en la iglesia) debe ser detectado y depurado. Lo que me queda claro es que el Papa nos invita a “hacer algo” en nuestras concretas condiciones de vida. Algo en beneficio del bien común.

  • 6. Al final de estas consideraciones, no puedo menos de citar una hermosa frase de Slavoj Zizek en su libro El absoluto frágil: ¿por qué vale la pena luchar por el legado cristiano? (Pre Textos, 2002), que, a su manera, traza el perfil del papa Francisco. Esta es la frase: “¿Qué es lo absoluto? Algo que aparece en las experiencias efímeras, digamos que en la suave sonrisa de una mujer hermosa o en la sonrisa cálida y afectiva de una persona que, en condiciones normales, parecería fea y grosera. El Absoluto es frágil, se escapa fácilmente de las manos y debe manejarse con sumo cuidado, como una mariposa”. Ahora veo que el Papa, pasando a lo largo de una interminable fila de personas entusiastas en la plaza de San Pedro en Roma y se para de vez en cuando con los ojos brillantes delante de un niño, o de una anciana en una silla de ruedas. Es el brillo del encuentro con el “Absoluto”. Él no está actuando, no es comedia, no es hipocresía. Es el papa Francisco.

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